La "guerra fría" entre Cristina y Moyano se profundiza y ya se cobra las primeras víctimas
En momentos en que el panorama del 2011 se mostraba totalmente despejado para el Gobierno -con una economía que crece, un consumo que bate récords y una oposición política que luce desunida y desanimada-, surgió un "cisne negro" en la escenario local que vuelve a reforzar la vieja creencia de que las cosas suelen no resultar tan fáciles como parecen.
¿Qué es un cisne negro? Es un concepto que acuñado por Nassim Taleb, un gurú de la economía y de las finanzas, que sostiene que cada tanto sucede un hecho inesperado, difícil de predecir, de gran impacto en la sociedad y que tiende a cambiar el curso de los acontecimientos.
Moyano, para el contexto electoral que se avecina, para el Gobierno podría ser quien represente esa figura.
Es más, para una gran mayoría de los analistas, los ojos del Ejecutivo están más focalizados en él que en el avance que pueda sobrevenir de los candidatos de otros partidos en la pelea por los comicios presidenciales.
El "casi paro general" convocado -y luego suspendido- por el titular de la CGT es la demostración más elocuente de que el escenario para los próximos meses pinta, para el oficialismo, con más complicaciones que las previstas hace unos meses atrás.
Los empresarios temen ser las "víctimas de esta guerra fría", habida cuenta de que ya anticipan un escenario de paritarias más politizadas, con mayor agresividad sindical y -en materia laboral- que se avance en un catarata de proyectos de ley, que denominan "antiempresa" que, hasta ahora, habían sido contenidos (o demorados).
Pero no son los únicos en tener esa percepción. El propio Gobierno ya sabe que el accionar gremial -que hasta incluye la pretensión de imponerle al vicepresidente en la lista oficial- constituye, ni más ni menos, que una peligrosa amenaza en materia de gobernabilidad y paz social.
Los otros damnificados
Desde conflictos latentes en sectores hipersensibles para la opinión pública, como el transporte ferroviario y la recolección de residuos, hasta las acusaciones de sabotaje en el cierre de los aeropuertos (que obligó a la primera mandataria a cancelar un viaje), hubo un cúmulo de situaciones que demuestran cuán fácilmente puede caer el humor social y enrarecerse el clima político.
Consciente sobre la gravedad potencial de una politización de la agenda sindical, la Presidenta volvió a reclamar -ya por enésima vez desde que lanzara su propuesta de pacto social- la necesidad de "madurez, responsabilidad, racionalidad y moderación", a la hora de sentarse a negociar ajustes salariales.
Y el énfasis en su pedido es porque sabe del grave riesgo que representa para el país el no manejarse dentro de estos carriles.
Empresarios, sindicalistas opositores al líder de los camioneros, politólogos y analistas económicos no dudan en sostener que el deseo de darle continuidad al modelo "K", por parte de la Presidenta, se ve amenazado desde varios frentes.
"En los años electorales es normal que se exacerben las pujas de poder y que esto se refleje en una mayor conflictividad sindical. Por otro lado, el entorno inflacionario le pone un aliciente extra a esa tensión. Si, además, empeora la relación entre el Gobierno y la CGT, no hay que descartar que tal situación se vea reflejada en todos los ámbitos", expresa Sergio Berensztein, director de la consultora Poliarquía.La política en la mesa
La visión de Berensztein es compartida por varios actores sociales que, tras los últimos acontecimientos, ya anticipan una radicalización de la agenda sindical.
El primer escenario donde esto se pone a prueba es en el de las negociaciones salariales.
Los ejecutivos de negocios temen que la cúpula de la CGT, que algunas semanas atrás parecía dispuesta a "topear" los incrementos en un 28%, ahora pueda (y quiera) pagar el costo político de sostener esa posición.
"Sin dudas que hoy cualquier tratamiento de las paritarias viene revestida de un tinte político", afirma Miguel Schiariti, presidente de la gremial de la industria cárnica, uno de los sectores donde el Gobierno ha debido dictar una conciliación obligatoria.
Por su parte, Sergio Vacca, vicepresidente de la cámara metalúrgica Admira, también observa que "la discusión que viene, de ahora en más, será más politizada que focalizada en lo económico. Se definen muchas cosas que van más allá del salario, y que tienen que ver con cómo cada grupo sindical quedará parado frente al Gobierno y ante la interna de la CGT".
Y confiesa su temor por el hecho de que, tras las dificultades de Moyano por concitar un apoyo unánime para su convocatoria al paro general, se endurezca esa interna en el seno de la central obrera.
"Cuando los sectores empiezan a luchar entre sí por captar la adhesión de los afiliados, eso lleva a radicalizar las posturas. Porque todos quieren aparecer como aquél que ostenta mayor poder de presión, consigue los mejores aumentos y se muestra como más combativo", agrega.
Algo de esto ya se está viendo en grandes sindicatos, como el del Comercio, donde las fuerzas moyanistas desafían la conducción de Armando Cavalieri, uno de los más connotados dirigentes del sector de los "gordos".
Otras peleas internas están vinculadas con la representación de los sectores minoritarios en la mesa de negociaciones.
Es el caso del gremio ferroviario, que estuvo cerca de una suspensión de tareas porque la seccional rebelde de la línea Sarmiento rechazó el pedido de aumento salarial del 28% y exigió, en cambio, una suba del 40%.
Por lo pronto, en los gremios que aglutinan mayor cantidad de asalariados se están haciendo planteos por encima de la cifra que el Gobierno estima razonable.
En el sector de comercio, la postura gira en torno a 35%; en la industria alimenticia la pretensión es del 33% para el salario básico; y en la rama química y petroquímica -donde también hubo una conciliación obligatoria- también se discute un ajuste por encima del 30 por ciento.
Difícilmente Moyano sea ahora quien "se postule" para ayudar al Gobierno a contener estos reclamos, o se constituya como el moderador ante tales exigencias de suba. Al menos, sin obtener algo a cambio.
Claro que no todos los empresarios están en iguales condiciones de absorber estos incrementos de costos."Con pedidos por encima del 30% a algunas empresas se les va a hacer muy difícil competir", afirma Julio Rodríguez, secretario de la gremial Proa, del sector autopartista.Agenda recargadaLas paritarias representan apenas uno sólo de los escenarios donde el sindicalismo disputará espacios de poder.
En efecto, "la agenda" incluye otros temas que darán lugar a fuertes pulseadas con el Gobierno y las empresas.
El primer punto es el de adelantar la fecha oficial para la suba del mínimo no imponible para el Impuesto a las Ganancias.
En este aspecto cabe recordar que el ministro de trabajo, Carlos Tomada, hace unas horas salió al ruedo a decir que "aún no hay definición en torno a los cambios" y que "está a consideración" del Ejecutivo.
Fuentes sindicales aclaran que este tema es central y que muchas paritarias quedan condicionadas al "retoque" que se dé en Ganancias. De no ser así, no ocultan su pretensión en demandar un plus que atenúe el impacto por su falta de actualización.
Pero éste es apenas un punto de una agenda que viene, de por sí, recargada. Otros lo constituyen:
- El volver al ruedo con el proyecto del reparto de utilidades de empresas entre sus empleados, que se había tratado de contener por el rechazo que genera en los hombres de negocios.
- El reclamo por un mayor acceso al crédito, por parte de los sectores socioeconómicos más bajos.
- El rol más activo del Banco Nación para financiar créditos hipotecarios a la clase trabajadora, con participación casi exclusiva de la CGT en su administración (ya han cobrado forma 3 fideicomisos).
- El avance en una reforma tributaria. Al respecto, un dirigente del sindicato bancario consultado por iProfesional.com señala: "Es necesaria una modificación del actual sistema para garantizar el mantenimiento del poder adquisitivo".
- Un mayor aporte a las obras sociales. "El sistema de salud tiene problemas de financiamiento. Se tiene que incrementar el aporte al fondo solidario de retribución", apunta el líder gremial, que pidió reserva de identidad.
- Una mayor presión en las disputas por encuadre gremial, y una exacerbación de los reclamos de los tercerizados. Aquello que comenzó con ferroviarios, hoy ya se extendió a bancarios, mercantiles, camioneros y portuarios, en donde ya se observan "brotes" de protesta para el traspaso de grupos de trabajadores a planta permanente.
El dilema entre los dilemasEn tanto, del otro lado del mostrador, la Presidenta se enfrenta a uno de sus más controvertidos dilemas desde que asumió su cargo.
Ella sabe que su popularidad, en un amplio sector de la clase media, crece en proporción directa con la distancia que tome respecto de Moyano.
Pero también es conciente de que una ruptura con la CGT es un escenario de alto riesgo.
Los primeros sondeos, tras los agitados días en que se convocó y desconvocó al paro general, dan cuenta de que Cristina fortaleció su imagen, ante esa situación de conflicto.
Ocho de cada 10 personas encuestadas por la firma Opinión Autenticada expresó un rechazo a la postura sindical.
Al respecto, el encuestador y analista Ricardo Rouvier considera que fue acertada la estrategia oficial de no confrontar públicamente con Moyano: "El Gobierno tuvo el tino de no hablar durante esas horas, hasta que los ministros se pusieron en línea con la aclaración cegetista".
¿Será capaz la Presidenta de transitar ese fino equilibrio para no romper con la CGT pero, al mismo tiempo, mantener distancia y evitar "ser cómplice" de los cuestionados métodos sindicales?"Lo que está en juego es la gobernabilidad. Y Cristina sabe que si algo diferencia al Peronismo del resto del sistema político es que se presenta como un partido que puede asegurar la gobernabilidad del país", afirma Berensztein, de Poliarquía.
Y agrega que un hipotético escenario de ruptura, con paros, desabastecimiento y conflictividad en las calles terminaría por minar las posibilidades electorales de Cristina, porque pondría en tela de duda esa imagen del oficialismo.
La consultora Analía Del Franco, cree que ambas partes se cuidarán de no llevar esta "guerra fría" a una conflagración abierta.
Héctor Méndez, ex presidente de la Unión Industrial Argentina, es alguien que conoce bien al líder de la CGT. Y tras saber que Moyano quiere imponer a Recalde como vice de Cristina, resumió el momento en esta frase por demás expresiva: "Es una situación complicada, no quisiera estar en los zapatos del Gobierno".
Y ese pedido se hace, además, justo en un momento en el que arrecian en el Congreso las propuestas para que haya un mayor contralor sobre los fondos manejados por los sindicatos.
Mientras festeja los buenos resultados electorales que llegan desde las provincias, la Presidenta ya sabe que la gran amenaza, de cara a la contienda electoral, ahora proviene de quien fuera uno de los principales aliados del kirchnerismo.
"Los trabajadores queremos llegar al poder. Ese es el objetivo", afirmó el líder de la CGT, en una expresión más que contundente, que no hace más que anticipar los ribetes que irá adquiriendo esta "guerra fría", en la medida en que se aproxime la fecha en que los argentinos tengan que volver a colocar su voto en las urnas.