China siempre estuvo cerca: Cristina busca oxígeno político y financiero para la etapa final de su gobierno
Escalerilla de avión, alfombra roja, guardia de honor, hotel cinco estrellas, brindis, apretones de manos, sonrisas para la foto, cenas de gala...
Los viajes internacionales están entre las mejores cosas que les ocurre a los presidentes, sobre todo si el clima doméstico no es tan amable y entonces el país anfitrión ofrece, además, la posibilidad de una pausa refrescante en medio del estrés político.
Pero para Cristina Kirchner nunca un viaje se había parecido tanto a una gran bocanada de oxígeno como el que inicia en China. Primero, porque la potencia asiática es, a esta altura, el último soporte financiero en el último año de un gobierno al que el mundo considera en default.
Pero además, inesperadamente, porque la reunión con su colega Xi Jinping le brinda a Cristina la posibilidad de tomar distancia de la crisis política creada tras la denuncia y la muerte del fiscal Alberto Nisman.
En los últimos días circularon versiones en sentidos opuestos: algunas decían que la Presidenta quería adelantar su partida, como forma de salir del centro de la escena. Otras, en tanto, apuntaban que se había intentado, sin éxito, posponer la cumbre presidencial, justamente por el clima político.
Lo cierto es que la fecha originalmente prevista no se modificó, de manera que Cristina, con bota ortopédica y en el epicentro de su más grave crisis política, continuará su agenda en las antípodas de la Argentina, acompañada por una comitiva de 300 empresarios.
Claro que antes de partir, y en esta misma línea de intentar recuperar la iniciativa, la Presidenta volvió a reaparecer en cadena nacional. En ese marco anunció un aumento a los jubilados ("el más grande y más alto" desde que se sancionó la ley, se encargó de remarcar), pero también aprovechó para hacer un largo repaso sobre la "década ganada".
Un respiro en el caosAhora bien, ¿beneficia o perjudica a Cristina un viaje a China en un momento como este? Las opiniones de los expertos en opinión pública están entre neutro y positivo.
Si el viaje se hubiese hecho sin que la Presidenta hablara sobre el caso Nisman en la cadena televisada, sin dudas la percepción sería negativa.
"No la hubiese ayudado irse sin antes hacer alguna declaración. La gente quería escuchar alguna respuesta. En cuanto a su viaje, no creo que en un momento como éste la gente lo tenga presenta como algo relevante, creo que tendrá un efecto neutro", apunta Mariel Fornoni, directora de la encuestadora Management & Fit.
Pero el consultor Roberto Starcke considera que la decisión de mantener la agenda y realizar el viaje a China fue correcta.
"Es una buena oportunidad para volver a la primera línea de la actuación pública. Puede ser positivo en el sentido de su reaparición en la agenda y la podría ayudar en cuanto a su imagen pública. Claro que el viaje tendría que mostrar algún resultado importante, y eso es algo que no está tan claro", afirma el consultor.
Sus dudas apuntan, sobre todo, al hecho de que el Congreso no ratificó aún los acuerdos de cooperación e inversión firmados en la visita de Xi Jinping del año pasado. Fue allí cuando se concretaron negociaciones que el Gobierno considera vitales, como el swap de monedas para reforzar las reservas del Banco Central, o la venta de nuevos trenes para la línea Sarmiento.
En ese sentido, Starcke advierte sobre el riesgo de que el viaje no muestre grandes avances: "Hay que tener en cuenta que el protocolo chino es muy rígido, y el hecho de no llevar esa ratificación parlamentaria en la mano tal vez haga que el viaje pueda ser frustrante. Dependerá del margen que tenga Cristina; para ella, ésta es una oportunidad que no se debe desaprovechar".
Para Enrique Zuleta Puceiro, uno de los más influyentes analistas de opinión pública, el viaje a China es una de las pocas oportunidades del Gobierno para reivindicarse ante la sociedad.
De todas formas, cree que el resultado de la cumbre con el gigante asiático está condicionado por el hecho de que Cristina esté atravesando la fase final de su mandato.
"Al Gobierno le quedan sólo siete meses de vida útil. Está tratando de limitar la erosión en sus principales políticas, incluyendo las relaciones exteriores. En ese marco, el encuentro con China puede ayudar, pero en el fondo todos saben que los acuerdos serán revisados por la administración que venga después", afirma Zuleta.
El amigo con billetera
Beijing nunca estuvo cerca, pero tiene sus encantos que compensan por el agotador viaje. La primera vez, en 2004, Cristina acompañó a Néstor, mientras China rápidamente se convertía en un factor importante de la recuperación económica, gracias a su masiva compra de soja.
Luego, en 2010, ya como mandataria, Cristina volvió y firmó acuerdos que abrieron la posibilidad de inversiones en infraestructura. En ese momento, China estaba consolidado como nueva potencia mundial con la cual el país buscaba un acercamiento estratégico.
Ahora la Presidenta regresa, en circunstancias en que China ya no es apenas un país con el que conviene tener buenas relaciones, sino que directamente representa el último salvavidas para el castigado "modelo K".
Es gracias a los u$s2.700 millones -o, mejor dicho, su equivalente en yuanes-, que el Banco Central puede sostener la calma financiera y mostrar reservas por encima de u$s31.000 millones, después de haber tocado el nivel crítico de u$s26.000 millones.
Y esa dependencia ha crecido en la medida en que los avatares judiciales en Nueva York han llevado nuevamente al país al default y ha quedado cerrada la posibilidad de acceder al crédito externo.
También es por la cercanía estratégica con China que el ministro Florencio Randazzo puede cortar cintas de los nuevos vagones. El costo de la renovación ferroviaria que busca dejar atrás la tragedia de Once es de u$s2.100 millones.
Y, por cierto, sin China no sería posible financiar la construcción de las represas santacruceñas Néstor Kirchner y Jorge Cepernic, que costarán u$s4.700 millones.
Para completar el listado de la "buena onda" con China, el presidente de YPF, Miguel Galuccio, anunció la firma de un preacuerdo con la petrolera Sinopec, que abre la posibilidad de inversiones para explorar petróleo y gas en el yacimiento de Vaca Muerta.
Sin dudas, todo un logro para "el Mago" justo en pleno desplome del precio del petróleo que ha hecho revisar los planes de inversión en todo el mundo, especialmente en las zonas del "shale", que tiene altos costos de producción.
En definitiva, lo que perciben los analistas es que la "China-dependencia" aumenta proporcionalmente a la desconfianza que el "modelo" despierta en el empresariado local, que se muestra poco dispuesto a realizar inversiones en el actual clima político.
"Mientras esté La Doctora, sólo el chino conquistador o el ruso oportunista podrán racionalmente poner alguna moneda", describe con su estilo corrosivo el analista Jorge Asís.
Desde su punto de vista, estas potencias son las únicas que arriesgan la inversión en el país porque perciben la oportunidad de un beneficio grande a futuro. Acaso, afirma Asís, demasiado grande: "Los chinos, precisamente, cumplen una digna función cultural. Son los que nos van a hacer revalorar, incluso, hasta a los españoles".
La desconfianza por la letra chica
Para Cristina, además de aportar oxígeno en lo político, la visita a China supone, también, la confirmación de que el único aliado de peso que le queda a su gobierno continúe con su política de "billetera abierta".
Pero la Presidenta se enfrenta a una paradoja: cuanto mayores sean las señales amistosas por parte de China, más se expone a las críticas, porque muchos ven este acercamiento estratégico como un arma de doble filo.
Las manifestaciones de preocupación se han intensificado en los últimos tiempos, en el sentido de que los "favores" de China podrían tener un alto costo en el mediano plazo, tanto en el plano financiero como en la cesión de áreas estratégicas para el país.
Como siempre, la más ácida crítica fue la diputada Elisa Carrió, quien ha trazado un paralelismo histórico: la relación de Cristina y el gobierno chino como una versión moderna del pacto Roca-Runciman de 1933.
Aquel acuerdo, firmado con el objeto de garantizar el mercado británico para las carnes argentinas, otorgó amplias ventajas al comercio de manufacturas inglesas y hoy es considerado por los historiadores como un trato perjudicial para el país, que por años quedó supeditado a la entonces primera potencia mundial.
La crítica pone el dedo en un punto sensible para el relato K, dado que a Cristina le gusta, en estos viajes, presentar su política exterior como una búsqueda alternativa a la prevalencia de las potencias occidentales.
Por caso, el economista Federico Muñoz se pregunta cómo es posible que China haya aceptado un swap para financiar un gobierno al cual su propia agencia de riesgo crediticio pone en situación de default.
Y se pregunta si la firma del swap, a pesar de esas advertencias, no implicará la existencia de cláusulas ocultas. Para el analista, esto podría estar ligado al acceso privilegiado de China a negocios energéticos, mineros y de infraestructura, incluyendo el "salto" a licitaciones.
"El swap con China se convierte en una parábola muy ilustrativa de las inconsistencias del relato oficial en el fin de ciclo. Por un puñado de divisas, cruciales para llegar al final de 2015 sin crisis cambiaria, Cristina arría las banderas de independencia y soberanía económicas y concede a una potencia extranjera privilegios propios de una relación colonial", afirma Muñoz.
En la misma línea, el ex presidente de la Unión Industrial, José De Mendiguren, se mostró muy crítico con la política hacia China, al cual califica como "la debilidad de la urgencia".
"Hoy, nuestro país está a punto de subsumir la soberanía productiva de largo aliento en pos de una urgencia que mezcla restricción externa y una lectura errada del mundo multipolar en el que nos desenvolvemos", afirma el industrial que hoy milita en las filas de Sergio Massa.
Y advirtió sobre los antecedentes de inversiones chinas en Africa: "Allí se han visto duramente perjudicados los trabajadores de países como Angola o Nigeria, que han sido relegados por los 280 mil y 100 mil trabajadores, respectivamente, que las empresas chinas utilizan en sus emprendimientos".
El politólogo Starcke también argumenta en esa dirección: "Lo ideal es comerciar con muchos países, y aquí hay una sensación de que nos agarramos de China porque no hay otra cosa; y cuando uno se sienta con un señor muy importante, el riesgo es que sea él quien determine las reglas de juego".
Pero tal vez sea demasiado pedirle a la Presidenta que repare en este tipo de advertencias que demuestran preocupación por lo que ocurrirá dentro de algunos años. En la Argentina de hoy, se sabe, el largo plazo se mide en pocos meses.