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Trump ante la tentación de una decisión drástica para demostrar quién manda en el mundo

Biden asumirá sin la información necesaria para defender a Estados Unidos de las amenazas que puedan surgir desde Rusia, China, Irán y Corea del Norte
17/11/2020 - 08:15hs
Trump ante la tentación de una decisión drástica para demostrar quién manda en el mundo

El próximo 20 de enero, pocas horas antes de asumir la presidencia de Estados Unidos, Joe Biden recibirá las instrucciones y los medios para destruir el mundo, un ritual sobrio y dantesco que conoce bien.

En su poder volverá a tener los códigos dorados y el maletín negro que le permitirán lanzar un ataque nuclear. Ya los tuvo siendo vicepresidente, pero ahora será comandante en jefe y el mundo es hoy algo más peligroso que hace cuatro años.

Biden llegará a este momento crucial sin la información necesaria para defender a Estados Unidos de las amenazas que puedan surgir desde Rusia, China, Irán y Corea del Norte. Trump le niega los informes secretos de la inteligencia militar y diplomática a los que tiene derecho como presidente electo.

En cualquier traspaso de poderes, la parte más sensible siempre es la que hace referencia a los secretos de Estado, aquella información que permite al gobernante anticipar y contrarrestar a sus rivales estratégicos.

Esta falta de cooperación entre la administración Trump y el equipo de Biden aumenta la debilidad de EE.UU. Es muy probable que Moscú, Pekín,Teherán o Pyongyang intenten aprovecharlo.

La semana pasada Trump cesó al secretario de Defensa y colocó en el Pentágono a cuatro mandos civiles, leales al trumpismo, partidarios de forzar un cambio de régimen en Irán y de sacar a las tropas de Afganistán antes de Navidad en contra de la opinión de la jerarquía militar.

Esta purga, que puede extenderse a la CIA en los próximos días, favorece tanto la retirada de Afganistán como una confrontación con Irán durante los dos últimos meses de la presidencia de Trump.

El momento es crítico, además, porque los lazos diplomáticos de los Estados Unidos con Rusia y China están muy deteriorados. La relación con Rusia no había estado en su punto tan bajo desde el fin de la guerra fría mientras que las tensiones comerciales, ideológicas y estratégicas con China son las peores desde que Nixon y Kissinger fueron a ver a Mao en 1972.

Vladimir Putin busca modernizar el armamento atómico ruso.
Vladimir Putin busca modernizar el armamento atómico ruso.

Carrera militar entre las potencias

Cuando Biden entre en el despacho oval, Washington, Moscú y Pekín llevarán cuatro año de acelerada carrera armamentística y una de las primeras decisiones que deberá tomar es qué hacer con el tratado New Start, el último que frena un poco el rearme nuclear de Estados Unidos y Rusia. Expirará el 5 de febrero y el Estado Mayor norteamericano cree que ya no sirve de mucho.

A la luz de la pandemia, la degeneración democrática, la decadencia del orden liberal y la creciente desigualdad económica, el apocalipsis nuclear parece una leyenda del siglo XX, una distopía que no sufriremos. Al fin y al cabo, de las 70.000 armas nucleares que amenazaban el mundo en el punto más caliente de la guerra fría, hemos pasado a unas 14.000.

Las consecuencias catastróficas de una ofensiva nuclear garantizan a priori la estabilidad estratégica. La destrucción mutua está asegurada. Por muy potente que sea la ofensiva del primero que dispare, la respuesta del enemigo será igual de devastadora.

Ante esta certeza, Estados Unidos y la ex Unión Soviética, en vez de acelerar la escalada nuclear, buscaron la forma de reducir los riesgos de una confrontación. Esta estrategia se mantuvo tras el colapso de la Unión Soviética en 1991.

Sin embargo, 75 años después de Hiroshima y Nagasaki, las cosas han cambiado. La disuasión, como apuntó Erin Connoli, experta en seguridad del Centro para el Control de Armas y la No Proliferación, "vuelve a cimentarse en tener arsenales potentes, en la idea de que las bombas atómicas sobre Japón terminaron la Segunda Guerra Mundial y trajeron la paz. El argumento de que las armas nucleares son armas de paz dificulta su reducción".

Rusia y Estados Unidos poseen el 90% del arsenal nuclear mundial y desde hace cuatro años trabajan para expandirlo y modernizarlo. El Kremlin desarrolla drones submarinos y sistemas hipersónicos para lanzar cabezas atómicas a miles de kilómetros de distancia, mientras que el Pentágono ha obtenido 1,2 billones de dólares para actualizar su estrategia nuclear.

El dictador norcoreano Kim Jong-un aprovechó la distensión con Trump para mejorar su armamento.
El dictador norcoreano Kim Jong-un aprovechó la distensión con Trump para mejorar su armamento.

Ataques cibernéticos

Los escenarios en los que Washington y Moscú estarían dispuestos a utilizar las armas atómicas también se han ampliado para incluir ataques cibernéticos. Los generales del Pentágono que han trabajado a las órdenes de Trump consideran que es imposible recuperar la estabilidad estratégica de la guerra fría. China, Irán y Corea del Norte complican la prevención y la disuasión.

Rusia, Estados Unidos, China y otros países disponen de estrategias ofensivas que combinan varios frentes: el nuclear, el convencional, el cibernético, el bioquímico y el espacial. Un arsenal nuclear, por sí solo, ya no disuade.

"Tener desplegadas 1.500 cabezas nucleares estratégicas bajo las condiciones del New Start no disuade a nuestros adversarios", ha reconocido el general del Pentágono John Hyton, vicejefe del Estado Mayor y antiguo responsable del arsenal atómico.

Gestionar la incertidumbre de un ataque siempre ha sido la tarea más complicada en Washington y Moscú como prueba la crisis de los misiles de 1962 en Cuba. Ahora las incógnitas se multiplican.

"Entramos en una era de inestabilidad estratégica", sostuvo Elisabeth Sherwood-Randall, experta en armamento nuclear del Instituto de Tecnología de Georgia que fue vice ministra de Energía en la administración Obama.

Irán, por ejemplo, también ha avanzado mucho en su programa atómico durante la presidencia de Trump. En marzo tenía suficiente uranio enriquecido para una bomba atómica, pero en julio una explosión, provocada por agentes israelíes, dañó el complejo nuclear de Natanz.

Proliferación atómica

Hoy no hay ningún foro internacional, ninguna iniciativa diplomática para impedir la proliferación atómica. El acuerdo del 2015 con Irán es papel mojado desde que Trump lo denunció.

Biden habla de volver al punto de partida pero sus propios estrategas consideran que es demasiado tarde. Los iraníes no lo aceptarán, como tampoco querrán limitar su programa de cohetes o el apoyo a diversas milicias chiíes, empezando por Hizbulá en Líbano.

Dicen que Estados Unidos no cumple con su palabra. Ellos tampoco. Hoy tienen diez veces más uranio enriquecido del que pueden almacenar bajo las condiciones del pacto nuclear.

Corea del Norte, a pesar de los apretones de manos entre Trump y Kim Jong Un, ha seguido mejorando los misiles balísticos intercontinentales, pero aún no son capaces de resistir la reentrada en la atmósfera. Faltan más pruebas y Kim podría ordenar unas cuantas antes de que Trump se vaya. Así mejorará también su capacidad negociadora con Biden.

A medida que flaquea la fe en la disuasión, aumenta la posibilidad de una guerra atómica limitada. Las bombas se comprimen y los medios para hacer blanco son más precisos. Un estudio de la universidad de Princeton, sin embargo, asegura que las guerras nucleares tácticas no son posibles. Una confrontación entre Rusia y Estados Unidos provocaría 90 millones de muertos y heridos en pocas horas.

Llegado el momento de decidir una intervención militar y más aún si es nuclear, lo que siempre falta es información y tiempo. A la dificultad de tomar una decisión bajo una presión enorme, Biden deberá añadir la complejidad de las nuevas amenazas.

Como apuntó Elisabeth Sherwood-Randall, "hoy nos enfrentamos a nuevas y abundantes herramientas bélicas de alcance estratégico. Aumentan los riesgos de una catástrofe nuclear, ya sea por accidente, por un malentendido o un error a causa de la tensión". Trump agrava aún más estos riesgos al negarle a Biden la información que necesitará para superarlos.

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