Es más desconocido que su contraparte, el burnout, que se sufre por exceso de tareas, pero el desinterés crónico también genera efectos nocivos
ACTUALIDAD - 15 de Mayo, 2016

Demandó a la empresa porque se aburría. El caso es real. Se trata de Frederic Desnard, de 44 años, empleado en una empresa de perfumes que entró en decadencia.

Cuando la firma estaba en su esplendor, Desnard era el jefe de Servicios Generales y no paraba de trabajar, atendiendo pedidos de mantenimiento o administrativos de todas las áreas.

Pero en 2010 el cliente más importante de la empresa no renovó el contrato y las actividades empezaron a decaer, con el consiguiente temor de perder el trabajo por parte de cada uno de los empleados.

Las asistentes, por ejemplo, que antes le reclamaban docenas de tareas por día, empezaron a hacerlas por sí mismas.

El motivo es natural y visible. Cada cual necesitaba demostrar que era necesario para la organización y buscaba en qué ocuparse.

No es nuevo. Hay una antigua aseveración, frecuentemente empleada en los seminarios sobre organización y liderazgo, que reza así: abran un espacio en algún lugar de la oficina, ubiquen un escritorio y una computadora, bolígrafos y papeles, contraten a cualquiera sin darle una tarea específica y comprobarán que en un año se convertirá en imprescindible.

Habrá de ser así porque quien ocupe aquel escritorio hará todo lo pueda para justificar su puesto y permanecer en la compañía. Casi nadie quiere ser despedido, en tanto el trabajo sea importante en su vida. Pero las actividades en sí mismas tienen dos caras.

Una es el exceso, que produce estrés (el "burnout"), pero también existe el "boreout", su contracara, que es aburrimiento o desinterés que producen las tareas asignadas.

Cuenta Desnard que pasó de tener toda la jornada laboral ocupada, a contabilizar "entre 20 y 40 minutos de trabajo efectivo". Y agrega: "Ya no tenía energía para nada. Experimentaba un sentimiento de culpabilidad y de vergüenza al percibir un salario por nada". Tanto el "burnout " como el "boreout" son dañinos.

En marzo de 2014, Desnard tuvo un accidente de tráfico, pasó seis meses retirado por razones de salud y a su vuelta, fue despedido.

Allí se inició el juicio por 350.000 euros, con final abierto aún, ya que las alteraciones sufridas son atribuidas al descenso de trabajo que tuvo que soportar en la empresa.

Podríamos decir que es un caso curioso, pero solamente por la acción judicial emprendida, porque los casos de "boreout" son más frecuentes de lo que se cree.

Por lo general, tienen mayor prensa los casos de estrés por exceso de trabajo que hasta llega a gozar de cierto prestigio. Algo así como que "matarse por el trabajo" está bien visto.

Tener poco trabajo es casi vergonzoso y difícil de confesar. De acuerdo cona un interesante artículo publicado en "El País," de España, redactado por Helena Vidal-Folch, solo un 20% sufren fatiga crónica en Europa provocada por el trabajo y presupone que hay muchos más los que tienen tiempo de sobra o poco interés, "una silenciosa situación laboral que se caracteriza por una tensión interior constante debida a la baja exigencia, la insatisfacción, la indiferencia y el aburrimiento".

Los motivos y las soluciones son varias. En principio, es necesario cuestionarse si uno se encuentra haciendo la tarea adecuada o en la empresa adecuada. Esta sería una definición personal, individual.

Por otro lado, hay una responsabilidad de la empresa, cualquiera sea ésta, respecto a la organización del trabajo, su distribución y la adecuación a las necesidades de cada uno en toda la medida de lo posible, según La Nación.

Nadie podría afirmar que es un compromiso sencillo de afrontar, desde cualquiera de las dos partes. Nadie podría negar que es necesaria.

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