Moiguer: "Antes la clase media ahorraba para escalar socialmente, ahora adoptó hábitos del segmento bajo"
Es economista, pero cuando habla parece un sociólogo. Es que Fernando Moiguer, consultor experto en temas de consumo, es de los que asignan una importancia decisiva a las cuestiones culturales a la hora de analizar la marcha de la economía.
Y, convencido de que estamos en una época de cambios de paradigmas mentales, advierte que los economistas van a seguir quedando desairados en sus pronósticos mientras pretendan analizar el presente con los mismos parámetros que se usaban en el pasado.
Por ejemplo, destaca que el dólar dejó de ser el indicador clave para determinar si continuará la fiebre de compra de importados.
En diálogo con iProfesional.com, revela por qué el boom del consumo es mucho más que un fenómeno pasajero o un "efecto rebote", y cómo la clase media adopta algunos hábitos que antes eran considerados propios de los segmentos de bajos ingresos.
-Uno de los temas que debaten los economistas en este momento es si el nivel de consumo que vive la Argentina es pasajero o estructural, si es sostenible o si apenas es un efecto rebote. ¿Cuál es su visión?
-Aquí hay dos planos que se intersectan. Estamos en un momento del consumo muy intenso, que se podría calificar como un boom.
Pero hay que tener en cuenta que en las economías modernas los promedios no existen más. Estamos en formatos que tienen muchos modos. Y todo el tiempo vemos que las sociedades están fragmentadas.
Venimos de ocho años potentes de crecimiento y la tendencia ahora es a un leve apaciguamiento del ritmo.
Pero no debe interpretarse que hay un freno. Porque lo que hace que el nivel de compras empuje tan fuerte es el hecho de que ahora la gente construye su identidad mediante el consumo. Le da una sensación de pertenencia.
En la polémica sobre si es un fenómeno que ya se terminó por el efecto de la puesta al día o si puede continuar, estoy más cerca de la segunda posición.
Me parece que quienes auguran un final del boom están leyendo la realidad desde el lado de la oferta y no desde la demanda. No es correcto pensar que si la gente se compró un LCD ya no tiene incentivos para seguir consumiendo.Hay que entender cuál es el paradigma de la época, que no son los LCD, ni los coches ni los celulares. Es la confluencia de todo en la pantalla, el lugar donde se articulará. No se agota acá y ni siquiera va a ser una pelea entre hardware y contenidos.
Y mientras tanto, la propensión al consumo va a seguir y no van a faltar bienes para satisfacer esa demanda. El productor de LCD sabe que lo que no facture en ese producto lo podrá compensar con los smartphones, por ejemplo. Y va a haber un retorno a los movimientos turísticos. Digamos que las opciones sobre cómo y dónde consumir no van a ser el problema.
-Desde hace un año aproximadamente los economistas están pronosticando un enfriamiento en el consumo y el agotamiento de un modelo basado en el empuje inflacionario. Pero las cifras no confirman esas previsiones de freno...
-Los economistas vamos a seguir quedando mal parados un rato largo, así que más vale que empecemos a acostumbrarnos.
Es algo que les va a pasar a muchas disciplinas, porque vivimos en una etapa que podemos llamar "moratoria de la experiencia". Y consiste en que están sucediendo cosas diferentes a las que ocurrieron siempre.
Hubo antecedentes de momentos parecidos después de la primera revolución industrial, cuando cambiaron los modos de producción. Cada tanto, se agota una manera de pensar la realidad, y manteniendo las mismas lógicas empieza a construirse de otra manera.
No es un fenómeno exclusivamente argentino, claro. Esta disfunción le ocurre a Estados Unidos, a Europa, le está pasando a China.
Estamos asistiendo a una transformación fenomenal que no se sabe ni cuánto durará ni para dónde va. Y en ese contexto las predicciones de los economistas han sido más ideológicas que técnicas. Están más cercanas a la perspectiva de lo político que a la percepción de lo que ocurre en los mercados.
Y la verdad es que la gente se está subiendo al tren de consumo en todo el mundo y está fascinada por incorporarse.
-¿Y en la Argentina ocurre lo mismo?
-En la Argentina, lo que uno ve es que hay una sociedad que, al no poder comprarse una casa, al no comprar futuro en términos de ahorro, consume otros bienes. Como autos, por ejemplo, cuya denominación como bienes durables es discutible, porque cuestan 10 salarios y están más cerca de un electrodoméstico.
Si a eso se le agrega que hay una porción de la población, los sub-40, que no tienen memoria de la inflación, entonces otra vez está jugando un rol importante la ilusión monetaria.
Y es un consumidor que les exige mucho a las marcas y al retail. La gente compra en un promedio de 4,3 lugares diferentes por semana. Hace una mezcla del shopping center, del chino de la esquina y de La Salada.
-¿Cómo entender este nuevo fenómeno del consumo defensivo? Antes, en tiempos de incertidumbre, la gente se paralizaba, pero ahora esa situación exacerba el consumo.
-La incertidumbre no es tan marcada si se debate la coyuntura política. Porque la verdad es que eso no está en debate ni por la oposición ni por el oficialismo. La mayor promesa que hace ahora la oposición es que todo va a seguir parecido a como está hoy.
O sea que desde el punto de vista del poder, hay una sensación de continuidad. Hay un problema de crecimiento del gasto, pero también hay una fuerte incorporación de nuevos sectores al consumo.
En cuanto a la actitud de los argentinos, no es algo tan raro. Cuando uno se incorpora al mercado, y siente que su identidad y hasta su nacionalidad se verifica según su capacidad de consumir, entonces consume en la medida de su ingreso.La gente no hace un análisis complejo del largo plazo. En el caso de los que tienen un ingreso como para vivir al día, el consumo tiene que ver con la satisfacción inmediata. Cuando tiene, consume, sin pensar en qué va a ocurrir mañana.-Siempre se dijo que los sectores de ingresos bajos imitaban el estilo de las clases media y alta. Pero ahora parecería que la clase media es la que adopta un modo similar al del sector bajo, porque está desestimando el valor del ahorro y destinando su ingreso a consumir ya...
-Lo que se está viendo es que la incorporación de clase baja a clase media tiene una característica muy distinta a las de antes.Porque antes ocurría lo de "M'hijo el dotor", cuando uno alcanzaba el nivel de clase media lo primero que hacía era olvidarse de los amigos, del viejo barrio, trataba que no se notara mucho el pasado pobre.
De ahí viene la naturaleza discriminadora de la clase media, es un reflejo de su fobia a la pobreza. Querían parecerse a los ricos. No lo lograban, pero en el imaginario iban para ahí.Esto, por suerte, no sucede más. Ahora en América latina las clases bajas que pasan a ser clase media ya no se mudan, mantienen su lugar, sus amigos y hábitos. Y se incorporan al consumo.
Porque dicen: "yo nunca voy a ser rico; a lo sumo, ahora vivo mejor". Es algo más razonable plantearlo así.
Y lo notable es que la clase media argentina tradicional, podríamos calificarla de "tilinga", también aprendió eso. Jugó un rol muy importante en la crisis de 2001, que todavía deja sus secuelas. Esa gente dice "yo no creía que a esta altura iba a estar en el ring de nuevo; y sin embargo estoy".
http://www.youtube.com/watch?v=c9A2Os5hWPw
Entonces se está viendo una presión muy fuerte, porque desde hace aproximadamente dos años observamos que la clase media se volcó fuertemente a las ofertas, al verlas "políticas correctas".
Y ya no busca, como hacía antes, comprar barato pero sin que se note. Ahora decidió que comprar barato es una expresión de inteligencia.
Y esto es lo que está determinando el cambio en el modelo de negocios, que pasó a ser de promociones. Es algo que va bien con el modelo de los bancos, pero entraña un riesgo para el retail, cuyo management ingresó en esta estrategia sabiendo cómo se entraba pero sin planificar cómo se salía.
Hoy vemos que cuando una cadena no da una oferta grande, nadie va a comprar. Y cada vez que un retailer amaga salir de este modelo de negocio, ve que no puede. Y vamos a ver una depreciación de las marcas, que están siendo erosionadas por una peligrosa política cortoplacista.
-¿Hay que pensar que para los argentinos ya no es importante el largo plazo, entonces?-Ya no hay largo plazo en la vida. Voy a ponerme un poco filosófico. En el mundo se está yendo Descartes; el racionalismo ha permitido construir la modernidad pero hoy no permite continuar.
No digo que lo que está pasando ahora sea bueno, pero está claro que el racionalismo, la idea del progreso científico, no logró que las cosas funcionaran.
La verdad es que hoy no se hacen apuestas al futuro. Y quien crea que sí tiene visión de largo plazo porque invirtió dinero en una casa, lo que en realidad hizo fue fondear en un bien de difícil transacción, hundir sus excedentes en algo que luego, ante un caso de necesidad, va a tener un alto costo de salida. No es una decisión racional de ahorro, y hay que tener cuidado con pretender llenar de racionalidad algo que en realidad es una decisión emocional.
-Volviendo a los factores macro, ¿qué va a influir más para el mantenimiento del consumo: el estímulo del dólar planchado o el freno de la inflación?
-En realidad, la variable más importante va a ser el precio de los commodities agrícolas. No hay que olvidar que venimos de un 43% de incremento en el precio internacional de los cereales. De manera que hoy el termómetro para ver si la gente va a seguir comprando artículos importados ya no es tanto el dólar sino la cotización de la soja.
Y ese factor sigue creciendo y parece no tener límites.
Le sigue la evolución del real brasileño. Hoy, son indicadores que pesan más que los otros temas a la hora de determinar si el consumo puede seguir firme.