• 25/12/2024

The Falling Man: la historia detrás de la foto más extraña de los atentados a las Torres Gemelas

El 11 de septiembre de 2001 una serie de cuatro ataques coordinados del grupo terrorista al-Qaeda acabó con la vida de 2.996 personas en Estados Unidos
11/09/2018 - 10:27hs
The Falling Man: la historia detrás de la foto más extraña de los atentados a las Torres Gemelas

Hace exactamente 17 años, en la mañana del 11 de septiembre de 2001, una serie de cuatro ataques coordinados del grupo terrorista Al Qaeda acabó con la vida de 2.996 personas e hirió a otras 6.000. Durante este tiempo, una poderosa instantánea sigue siendo un misterio: ¿quién era "The Falling Man"?

Hace varios años, Richard Drew, fotoperiodista para The Associated Press durante el 11S, recordaba parte de lo ocurrido en aquella fatídica mañana. A Drew lo llamaron a primera hora para cambiarle los planes: de un desfile de moda debía acudir a toda prisa a las Torres Gemelas.

Cuando regresó a casa después de lo que probablemente había sido el día más duro de su vida como profesional, llevaba a cuestas las cámaras que contenían la descardada realidad que había tenido lugar en Manhattan. El fotógrafo no se podía quitar de la cabeza las imágenes de cientos de personas saltando de los pisos superiores de las Torres por el calor y el humo insoportables y la falta de escapatoria por las escaleras o el techo.

De hecho, tenía tantas instantáneas de la barbarie que todas juntas acabaron conformando un libro. Sin embargo, de la docena de fotogramas de la secuencia caótica y dolorosamente mortal que había inmortalizado, uno destacaba sobre el resto.

Era una imagen “tranquila e íntima”, como llegó a expresar Drew. Y con una composición sólida: quien quiera que fuera estaba boca abajo, en una posición perfectamente vertical, un encuadre insólito y majestuoso dividiendo las Torres Norte y Sur si no fuera porque lo que estaba retratando era la muerte anunciada de una figura humana.

 

The Falling Man, como se tituló, parece relajado, bajo control, el que eligió saltando como destino. También contenido. Algunos ven en la imagen estoicismo, fuerza de voluntad, un retrato de resignación; otros ven algo más, algo discordante y terrible: libertad. Hay algo casi rebelde en la postura del hombre, como si una vez enfrentado a la inevitabilidad de la muerte, el desconocido decidiera continuar con ello; como si fuera un misil empeñado en alcanzar su propio fin.

La fotografía se toma 15 segundos después de las 9.41 a.m. hora local, posiblemente, en el momento en que se toma la instantánea su cuerpo se acelera a gran velocidad y pronto viajará a más de 240 km/h.

La imagen de Drew apareció la mañana del 12 de septiembre en la página siete de The New York Times, así como en innumerables periódicos en todo el país y el mundo. Sublime y confusa a la vez, perfilaba una decisión incomprensible, cuya gravedad dejaba impactado al espectador una y otra vez sin importar cuántas veces la viera. The Falling Man no estaba identificado, sin embargo, su silueta fue el espejo del horror, incluso sin un nombre oficial.

Quién era

Tras la publicación en el NYT, muchos lectores se escandalizaron y la opinión público se echó encima de los diarios. La mayoría tildaban la imagen de “grosera” o “voyeurista”, y finalmente muchos de los periódicos decidieron dejar de publicarla, se autocensuraron convirtiendo la instantánea en la “fotografía más famosa que nadie ha visto”, según comentó entonces Drew.

Sin embargo, dos investigaciones periodísticas iban a cambiar para siempre el concepto que se tenía de la foto. El primer reportaje fue obra de Peter Cheney, periodista de The Globe and Mail encargado de tratar de descubrir la identidad de The Falling Man. Cheney no tuvo suerte, pero su trabajo lo retomó Tom Junod para realizar el más certero de los reportajes sobre el caso en el año 2003 para Esquire.

En realidad, lo que ocurrió fue de lo más natural tras un evento de estas características. En los días posteriores al ataque que mató a casi 3.000 personas, la gente pedía imágenes de heroísmo y triunfo en medio de una tragedia insólita para las portadas de las primeras páginas de los periódicos.

A medida que pasaba el tiempo una corriente comenzó a indagar en ese pasado reciente que nadie quería abrir. ¿Quién era aquel hombre y cuál fue su historia?

Cheney, inicialmente encargado de resolver el misterio, descubrió que el hombre era de origen latino, con barba de chivo, pantalón negro y camisa blanca; similar, quizás, a la de un trabajador de restaurante. Por tanto, era posible que el hombre trabajara en Windows on the World, un restaurante en la parte superior de la torre norte que perdió setenta y nueve de sus empleados.

También es posible que haya trabajado en el servicio de catering Forte Food, que perdió a 21 de sus empleados, en su mayoría indios, árabes y latinos. Muchos tenían pelo corto y el mismo tipo de barba. De hecho, uno de los hombres más nombrados como posibles responde al nombre de Norberto Hernández, quien trabajó en Windows como pastelero.

Cheney le tomó una fotografía a su hermano Tino y su hermana Milagros, quienes identificaron a The Falling Man como Hernández. El periodista dudaba, así que llevó la instantánea al funeral de Hernández y se la mostró a la mayor de sus tres hijas, Jacqueline. Sus palabras textuales fueron: “Esa mierda no es mi padre”. Desde entonces, la imagen ha dividido a la familia de Hernández.

Como luego explicó Junod, había otra característica que podría ser la clave para descubrir su identidad: una camiseta naranja brillante que llevaba debajo de la blanca, una que se ve en varias de las doce imágenes capturadas por Drew.

“Yo lo vestí ese día”, explicaba Eulogia, la mujer de Norberto Hernández, “y mi esposo no tenía una camisa naranja esa mañana”.

Por tanto, y tras descartarse, los periodistas apuntaron a Jonathan Briley, quién sí usaba regularmente una camiseta naranja. Briley también trabajó en Windows y era un hombre negro de piel clara, con bigote, perilla y pelo corto.

Sus compañeros de trabajo también creen que Falling Man era él. Su hermano Timothy, quien tenía la tarea de identificarlo, lo reconocería por sus zapatos, similares a los representados en la captura. Vestía una camiseta naranja tan a menudo que Timothy solía burlarse de él por ello.

Sea como fuere, con los años se han dado otras probabilidades, ninguna confirmada oficialmente, y tal vez sea lo mejor. “La imagen es su cenotafio”, concluye Junod en su pieza de Esquire (a la que le siguió una película documental).

“Y al igual que los monumentos dedicados a la memoria de soldados desconocidos en todas partes, pide que lo miremos y hagamos un simple reconocimiento. Que hemos sabido que existió The Falling Man todo el tiempo”, zanja el periodista.

El 11 de septiembre fue el evento más fotografiado de la historia, incluso sucediendo justo antes de la proliferación y estallido generalizado de las cámaras en los teléfonos móviles. En aquel momento de la historia estábamos a años de la verdadera revolución de las redes sociales, esas que permiten compartir información a niveles sin precedentes.

Es posible que de haber ocurrido unos años después, herramientas como Facebook o Instagram hubieran revelado la identidad de ese hombre que cae. O igual el ruido generado hubiera distorsionado aún más la realidad.

Hoy, casi dos décadas después de lo ocurrido, su figura sigue siendo un enigma, aunque también la imagen más poderosa con la que recordar y no olvidar lo que supuso el horror del 11 de septiembre.