Los "pooles de vacas" ganan terreno entre los inversores, tras medidas pro campo del macrismo
Luego de años de restricciones, el mundo finalmente parece comenzar a jugar a favor de la ganadería argentina.
A más de un año del levantamiento completo de las trabas para exportar, ahora se suma el buen contexto internacional que hace prever, tanto a funcionarios como a empresarios, un salto de las ventas al mundo.
En este contexto, así como se esperan más contenedores refrigerados saliendo por el puerto, también se prevé un mejor clima de negocios para quienes evalúan poner dinero en el primer eslabón de la cadena: es decir, en el campo mismo.
Sucede que esta mayor demanda internacional también está incentivando a pequeños inversores a sumarse a los “pooles de vacas”, o fondos ganaderos.
“Criar cabezas poco a poco está volviendo a ser negocio”, grafica Guillermo Villagra, director del fondo OpenAgro, que ya está trabajando con un stock de 3.500 cabezas, distribuidas en campos de Trenque Lauquen, Luján y Chivilcoy.
“Pasamos por momentos turbulentos. Hasta 2015, con las exportaciones cerradas, el precio de la hacienda en pie estaba muy deprimido. No había incentivos y por eso se perdieron cerca de 10 millones de animales en menos de una década”, apunta Villagra.
“Ahora, la demanda externa está en aumento, y esto está incentivando a que pequeños ahorristas se sumen a este tipo de fondos”, agrega el empresario, que señala que el objetivo es duplicar el número de animales en el corto plazo.
En tanto, el técnico agropecuario y consultor Matías Sara, confirma que “hay una gran efervescencia en el sector".
"Además de los pooles ganaderos tradicionales también estamos viendo el surgimiento de pequeños emprendimientos, incentivados por las buenas perspectivas que se abren para la actividad frigorífica", acota el experto.
Esperando el boom exportadorLos fondos ganaderos, si bien todavía no prometen rentabilidades astronómicas en dólares -tal como sucedió con los pooles agrícolas en momentos en que la cotización de la soja volaba-, están ganando atractivo conforme mejoran las expectativas para el sector.
Lejos quedaron las tensas reuniones con el entonces secretario de Comercio, Guillermo Moreno, que había hecho del cierre de las fronteras una costumbre habitual para inundar el mercado interno con materia prima y poder hundir los precios.
Ahora, el macrismo pregona que la Argentina debe convertirse en supermercado del mundo. Y la carne ocupa un espacio privilegiado en la agenda oficial.
El acercamiento del Gobierno con China es un dato clave para el sector ganadero y la industria frigorífica en particular: en los tres primeros meses del año, el gigante asiático compró más de 16.000 toneladas de cortes argentinos, lo que implicó un crecimiento de casi 160%, consolidándose como el principal destino.
El plan bilateral para instalar una oficina de control sanitario en territorio nacional –equivalente al Senasa- hace prever negocios más sólidos.
De hecho, en marzo, último dato oficial, se alcanzó el mayor volumen mensual exportado de los últimos siete años.
Y las perspectivas mejoran si se tiene en cuenta la buena sintonía entre el presidente Macri y su par estadounidense, Donald Trump, quien tras dar luz verde al ingreso de limones ahora está evaluando levantar las barreras al bife argentino, que desde hace 15 años tiene vedado su ingreso al país del norte.
El ministro de Agroindustria, Ricardo Buryaile, aseguró días atrás que ya se iniciaron todos los trámites para poder iniciar los primeros envíos al mercado estadounidense antes de fin de año.
Si a esto se le suma la crisis que está viviendo el sector frigorífico de Brasil -luego del escándalo por las denuncias sobre comercialización de carne podrida-, entonces el país está ante una oportunidad clave.
En este contexto, el titular de la Secretaría de Agregado de Valor del Ministerio de Agroindustria, Néstor Roulet, afirmó que la Argentina está en condiciones de despachar cerca de 400.000 toneladas, por encima de las 270.000 del año pasado.
De concretarse, significaría el regreso al selecto “club” de los 10 mayores exportadores del mundo.
A esto se suman los avances de la Mesa de Ganados y Carnes, que se reunió este martes y contó con la participación del presidente Macri; el ministro Buryaile; el titular de la AFIP, Alberto Abad, y representantes de la cadena.
En la misma se definió incrementar los reintegros a las exportaciones, aumentar los beneficios impositivos para la cría de novillos pesados y hasta la conformación del mercado de futuros para esta actividad, entre otras medidas.
Los fondos ganan terrenoGregorio Aberásturi, con casi 40 años en el negocio como consignatario, creó en 2016 el Club del Inversor Ganadero, en línea con los cambios en las reglas de juego para el sector.
“Las expectativas son realmente muy buenas. Estamos notando un creciente interés por parte de pequeños ahorristas que se quieren sumar al negocio”, afirma, en diálogo con iProfesional.
El Club funciona como un nexo entre productores ganaderos y particulares y se encarga de proveer know how financiero y conocimiento técnico, ofreciendo desde servicios de ingenieros agrónomos hasta veterinarios.
Así es como hoy están operando con 15 campos y unas 3.000 cabezas, pero con metas de crecimiento ambiciosas.
“A este ritmo, apuntamos a más que duplicar la cantidad de animales. La idea es llegar a los 7.000 en breve”, señala el experto, mostrando el buen clima que reina en estos proyectos.
¿Cómo funcionan? El principal incentivo que encuentran este tipo de instrumentos es el aumento del precio de la hacienda en pie.
Para tener una referencia, hacia fines de 2015, el kilo cotizaba a $16, apenas $3 más que en 2013. Es decir, un alza de tan sólo 23% en dos años, con una inflación que más que duplicó esa cifra.
Ahora, el kilo está rondando los $30, según datos de OpenAgro.
“Lo mismo sucedió con el valor de las vacas preñadas, que son compradas por los ganaderos para ampliar lo que llamamos la ´fabrica de carne`: en 2013 estos animales cotizaban a menos de $6.000 y ahora están valiendo hasta $15.000. Hubo una actualización importante”, afirma Villagra.
Esta “puesta al día” de los precios, que luego son pagados por los frigoríficos, es lo que está tentando a los pequeños inversores.
En 2016, tras las primeras medidas pro campo que implementó el macrismo, los particulares que apostaron por estos fondos salieron empatados.
Este año, la expectativa de mínima es superar en varios puntos a los plazos fijos. Pero las buenas proyecciones para el agro –y especialmente para el sector ganadero- hacen que los inversores no miren tanto la rentabilidad actual sino el potencial de crecimiento.
En el caso de OpenAgro, el valor mínimo para sumarse a un fondo es de $150.000. La cuotaparte no implica que el ahorrista se vuelva dueño de una vaca, sino de una suerte de “bolsa de terneras”.
“Lo que hacemos es focalizaros en ampliar el stock de madres: cuando nace un ternero, si es hembra, lo incorporamos al proceso para que se sume a la reproducción. Si es macho, lo engordamos para enviarlo al frigorífico”, detalla Villagra.
Actualmente, Openagro trabaja con una rentabilidad del 35% en pesos a 18 meses, lo que arroja un nivel cercano al 22% anual.
A diferencia del fondo agrícola, que tiene fechas específicas para entrar y salir, este modelo se presenta como más flexible.
“Siempre tenemos animales que están en proceso de engorde, así que la ventana es mucho más amplia", señala.
La otra diferencia respecto de los pooles de siembra es que, mientras que los valores de los granos tienen un alto componente internacional, en el caso de la carne, su precio está más influenciado por la demanda interna.
Esto, según Villagra, es clave, porque hay más posibilidades de que la cotización -en un escenario sin regulaciones como las que ocurrieron durante el kirchnerismo- vaya acompañando o, incluso, superando a la inflación.
“El negocio ganadero está más vinculado a la oferta y la demanda. Así que, si bien seguramente suban nuestros costos, en la medida en que las exportaciones sigan creciendo y el precio se sostenga, entonces la rentabilidad no debería verse erosionada”, afirma.
En el caso del Club del Inversor Ganadero, también tienen una ventana de ingreso flexible: actualmente poseen 12 “rondas”. Cada una de ellas representa un campo diferente, los cuales están ubicados en el sudoeste de la provincia de Buenos Aires.
“Somos el nexo entre los productores y los inversores. A los primeros los asistimos financiera y tecnológicamente. Además, contamos con un centro de capacitación. Así es como logramos tener la estancia con la mayor producción por hectárea del país, del orden de los 1.000 kilos”, afirma Aberásturi.
Cada explotación hoy cuenta con entre 15 y 20 inversores. Pero el plan es duplicar esa cifra.
El aporte mínimo para ingresar a un fondo, en este caso, es bajo: apenas $10.000.
“Esto está permitiendo romper la histórica `grieta` entre campo y ciudad. Estamos recibiendo gente que nunca había pensado en poner dinero en este tipo de proyectos. Además, armamos grupos para que los inversores viajen y visiten al productor”, detalla.
El ciclo productivo más corto es de entre 12 y 18 meses. Dentro de ese período se hace la liquidación de cada ronda, se muestran los resultados y el ahorrista puede decidir si retirarse o permanecer.
“Aconsejamos tomar esto como una inversión a largo plazo y pensar no ya en la rentabilidad en pesos sino en kilos de carne”, apunta Aberásturi.
Ganancias bajo la lupaSi se toma en consideración una tasa de retorno de hasta el 22% anual en pesos, se trata de una inversión que se ubica por encima de un plazo fijo, pero con una cuota extra de riesgo.
Estas colocaciones están ofreciendo entre 17 y 18%, mientras que las que se rigen con la tasa badlar orillan el 19%.
Como contrapartida, los pooles ganaderos están por debajo del retorno que hoy entrega una opción en auge, como son las Lebac, del orden del 25,5%.
Claro que hay que tener en cuenta un dato no menor: mientras que estos instrumentos financieros no están alcanzados por impuestos, el ahorrista sí deberá enfrentar un tributo a la renta por los beneficios obtenidos a través de un fondo, señala el tributarista Daniel Lejtman.
Según el experto, la tasa que deben incorporar las personas físicas en su declaración jurada personal es progresiva: arranca en el 5% y llega al 35%. De la misma dependerá cuán rentable termina siendo el pool, en términos reales.
El punto central es que, pese a la última actualización que tuvo lugar a fines del año pasado, la escala más alta (35%) comienza a impactar sobre el excedente de $320.000.
Es decir que, si los fondos ganaderos mantienen un retorno del 22%, es probable que, una vez limpio de tributos, este instrumento termine rindiendo el equivalente a un plazo fijo.
Sin embargo, Sara plantea que los inversores que buscan diversificarse y poner parte de sus ahorros en la economía real, no miran tanto la rentabilidad de hoy sino el potencial que tienen.
“Cuando entran, lo hacen apostando a que el contexto mejore un poco más. Es decir, a que se incrementen las exportaciones y a que el precio interno sea incluso más atractivo”, afirma el experto, dejando en claro que el incipiente auge de los pooles ganaderos es una consecuencia de las buenas expectativas que hay en el sector.
Frente a este cuadro y a lo "finitos" que pueden terminar siendo los números, Sara recomienda analizar bien cómo se estructura cada fondo y estudiar de qué manera trazan sus proyecciones.
¿Regreso triunfal para la soja? Cuando se analizan instrumentos para invertir en el campo, los fondos agrícolas siempre fueron la referencia.
Para esta campaña, según las estimaciones de OpenAgro, de la mano de la mejor rentabilidad que ofrecen el trigo y el maíz, apuntan a redondear una tasa de retorno en pesos de entre el 25% y el 30%.
Esa brecha de cinco puntos, según el experto, todavía está en debate en plena recta final de la cosecha. “Hay campos que todavía sufren por el agua o que tienen sus accesos complicados y no soportan un camión cargado con varias toneladas”, apunta Villagra.
Y si bien –más allá del número definitivo-, los fondos sojeros hoy rinden unos puntitos más que los ganaderos, desde OpenAgro hacen una salvedad: los últimos dos períodos no fueron de los mejores para los pooles agrícolas, que vienen de lidiar con algunos temas climáticos, fuertes alzas de costos, restricciones comerciales y precios deprimidos respecto de otros años.
En general, perdieron frente a la inflación. “El 2015 fue flojo; la rentabilidad fue del 12% en pesos. El 2016 mejoró un poco y estuvimos cerca del 16%”, señala el empresario, recordando que no es un negocio libre de riesgos.
Por eso, muchos de los que pusieron plata en campañas anteriores, ahora están comenzando a recuperar lo invertido. En el caso de OpenAgro, que llegó a manejar casi 30.000 hectáreas sembradas, ahora opera unas 7.000.
“Bajamos muchísimo la superficie, como también lo hicieron la mayoría de los fondos”, apunta el experto.
Según datos de mercado, allá por 2008 había 40 pooles que trabajaban cerca de 2 millones de hectáreas.
Sin embargo, ese modelo se agotó y fue dando paso a proyectos más chicos. Incluso, en muchos casos, fueron los propios dueños de los campos los que dejaron de arrendar y se volcaron a explotar sus propias tierras.
Sin embargo, así como hoy los ojos están posicionados en la ganadería, los inversores acostumbrados a poner algunas fichas en el agro también se ilusionan con el gran “regreso” de la soja.
Es que, a partir de enero de 2018, las retenciones a ese grano irán sufriendo una baja progresiva de medio punto mensual hasta diciembre de 2019.
Se trata de una quita muy tentadora y que hace prever un posible resurgimiento de las "vaquitas" de dinero para sacarle rédito al yuyito.