"¡Grande Chiquito!", gritó Cristina: ya con la Selección en la final, el relato gana un gran oxí­geno polí­tico

Los problemas más agudos de la Presidenta pasan a segundo plano en la atención de la opinión pública. Las tres velas que prende la mandataria
ACTUALIDAD - 10 de Julio, 2014

Tira Snejder, ataja Romero!. Tira Maxi Rodríguez, gol! Festejo y locura contenidos durante 24 años.

Y hoy, con la copa del mundo ahí, al alcance de la mano, luego de la victoria argentina frente a Holanda, vuelve a plantearse un viejo debate: ¿tendrá este éxito deportivo influencia a nivel político?

¿Será Cristina Kirchner capaz de sacar rédito de la euforia y el orgullo nacional para que eso disimule los problemas del Gobierno? ¿O, por el contrario, correrá el riesgo de que, por contraste, la excelencia deportiva deje más en evidencia las carencias en infraestructura, estabilidad económica y desarrollo social?

Como siempre, la respuesta no se sitúa en los extremos. Tienen razón quienes afirman que un éxito futbolístico no alcanza para que se gane una elección, por ejemplo.

Y ahí está, para confirmarlo, el recuerdo de la dura derrota de Raúl Alfonsín en las legislativas de 1987, cuando la inflación galopante pudo más que el fresco triunfo de Maradona y compañía.

Claro que están quienes pueden argumentar en sentido opuesto, mostrando cómo la copa, como locales, en 1978, contribuyó al clima de alegría consumista de la "plata dulce" con la cual el gobierno militar intentaba ganarse a la opinión pública.

Lo cierto es que, digan lo que digan los analistas, ningún gobierno ha escapado a la tentación de querer aprovechar los éxitos y de hacer analogías sobre la excelencia deportiva y la posibilidad de que la nación alcance victorias en otros ámbitos ligados a la economía, las ciencias y las artes. Y, claro, que el gobierno de turno sea el "gran DT" que conduzca ese proceso.

De manera que no es difícil imaginar lo que viene en términos de comunicación y de estrategia política.

Una primera prueba de cómo el clima puede ayudar a Cristina Kirchner ya se está viendo. La presencia de Amado Boudou, encabezando el acto del 9 de julio en Tucumán -por la licencia médica de la Presidenta- pasó a un segundo plano y casi no fue registrado por la opinión pública.Qué más podía pedir un Gobierno que no usó la cadena nacional para transmitir el discurso de Boudou (a la hora en la que el procesado vicepresidente hablaba, canal 7 transmitía un programa de cocineros ataviados con la camiseta de la selección nacional) y que trató de que el propio acto pasara inadvertido.

Y es que no era una ocasión que la oposición pudiera desaprovechar, porque había varios elementos políticos para "pegarle" al Gobierno.

Empezando por el discurso del vicepresidente, que al establecer un paralelismo entre los "fondos buitre", los grupos empresariales nacionales y los medios de comunicación, pareció hacer una velada autodefensa.

Algo así como que defender la postura argentina en el litigio financiero debía incluir lógicamente su propia defensa ante la "persecución judicial".

Boudou hasta volvió a mencionar un viejo eslogan de campaña: el de cómo los presupuestos para deuda y para educación se habían dado vuelta. Sin advertir, tal vez, que el dato del 6,5% del presupuesto nacional ha sido prácticamente desmentido, luego de la reestimación estadística del PBI impulsada por Axel Kicillof.

A propósito de este último -que está por definir el acuerdo con los "buitres"- recibió el "beso de la muerte" de Boudou, quien lo elogió en público por ir a los Estados Unidos "no a sacarse fotos en la alfombra roja" sino a "defender los intereses del país".Sin lugar para malas noticias

No es difícil imaginar la incomodidad de Kicillof al recibir elogios del amigo más indeseable de la política argentina.

Una pista al respecto ha sido la expresión de los ministros que, por orden expresa de Cristina, acompañaron al vicepresidente a Tucumán, con cara de poker, pocos aplausos y una seriedad que contrasta con el habitual entusiasmo de los actos en los que habla la Presidenta.

Pero, en definitiva, luego de haber gritado las atajadas de Romero y festejado el acceso a la final del Mundial con Alemania, ¿quién se acuerda en estas horas de Boudou?

Y quién recuerda en este momento, por ejemplo, la represión policial a los trabajadores de la autopartista Lear, que protestaban el martes por la pérdida de trabajos en la industria automotriz.

En otro contexto, el tema habría sido un escándalo: un Gobierno que siempre se ha jactado de no criminalizar la protesta social y de nunca utilizar la represión como primera medida, esta vez recurrió a la Gendarmería, que hasta usó gases lacrimógenos, carros hidrantes, balas de goma, perros sin bozal y golpes para disuadir a los manifestantes.

Pero, en pleno Mundial, había una forma más fácil de esconder el tema. Ayer, el diario oficialista le dedicaba cuatro páginas a la pelea con los fondos buitre, seis al fútbol... y una pequeña nota breve al incidente con los manifestantes.

Será también difícil que las sospechas hacia el programa Fútbol para Todos -que son objeto de investigación judicial por presuntas irregularidades en el manejo de la pauta publicitaria- generen una crisis política en un país ávido de celebrar una victoria futbolística.

A fin de cuentas, siempre se podrá argumentar que era justificado el interés superior de hacer llegar los goles de Messi a todos los rincones del país. Y que, por eso, cuestionar los $6.000 millones que se han destinado de los fondos públicos a este programa plagado de publicidad oficialista equivale a oponerse a la causa nacional y popular.La otra final de CristinaDistinta es la cuestión de la negociación con los buitres. Aquí -al contrario de lo que ocurre con los hechos en los que se prefiere bajar los decibeles-, lo que el Gobierno espera del Mundial es que amplifique el tema.

Ocurre que un triunfo deportivo viene como anillo al dedo para un Ejecutivo que ha destinado mucha energía a crear una narración épica en la cual cada decisión política significó una lucha entre las fuerzas populares versus el sabotaje de los grupos privilegiados.

Y, en el esfuerzo por dominar la agenda programática y crear un discurso hegemónico -eso que ha dado en llamarse "el relato"-, resulta fundamental saber elegir al adversario correcto.

Como afirmo alguna vez el politólogo Enrique Zuleta Puceiro, "para Cristina, gobernar es polarizar, es una dialéctica de extremos, de opuestos".

Qué mejor, entonces, que aprovechar el fútbol para explicar y transmitir a nivel masivo una compleja pelea jurídico-financiera.

El desafío de ganarle la final a Alemania es, de alguna manera, asimilable a la pelea contra estos fondos. A primera vista, es un rival de fuerzas superiores, con grandes recursos económicos, cercanía a los centros de poder y acceso a los medios de comunicación del mundo desarrollado.

Y, enfrente, se para el equipo albiceleste, convencido de sus propias fuerzas, creyendo en su propio "modelo" y en su rica historia de victorias.

Un equipo conformado por "buena gente", que no sólo es talentosa sino que además tiene las de ganar, porque está movido por la pasión del amor a la Patria.Poco importa que, en realidad, en estos momentos lo que esté en disputa se refiera a cuántos millones de dólares de más se les va a pagar a los fondos para que éstos acepten un cronograma de emisión de bonos que comience recién en 2015. 

A fin de cuentas, el Gobierno ya demostró su habilidad retórica para transformar en epopeyas la indemnización a Repsol y la cancelación de la deuda con el Club de París.

Tanto, que varios economistas han expresado su preocupación por cómo el "relato" ha instalado la idea de que todos los problemas de la economía -incluyendo el del empleo, la inflación y el tipo de cambio- dependen de cómo salga esta "final" con los buitres.La recesión, el rival más difícil

Ese es el partido más difícil para Cristina en estos días de euforia: el de la economía real. Es ahí donde la buena onda y el orgullo nacional encuentran su límite, como la historia ha demostrado.

"Queda claro que los efectos de un evento de este tipo suelen no ser tan relevantes en términos políticos y que los estados de ánimo favorables duran poco. Días más, días menos, la realidad siempre retorna", afirma el politólogo Rosendo Fraga.

Es, hasta ahora, la parte del plan que salió mal: se esperaba que en esta época del año se produjera un repunte del consumo, gracias a la conjunción de aumentos de salarios, dólar estable y mejora del humor social.

Pero los números fríos muestran que los goles no alcanzan para lanzarse a gastar. Las encuestas dan cuenta del temor al desempleo está en su punto más alto desde la recesión de 2009 y que la predisposición a comprar bienes durables cayó en picada.

Hasta en el rubro de ropa deportiva se constató una caída de casi un 4% respecto del año pasado, en el que no hubo ni siquiera una copa América.Y en el renglón de electrodomésticos, que había vivido una fiesta durante el Mundial de Sudáfrica 2010, el bajón de ventas fue de 11%.

¿Se modificará la situación si Argentina finalmente sale campeón del mundo? Nada hace prever semejante cambio, al menos mientras no haya señales desde la política económica.

Pero, de momento, se percibe lo contrario: están volviendo más fuertes las restricciones a la compra de dólares, mientras los economistas dan voces de alerta por cómo el gasto público crece a un ritmo de 45% mientras la recaudación de impuestos la sigue desde lejos a un 35%.

Y los programas de reactivación, como el de la venta de autos, sufren el cachetazo de una industria en crisis que sigue suspendiendo personal.Para peor, se ingresa en la época del año en que los "soja-dólares" comienzan a escasear. Y como si esto fuera poco, el precio internacional está cayendo fuerte, ya en niveles un 20% inferiores a los del primer semestre.En la economía, se viene un alargue, donde el equipo argentino cuenta con varios jugadores menos que el rival. A no ser, claro, que el arreglo con los "buitres" abra la deseada ventanilla del crédito internacional.

Es la esperanza a la que se aferra Cristina, mientras le prende una vela a Kicillof, a Messi y a "Chiquito" Romero, por si tiene que ponerse nuevamente el traje de Goyco, esta vez para lucirse frente a Alemania.

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