Gabriela Celeste, enóloga de EnoRolland, cultiva el arte de elaborar placer
Las cosas no suceden por casualidad: que Gabriela Celeste sea socia de Michel Rolland en su consultora con sede en Mendoza (Luján de Cuyo) lo confirma.
Es muy talentosa, y entre muchas cosas más, gran conocedora, sumamente inteligente, de mirada firme y enfocada, sensible al paladar del consumidor y, como si fuera poco, visionaria comercial. Todas cualidades indispensables para quien asesora a más de un centenar de bodegas.
Ella es la responsable, junto con su equipo de colaboradores, de orientar a los clientes que llegan a la consultora Eno Rolland en busca de ayuda, guía y experiencia; en busca de la fórmula mágica, en busca de poder plasmar en una botella mucho más que un sueño y buena cantidad de recursos; entiende que toda la cadena vitivinícola productiva está orientada hacia la consolidación del placer en una botella.
Para Gabriela un buen vino es el que brinda placer: ese goce que nace en la boca y llega hasta el alma, que transmite equilibrio y balance en sus cualidades, que conquista el bienestar.
"En las catas de profesionales buscamos que el vino sea redondo para lograr que la bebida pueda transmitir placer; uno flacuchento, que pasa como el agua, es menos placentero que un vino algo más goloso: los vinos que tienen buena concentración, balance, equilibrio, fruta: esos son los buenos vinos. Dentro de los buenos vinos también hay un montón de variables: algunos con notas más florales, otros más frutados, otros con madera más marcada, otros menos...siempre el común denominador es el placer", afirma.
A la hora de tomar decisiones Gabriela tiene dos grandes posibilidades: o bien puede elaborar "el vino que a ella más le gusta", donde el cliente le da carta blanca para que haga y deshaga, o bien elaborar "el mejor vino", apuntando principalmente a conquistar el mercado.
-Con respecto al paladar, en este momento "tu gusto personal" y el gusto "que más vende" coinciden o son distintos?
-Parecidos, pero no totalmente iguales... a mí me encantan los vinos concentrados, me resulta muy agradable tomar un vino con mucha concentración, y no importa que sea alcohólico si está balanceado y equilibrado. El consumidor que lee en una etiqueta "15 grados de alcohol" seguramente lo descarta y no le gusta, piensa que es alcohólico sin haberlo probado. El consumidor normalmente está más atento a la presentación, a la etiqueta, al packaging...
-Hay una tendencia en esta época que orienta a los enólogos a "reducir el uso de la madera y a bajar el alcohol"... ¿Qué opinas al respecto?
-Nosotros seguimos usando madera nueva y seguimos cosechando maduro. Y es por la madurez de los polifenoles. Necesitamos dejar la uva un poco más en la planta para conseguir esa madurez, ya que la misma eleva el azúcar que origina el alcohol. Así, el vino alcanza niveles elevados de alcohol, pero no está solo, también contiene suficiente estructura que lo armoniza, y de este modo deja de parecer alcohólico. Con respecto a la madera, seguimos usando barricas nuevas porque cuando tenés un vino con estructura de guarda la madera se notará muy presente si lo embotellas y la abrís en un año o dos... Esas botellas hay que abrirlas en seis años, y así la madera estará más integrada.
-¿Tu vocación por la enología viene de familia o nace en vos?
-Las vueltas de la vida me llevaron por caminos que al final desembocaron en lo que hago. De chica iba con mi padre a la viña y lo acompañaba en su hobbie. Después de sus horas de trabajo le gustaba ir a la finca, dar vueltas, llevar los productos, volver, ver cómo iba la cosecha, las vides, hacer las entregas en las bodegas... Yo lo acompañaba siempre, nunca programé ser enóloga, tampoco se veían muchas mujeres en las bodegas...
Me gustaba. Luego comencé a estudiar agronomía en Mendoza siguiendo la idea de dedicarme a cultivos extensivos.
A medida que fui cursando la carrera y descubriendo las materias, la enología empezó a atraparme. Al momento de trabajar comencé con una pasantía medio tiempo y una vez que me recibí decidí seguir con la enología. En ese momento la vida del enólogo no era tan glamorosa, ahora los enólogos van más allá del ámbito de la bodega. Van al viñedo, están en la tierra, tienen un rol mucho más activo incluso con el mundo exterior de la bodega.
-¿Cómo conociste a Michel Rolland?
-En el año 1996 yo trabajaba en Trapiche, él llega un día a la bodega contratado como consultor para degustar vinos pero los enólogos y la gente de degustaciones no estaban... yo podía ocuparme, pero ese no era mi puesto. Ese día lo atendí pero no sabía quién era. Mientras degustábamos de los tanques conversábamos. En esa conversación le comenté mis intenciones de viajar a Francia para seguir aprendiendo y así fue como el me asesoró... comenzaron mis viajes y mi crecimiento profesional.
-¿Cuál es tu visión con respecto al auge del Malbec?-Comenzó a gestarse hace 10 años, hoy sale a la luz y va a seguir creciendo. El éxito del Malbec radica en varias cosas: principalmente es un vino muy fácil de tomar, es ameno, dulce, tanto los sencillos como los complejos. Es muy bien aceptado por los consumidores. Es un producto que agrada. Por otro lado, representamos una cultura de muchos años a partir de la inmigración, ellos arraigaron la cultura del cultivo de la vid, tenemos raíces europeas a diferencia de otros modelos, como es el caso de Australia.
El Malbec está entonces anclado a una base cultural de nuestros inmigrantes. Para nosotros existe desde siempre, no es algo que nos hayan impuesto o haya aparecido de un día para otro. Otro motivo es que a los norteamericanos les encanta el producto: si bien no es un vino con azúcar tiene una sensación relativamente dulce, es un vino extrovertido en el cual se identifican. A su vez tiene un nombre fácil de pronunciar, y eso ayuda. Es indiscutible que el cepaje en sí prosperó muy bien en cualquier región de Argentina. Esto no pasa con otros cepajes. Por otro lado estamos haciendo un buen crecimiento en las exportaciones, hay un pacto tácito entre los productores de hacer las cosas bien y exportar calidad. Esto genera que la apertura a la exportación sea sostenible.
El trabajo de una experta
Gabriela es una persona intensamente planificada que no deja cosas al azar. Conoce muy bien la diferencia entre consumidores de vino europeos, norteamericanos y argentinos. Es la responsable de hacer las preguntas necesarias para detectar si sus futuros clientes están preparados para la inversión en la industria: un negocio de alta demanda financiera donde el tiempo y la calidad son las principales variables componentes, no sólo en torno a la actividad productiva sino también en acciones de marketing para lo comercial.
En materia de vinos -nos explica- han aprendido a anticipar varios problemas en el viñedo, por ejemplo en tratamientos fitosanitarios, en cambio en la bodega es donde se libran más a la improvisación, ajustes y versatilidad en técnicas enológicas, para llegar a cumplir con los objetivos preestablecidos.
De todas maneras -resalta- "la naturaleza siempre ejerce su presencia".
Recuerda algunas experimentaciones para subsanar situaciones que la naturaleza no le haya ofrecido, y también destaca el valor de no estar sola: "Si todos cosechan, se cosecha". Cuando las opiniones son diversas normalmente se juega con lo que cree que será lo correcto.
Retiene como un gran valor al grupo de enólogos que le han enseñado, entre ellos Roberto de la Motta, Laureano Gómez, Víctor Marcantoni, Jorge Riccitelli, de quienes ha aprendido mucho y a quienes consultaba.
Muy seducida por su profesión, Gabriela le rinde culto, día a día, al mundo vitivinícola; cree en la familia como así también en que no todos están preparados para lo mismo: "El sueño del enólogo es tener una bodega, el mío no; no necesito tener una bodega para sentirme parte de un proyecto, no tiene que ser mía; soy parte de muchos proyectos, no sólo de uno..."
(*) Ana Ricci Licenciada en Marketing. Experta en la Industria Vitivinícola. Sommelier. Twitter: @AnaRicci www.anaricci.com
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