Investigación clínica: ¿en qué consiste la disciplina que permite demostrar la eficacia y seguridad de vacunas y otros medicamentos?
La pandemia de COVID-19 brinda una oportunidad para incrementar la concientización sobre el valor de la investigación clínica farmacológica en la Argentina. Todos los días, directa o indirectamente, se habla de la relevancia que tiene esta disciplina para el avance del conocimiento sobre las soluciones contra este coronavirus.
En ese contexto, la Cámara Argentina de Especialidades Medicinales (CAEME), que nuclea a los laboratorios de innovación, responsables del 98% de los estudios clínicos farmacológicos que se realizan en Argentina, aprovechó para explicar los procesos, los estándares que se deben respetar, el rigor metodológico que requieren y los tiempos que conllevan.
En los últimos meses, ha habido cientos de anuncios sobre vacunas candidatas contra el COVID-19, usos experimentales de medicamentos aprobados para otras enfermedades, sueros de animales o plasma de pacientes curados. Todos estos podrían ofrecer un beneficio o no, podrían generar efectos adversos leves o tal vez muy severos.
Las conclusiones derivadas de estudios pequeños o sin la metodología apropiada pueden requerir un cuidadoso análisis de los resultados e inferencias para permitir garantizar que se tenga el conocimiento suficiente sobre determinado tratamiento y estar seguros de que ayudará a la prevención o control de una enfermedad, generando más beneficio que daño. Los estudios clínicos, justamente, son los que miden esas variables a través de metodologías validadas por la comunidad científica internacional.
Incluso sobre medicamentos que existen en el mercado, la metodología científica de estudios clínicos hace posible que se encuentren nuevos uso y aplicaciones, de manera validada, confiable y reproducible, protegiendo la integridad de los pacientes. Los resultados son publicados en revistas científicas en las cuales la metodología y calidad del estudio son analizados por expertos previo a la publicación, una vez reconocida su validez.
Más allá de esta coyuntura puntual, esta disciplina es la que permite los avances en medicina que han cambiado y que cambian constantemente la historia del abordaje de diferentes enfermedades: "descubrir y desarrollar nuevas medicinas que representen avances significativos en la lucha contra enfermedades es un proceso largo y complejo que implica un enorme esfuerzo de la ciencia", sostuvo Fernando Giannoni, director de Asuntos Externos de la Cámara Argentina de Especialidades Medicinales (CAEME).
Demostrar que un medicamento o vacuna es seguro y efectivo lleva tiempo. Se calcula que se demorará aproximadamente 18 meses en obtener una vacuna para el COVID-19, y eso parece mucho, pero es una velocidad récord en comparación con los aproximadamente 6-8 años que llevaría un desarrollo similar bajo circunstancias normales.
Giannoni explicó que todavía algunas voces cuestionan sin fundamento la seguridad, rigurosidad e inclusive la transparencia de los estudios clínicos, perpetuando mitos acerca de esta disciplina: "Es una actividad altamente regulada y pasible de múltiples controles como auditorías e inspecciones. Los protocolos deben cumplir con los más altos estándares de calidad, bajo normas armonizadas en todos los países para que los datos obtenidos sean comparables y aceptados por las autoridades de salud, quienes al final evalúan toda la información presentada para autorizar o rechazar el uso del tratamiento".
La participación en una investigación clínica es voluntaria y totalmente gratuita. "El paciente debe brindar su consentimiento a través de un proceso que incluye compartirle información detallada de todo lo relacionado con la investigación. El voluntario puede cambiar su deseo de participar en cualquier momento, sin consecuencias, y debe recibir toda nueva información obtenida sobre el producto en investigación a través de actualizaciones al proceso de consentimiento", describió la Dra. Paula Barreyro, Directora de Asuntos Médicos y Regulatorios de Janssen Latinoamérica Sur.
"Los participantes están protegidos por Comités de Ética, formados por profesionales médicos, científicos y miembros de la comunidad, que se aseguran de que sean tenidos en cuenta todos los aspectos necesarios para proteger los derechos y seguridad de los participantes. En algunos casos, los estudios clínicos son la última opción para los pacientes que han agotado las opciones terapéuticas disponibles o, como en el caso de COVID-19, aún no hay tratamientos ni vacunas", agregó la Dra. Barreyro.
La investigación clínica farmacológica (los estudios clínicos) es una actividad que abarca 4 fases, que se inicia cuando una droga ya ha completado las pruebas en animales e in vitro y ha demostrado que su eficacia, seguridad y calidad pueden ser evaluadas en personas.
La primera etapa, denominada ‘Fase I’, se realiza en un pequeño grupo de personas y busca evaluar el perfil de seguridad, los efectos adversos. La siguiente etapa, la Fase II, ya es en pacientes, en un grupo reducido, y tiende a medir seguridad, pero también eficacia y dosis. La Fase III ya es en poblaciones más amplias. La Fase IV tiene que ver con estudios y seguimiento de farmacovigilancia de productos ya aprobados y disponibles en el mercado.
Es ligeramente diferente el caso de las vacunas: los estudios son cada vez en grupos más grandes, pero siempre en población sana (no en pacientes que ya estén infectados con el virus o bacteria cuyo contagio se quiere prevenir). Lo que se medirá, en términos de eficacia, es el nivel de inmunogenicidad, que es su capacidad de generar anticuerpos contra un agente determinado.
Cómo el COVID-19 cambió las reglas
"La magnitud de la crisis mundial generada por la pandemia indujo a una cooperación global nunca vista antes en pos de la búsqueda de una solución. Los expertos a nivel mundial se unieron, así como los gobiernos, empresas privadas, centros de investigación, universidades y entes regulatorios, cada uno aportando lo mejor de sí para acortar procesos y proveer el capital humano y económico necesarios. Las inversiones no sólo incluyen la investigación, sino también el acondicionamiento de plantas de manufactura en paralelo a la investigación clínica, con capacidad de producción de millones de dosis de la vacuna de manera anticipada. Estas inversiones de riesgo nunca han sucedido antes y están en relación con el grado de disrupción generada por este nuevo coronavirus", subrayó la Dra. Barreyro.
Es posible que esta experiencia cambie algunas instancias de la investigación clínica a partir de ahora. Demostró que es posible acelerar los tiempos, utilizar la tecnología a mayor escala para monitorear las investigaciones mediante el uso de todas las estrategias informáticas y avanzar en los procedimientos remotos realizados en el domicilio del paciente, por ejemplo.
Se ha potenciado el uso de la ‘telemedicina’, así como el envío de la medicación a la casa de los participantes. Algunas de estas nuevas herramientas o modalidades estaban en evaluación por las compañías, pero no se habían implementado aún, y experimentaron una aceleración significativa frente al desafío de la pandemia y se demostró que eran avances posibles y efectivos.