¿Trump es macrista o peronista?: el insólito debate de la política ante la ola antiglobalizadora
Hay una particularidad que suele distinguir a los argentinos de los ciudadanos de otros países. Ante cada hecho internacional relevante, caen en la tentación de hacer analogías con la situación doméstica.
Entonces, todos los debates sobre lo que sucede fronteras afuera terminan por transformarse en polémicas internas.Uno de ellos, que se escucha por estos días, es si Donald Trump es "peronista" o si, más bien, es la versión "yanqui" de Mauricio Macri.Otro es si la nueva ola antiglobalización, con candidatos "antisistema", será determinante a la hora de medir qué tan bien o mal le irá al actual Gobierno.
Para medios de comunicación y redes sociales, se trata de un debate divertido, aunque bastante confuso.
Durante las primeras horas posteriores a la victoria de Trump, se observó una suerte de "competencia" por tomar distancia del nuevo mandatario.
- Los liberales y partidarios de Macri no dudaban en remarcar la tendencia "populista y demagoga" del presidente recién electo
- En tanto, los simpatizantes de Cristina Kirchner se esmeraban en encontrar paralelismos entre la vida de Trump y la de Macri: ambos ricos, con origen empresarial y un discurso rupturista respecto del de la clase política tradicional.
Hasta ahí, el panorama iba por carriles previsibles, con las consabidas "chicanas" entre partidarios de uno y otro bando.
Hasta que Cristina Kirchner apareció para hacer un mayor aporte a la confusión: hizo una descripción de Trump que se parece mucho a una reivindicación.
"A nosotros nos acusaban de proteccionistas y fíjense lo que acaba de suceder en la economía más importante del mundo. Ganó alguien que hace del proteccionismo de sus trabajadores de y su mercado interno una bandera", dijo la ex presidenta.
Por insólito que parezca (y para confusión de sus militantes), Cristina recurrió a Trump para criticar la apertura comercial del macrismo y para justificar las regulaciones y cierres de mercado que fueron sello de su gestión.
"El que crea que ganó el Partido Republicano está equivocado. Ganó alguien que representa la crisis de la representación política, producto de la aplicación de políticas neoliberales", agregó.
En su interpretación, lo que busca la sociedad estadounidense es un líder "que rompa con un establishment económico que lo único que ha causado es pobreza, desalojo y pérdida de trabajo".
Lo que queda implícito en sus palabras es que si el triunfo de Trump es consecuencia del rechazo al neoliberalismo, entonces Barack Obama es quien encarna las banderas derrotadas del ajuste e inequidad social.
Todo un cambio para Cristina quien, en 2009, cuando asumió Obama lo elogió ampliamente por su discurso favorable a la "inclusión social". Hasta llegó a compararlo con el mismísimo Juan Domingo Perón.
Los consejos de ObamaEn la vereda de enfrente, también la situación es rara. En particular, para el presidente Macri quien, hasta ahora, había demostrado una notable sintonía con Obama. Tal es así que:
- Su eslogan de campaña -"Sí se puede"- surgió de traducir literalmente el "Yes, we can"
- El nombre de la coalición "Cambiemos" es una réplica del "Change we can believe in" utilizado en 2008
Además, el Presidente argentino había colmado de elogios a su par norteamericano y lo señaló como una fuente de inspiración para su propia gestión.
Ni bien asumió la presidencia, Macri se propuso cambiar drásticamente la política exterior kirchnerista y dejar de lado el alineamiento con los "villanos" del panorama global, como Rusia, Irán y Venezuela.
Su acercamiento a los Estados Unidos no se limitó al esperable intento de recomponer relaciones con el mercado internacional de crédito. Más bien, se notó una suerte de emulación del estilo de gobierno de Obama.
En la reunión que mantuvieron en marzo, el mandatario local destacó cómo el estadounidense revitalizó al país tras haber recibido una "pesada herencia".
Concretamente, remarcó que se encontró con una nación con un agudo déficit, en recesión y con el trauma de la crisis financiera e hipotecaria que le había dejado George Bush.
Además de felicitarlo por la forma en que estabilizó la situación económica e hizo retornarla a la senda de crecimiento, expresó que había tenido la firmeza política suficiente como para soportar las dificultades del ajuste inicial.
Sólo así, un tiempo después, pudo empezar a ver los frutos. ¿Cuánto tiempo? Acaso Macri, en su elogio, dio una pista al consignar que EE.UU. llevaba 72 meses consecutivos de crecimiento y creación de empleo.
Entrelíneas, dio a entender que Obama, antes de ver resultados, tuvo que tomar medidas desagradables de ajuste durante 15 meses.
Por cierto, no es tan diferente a lo que el macrismo supone que será la evolución de su plan económico.
Las fichas ahora están puestas en el 2017 cuando, según los planes de Alfonso Prat Gay, habrá pasado la peor parte del ajuste.
El mensaje parecía obvio: para Macri existe un paralelismo entre las circunstancias en las que él y el mandatario estadounidense llegaron al poder.
Pocas semanas antes, ante las consultas de los medios, el Presidente argentino había dejado en claro que, a pesar de conocer personalmente a Trump (o acaso por eso mismo) no le simpatizaba su candidatura ni sus propuestas.
Tras aquella reunión con Obama, Macri mostró un cambio de actitud que muchos atribuyeron a la influencia del mandatario estadounidense: abandonó la preferencia por un camino gradualista y eligió medidas drásticas, tipo "shock", como el "tarifazo" de los servicios públicos.
En aquel momento, se atribuyó esa actitud a una recomendación del jefe de Estado norteamericano, quien le hizo notar que cuanto más rápido se tomaran las medidas desagradables, más pronto llegaría la recuperación.
En otras palabras, cuanto más se demorara, más difícil le resultaría hacer las reformas.
A destiempoMedio año después, Macri debe estar pensando que el panorama cambió en un sentido que él no hubiese esperado.
Pagó un alto costo político por el "tarifazo" que luego fue frenado por la Corte Suprema, la inflación sigue alta y -como si esto fuese poco- la economía no sale de la recesión.
Los "amigos" estadounidenses trajeron los ansiados dólares pero no tanto con destino a inversiones productivas sino, más bien, para la "timba" financiera.
Pero, sobre todo, se encuentra con la amarga sensación de aplicar políticas a destiempo de la onda internacional.
Justo cuando necesita a tomar más crédito -para hacer más soportable el ajuste-, cambia el humor del mercado y se preanuncia una suba de las tasas.
En momentos en que pretendía estabilizar el tipo de cambio, tras la devaluación de enero, todos los vecinos devalúan.
Y, sobre todo, cuando había empezado una tibia apertura de importaciones para frenar el alza de precios, Trump vuelve a poner de moda la apuesta por el cierre comercial.
Es la contradicción que subrayó Cristina Kirchner. Y es también la oportunidad para que Macri demuestre qué tan sólida es su visión liberal sobre la economía.
Por lo pronto, la prioridad del Gobierno es enmendar el efecto boomerang que causó la simpatía por Obama y por la candidatura de Hillary Clinton.
Tras haberse "jugado" a un resultado que parecía cantado, ahora tuvo que poner en marcha un plan para recomponer relaciones.
La canciller Susana Malcorra lideró el operativo de contactar a los republicanos a cargo de la nueva política exterior "trumpista".
El objetivo de corto plazo es el de asegurarse que no habrá un freno en los acuerdos en marcha. Sobre todo en los que implicaban incentivos a la radicación de inversiones y en aceitar el comercio bilateral.
También, desde ya, es prioridad absoluta que Estados Unidos mantenga su actitud de colaborar en la transparencia con el intercambio de datos fiscales.Sin ese punto, el blanqueo de capitales corre riesgo, porque sólo el miedo convencerá a los argentinos con cuentas bancarias en los EE.UU. de que tienen que dar a conocer sus tenencias.
Una esperanza para Macri es que un directivo del JP Morgan, Jamie Dimon, suena como eventual secretario del Tesoro. Medio equipo económico, empezando por el ministro Alfonso Prat Gay, son ex "morganites".
Se descuenta que Trump tendrá a la Argentina en un lugar muy lejano en su agenda, si bien aún no está claro si eso resultará un punto a favor o una desventaja.
Por lo pronto, lo que sí queda en evidencia es que gran parte de la mejor o peor convivencia entre los dos países dependerá de la relación personal entre los mandatarios.
No deber haber presidente del mundo con quien Trump haya tenido una relación más parecida a una amistad que con Macri.
Se conocen hace más de 30 años, estuvieron frente a frente en una mesa de negociaciones por emprendimientos inmobiliarios, jugaron juntos al golf, compartieron almuerzos, cenas y reuniones tensas junto a abogados y asesores financieros.
"Yo tuve que firmar un contrato por 600 millones de dólares. Tenía 24 años y tuve que negociar con ese tipo que ahora es candidato a presidente, totalmente chiflado", decía Macri cuando ambos estaban todavía lejos de convertirse en presidentes.
No vaciló en calificarlo como "un tipo muy exhibicionista", cuya jornada consistía en "un show off, toda una actuación de la mañana a la noche".
La apuesta del Gobierno argentino es a que Trump haga prevalecer la vieja amistad y "perdone" a Macri su prematuro alineamiento con los demócratas.Trump, que ha hecho de la incorrección política y las frases sin filtro todo un estilo personal, probablemente sepa entender la situación.