Tras el "tucumanazo", vuelve a corporizarse el peor miedo de Scioli: una fuga de votos "por izquierda"
En las últimas semanas, Daniel Scioli ha visto concretarse, una a una, sus peores pesadillas: la provincia de Buenos Aires volvió a inundarse a pesar de que dejó de llover, el dólar se dispara y hasta Carlos Tévez ha hecho declaraciones que le podrían restar votos.
Pero, por sobre todas las cosas, si hay algo que al candidato le preocupa es el riesgo de una fisura interna en el kirchnerismo, una ruptura que pudiera representarle una fuga de votos "por izquierda".
Quedó en claro que esa era la preocupación compartida por Scioli y Cristina Kirchner cuando, en el primer acto realizado por la Presidenta tras las inundaciones, les pidió a los militantes de La Cámpora en la Casa Rosada que le perdonaran al candidato su "equivocación" de haber viajado a Italia en plena catástrofe.
No había terminado de recuperarse de ese difícil trance político, cuando Scioli ya se vuelve a enfrentar con otro posible motivo de grieta interna, vinculada a la represión en Tucumán.
Tras una reacción inicial que le costó muchas críticas -cuando pareció minimizar la gravedad de la quema de urnas-, el candidato del Frente Para la Victoria intentó tomar distancia del "tucumanazo" con declaraciones en las que condenó el accionar policial, al que calificó como "autoritario".
De esa manera, la estrategia parecía resolverse con cierta elegancia: apoyaba a sus socios tucumanos, reivindicaba el triunfo electoral y, al mismo tiempo, se mostraba contrario a la violencia.
Sin embargo, tal vez ello no resulte suficiente. El Centro de Estudios Sociales y Legales (CELS), un referente ineludible para el ala izquierda del kirchnerismo, emitió un duro documento en el cual no sólo cuestiona la represión sino que identifica en la figura del gobernador José Alperovich al responsable máximo por los graves incidentes.
Todo un baldazo de agua fría para la estrategia de Scioli, que estaba buscando la forma de mantener su apoyo al peronismo tucumano sin que ello implicara pagar el costo político de irritar al sector más "progresista" del kirchnerismo.
El CELS, dirigido por Horacio Verbitsky, es una institución referente y de fuerte influencia en toda la temática de los derechos humanos. Y resulta difícil imaginarse un candidato del FPV que sostenga una postura discrepante, o que meramente ignore, una acusación de este tipo.
"Hoy el gobernador de la provincia de Tucumán, José Alperovich, declaró que está en desacuerdo con la represión y que la justicia está investigando las responsabilidades. Sin embargo, él es quien está a cargo del gobierno de la policía provincial que llevó adelante un operativo violento, descontrolado y sin profesionalidad", afirma el documento.
"Los preocupantes intentos de desestabilizar el proceso electoral y deslegitimar su resultado no pueden justificar una actuación policial como la ocurrida. Por el contrario, las autoridades deben encontrar formas de canalizar el conflicto político, garantizar la protección del ejercicio del derecho a la protesta y la integridad física de todas las personas involucradas", agrega el CELS.
Recuperación frustrada y teoría conspirativa
Lo cierto es que, a esta altura, el resultado de la elección tucumana pasó a ser un hecho secundario, opacado por la violenta jornada electoral y las acusaciones de clientelismo y fraude. Lo que en la previa era visto como la gran oportunidad para que el Frente Para la Victoria recuperase algo de oxígeno político, terminó teniendo el efecto casi contrario.
Mientras en el comité de campaña sciolista hacen la evaluación del daño, el discurso oficial del kirchnerismo se ha vuelto a centrar en la teoría conspirativa.
Algo de eso había esbozado el propio Scioli, cuando afirmó que "vieron venir el resultado y abrieron en paraguas". Y acusó directamente a los dirigentes opositores: "primero fueron contra el voto de los jóvenes, después quisieron suspender las elecciones y ahora ponen un manto de duda" sobre los comicios.
Pero quien tomó la voz cantante para ese objetivo fue el jefe de Gabinete, Aníbal Fernández, quien acusó a la oposición de aplicar "un sistema preparado afuera de nuestro país para deslegitimar las elecciones de los argentinos"
"Lo venían diciendo durante toda la semana, van a hacer fraude, van a hacer fraude, y como pierden lo denuncian sin pruebas. Entonces esto queda como la profecía autocumplida", indicó.
Sobre la quema de 42 urnas durante los comicios, afirmó que "se detuvieron a los responsables" y que entre ellos hay "cuatro personas ligadas a la oposición".
Para Fernández, "esto excede al perverso y excecrable de (Jaime) Durán Barba, viene de otro lugar, de una de las tantas agencias que les gusta participar de forma subrepticia con sus alcahuetes (Elisa) Carrió, Laura Alonso, seguramente hasta cobrando".
"Tratan de deslegitimar las elecciones, se comienza una semana antes batiendo el parche, después se va a elecciones, la gente se expresa normalmente y denuncian", agregó el jefe de Gabinete.
Lo que todavía no está claro es hasta qué punto esa pirotecnia verbal terminará por ayudar o si podrá perjudicar los intereses de Scioli. La opinión generalizada dentro del peronismo es que Aníbal Fernández le pone un "techo bajo" al FPV en la provincia de Buenos Aires, donde el resultado fue magro en sectores del interior rural y de predominancia de la clase media.
De manera que ese protagonismo en el uso de la palabra y la tendencia a las acusaciones puede resultar un arma de doble filo. De hecho, por más que luego hayan mostrado gestos componedores, no resultará fácil borrar el recuerdo de la fisura entre Aníbal y Scioli durante el tramo final de las PASO y luego, cuando se produjeron las inundaciones. El "¿trajiste alfajores?" ya tiene ganado un lugar de privilegio entre las frases célebres de esta campaña electoral.