Internet de las cosas, la clave para el desarrollo de las nuevas "smart cities"
Desde hace algunos años, Internet de las Cosas (IoT) –la posibilidad de interacción digital entre objetos, por Internet, sin la intervención de seres humanos– se ha convertido en uno de los términos de moda en el mercado de tecnología.
Si llevamos este concepto a un entorno urbano, las tecnologías que componen IoT brindan inteligencia a los procesos existentes o crean nuevas maneras de realizar antiguas tareas. Esto da origen a las "smart cities".
El potencial económico y social de estas tecnologías es gigantesco. Estimaciones de McKinsey muestran que las aplicaciones de IoT en las ciudades permitirán ahorrar u$s1.700 millones al año para 2025.
Los principales beneficios se verán en el área de salud pública, que ahorrará alrededor de u$s700.000 millones al año dentro de diez años gracias al uso de la tecnología.
Otras áreas, como transportes, gestión de recursos y seguridad también recibirán un fuerte impacto a lo largo de la próxima década.
Pike Research prevé que el mercado global de soluciones para smart cities sumados a los servicios para su implementación moverá u$s408.000 millones hasta el 2020, e impactará sobre otros segmentos (como los de ingeniería e infraestructura física y lógica) que moverán otros cientos de miles de millones de dólares en ese período.
Cada ciudadano tiene en el bolsillo el elemento esencial de las smart cities: el smartphone. Esta es una pieza fundamental para que las personas puedan interactuar e interferir en la administración pública.
Todos los días, personas alrededor del mundo usan sus celulares para convertir sus ciudades en mejores lugares para vivir.
Nuevas aplicaciones ayudan a solucionar problemas diarios como encontrar un camino con menos tránsito, conocer el horario del transporte público o pedir un taxi.
Más allá del smartphone, una serie de tecnologías “invisibles” se deben implementar en las ciudades para que se vuelvan realmente inteligentes.
La arquitectura de una smart city pasa por la construcción de una infraestructura de redes sólida y con alta presencia, basada en estándares tecnológicos que le permita crecer de manera segura y que, al mismo tiempo, garantice que las inversiones se conserven a lo largo del tiempo.
Una infraestructura de red única, convergente, que soporte todos los servicios de los que dependen las ciudades, con alto nivel de seguridad y disponibilidad y que, en su construcción, considere no solo el costo sino la calidad y escalabilidad del proyecto.
A esta red deben estar integrados los millones de sensores esparcidos por las ciudades para los más variados fines.
Instrumentos capaces de recopilar datos climáticos y de tráfico, información sobre distribución de electricidad, gas y agua, imágenes en tiempo real, en fin, toda una variedad de información capaz de reproducir digitalmente toda la pulsación de la ciudad en cada una de sus actividades.
Finalmente, se hace necesaria una inversión en capacidad de procesamiento, almacenamiento y soluciones analíticas, o sea, en la “inteligencia” de este ecosistema.
Las soluciones de Big Data Analytics, capaces de procesar los petabytes de datos recopilados y de extraer información útil, son el cerebro de las ciudades del futuro.
A ellas se deben agregar reglas de negocios y aplicaciones que permitan que toda esa tecnología llegue a los usuarios finales y efectivamente impacte en el día a día de los ciudadanos.
Para crear ciudades inteligentes no alcanza con aplicar la tecnología puntualmente. Por eso, se hará necesario invertir a lo largo de los próximos años para que las ciudades inteligentes se vuelvan realidad.