Algunos de los autos que pertenecieron a Pablo Escobar, el "Patrón del Mal"
Gastó millones de dólares para construir un zoológico. Construyó su propia cárcel. Ofreció pagar la deuda externa de Colombia, y tuvo una colección de autos clásicos valuada en u$s300 millones. Así, en Colombia cuentan la historia de Pablo Escobar.
El primer automóvil que tuvo fue un Renault 4; sin dudas, el más convencional de toda su flota. Este vehículo tan exitoso a nivel sudamericano, le valió para hacer sus primeros viajes ilícitos a Ecuador, en los que trasladaba estupefacientes.
Con uno muy similar a este, previo a convertirse en el “Zar de la cocaína”, se atrevió a incursionar en el automovilismo deportivo. Gustavo Gaviria, su primo y socio principal, lo motivó a conformar el equipo “Depósito Cundimarca”, que auspiciaba Bicicletas Ossito, la marca de bicis del hermano mayor de Pablo. De esta manera, en 1979 corrió la Copa Renault y el Premio Marlboro, en el autódromo Ricardo Mejía de Bogotá.
Una vez convertido en el séptimo hombre más rico del mundo, según la Revista Forbes, y uno de los más grandes asesinos en la historia global, su flota dio un salto de calidad sustancial.
Entre los más destacados, obtuvo uno de los autos más buscados por los coleccionistas: el Porsche 356. Según sus biógrafos, este era su preferido. El motor no contaba con demasiada potencia (75 CV), pero gracias a sus finas líneas exteriores aún ostenta el título de “uno de los deportivos más lindos de todos los tiempos”.
Otra automotriz alemana, Mercedes-Benz, estuvo entre las filas del “Patrón” con dos de sus mejores autos: el 300 SL Roadster (abajo), la variante descapotable del icónico “Alas de Gaviota”; y el 600 tipo limusina, (arriba9 que se desplazaba gracias a un motor V8 de 6.3 litros de cilindrada. El detalle: tan exclusivo era el modelo, que otros propietarios fueron John Lennon y Elvis Presley.
Es imposible obviar a su Roll-Royce Phantom 20´s, uno de los más lujosos. Se trataba del New Phantom, construido antes de 1929 y correspondiente a la primera generación (ese año lo suplantó el Phantom II) de uno de los autos clásicos más elegantes. Y a su vez, por supuesto, uno de los que más le costó conseguir a Escobar, según cuenta la leyenda.
También las fábulas colombianas dicen que compró el auto de Al Capone, aunque él mismo lo haya desmentido públicamente. Era un Cadillac de la década del ´30 que montaba un impresionante motor de 16 cilindros en “V” y, supuestamente, estaba continuamente equipado con una ametralladora. Escobar confesó que lo obtuvo en Medellín y le pegó varios tiros.
Lejos de los lujos, la Toyota Land Cruiser (abajo) fue la camioneta que el narcotraficante colombiano le compró a su ejército privado para combatir a la subversión y al Estado. La historia cuenta que, debido a que sus escoltas eran entrenados en estos vehículos, los reemplazaba constantemente.
Hace algunos años, la Hacienda Nápoles se ha convertido en el Museo Casa Pablo Escobar. Allí, entre otras cosas, se exhiben los autos destruidos por un atentado en su contra: “La lujosa colección de autos de Pablo Escobar fue símbolo de su ostentación y liderazgo en el mundo del hampa y la primera que sufrió las consecuencias de sus múltiples guerras. Sólo queda la chatarra y la historia que cuenta”, reza un cartel.
A su lado, otro sentencia: “Gracias a su enorme fortuna ilícita, tendría una de las más grandes colecciones de autos del mundo. Terminó en ruinas, como todo lo de Escobar”.