El difícil objetivo de Macri ante la jornada de protesta: confrontar con el kirchnerismo sin forzar ruptura con la CGT
Mauricio Macri se enfrenta hoy con una de las jornadas más duras desde su asunción como Presidente.
Se descuenta que una marea de trabajadores convocados por la CGT, la CTA y diversas fuerzas políticas se movilizarán hacia el ministerio de Producción, a cargo de Francisco Cabrera, para reclamar un cambio en el rumbo económico que ponga fin a la sangría que sufre la industria nacional.
En la misma jornada se espera que la CTA convoque a un cese de actividades nacional y que la CGT le ponga fecha a su ya anunciada –y nunca ejecutada- huelga general. Se estima, según dejó trascender la central cegetista, que la medida de fuerza sería entre fines de marzo y los primeros días de abril si Cambiemos no rectifica sus medidas de gestión.
¿Qué exige la CGT? Tal como se escuchará reclamar a los líderes sindicales desde el escenario central que estará montado en la intersección de Moreno y la Avenida Presidente Julio A. Roca, que la Casa Rosada modifique su política de comercio exterior, dosifique la apertura indiscriminada de las importaciones, termine con los despidos y no le ponga tope a las paritarias, entre otras cuestiones.
El cóctel sindical del martes se completa con el segundo día de paro docente, por el que 12 millones de alumnos, aproximadamente, no tendrá clases.
Los gremios exigen al Gobierno que abra las paritarias nacionales, que fijan un piso a la negociación salarial en cada una de las provincias. El lunes, se movilizaron más de 50 mil personas al ministerio de Educación de la Nación en pos de encauzar su demanda.
Ante este escenario, las dudas giran en torno a la respuesta que tendrá Mauricio Macri para salir de la encrucijada sindical en la que quedará envuelto en medio de un año electoral.
La pulseada por imponer el "relato"
Más allá de las clásicas evaluaciones sobre si la marcha fue masiva o si estuvo debajo de las expectativas, el otro gran "partido" que se juega mañana es el de la comunicación. Cada parte intentará imponer su interpretación sobre el significado de la jornada de protesta, y el propio Macri en su discurso del 1° de marzo dejó en claro cuál es su estrategia.
Para el Gobierno, las protestas son una reacción de sectores políticos renuentes al cambio. Y más que confrontar con los dirigentes de la CGT, lo hará con el kirchnerismo.
Cuando las diversas columnas sindicales empiecen a converger en el centro porteño para iniciar su jornada de protesta, en los tribunales federales de Comodoro Py, la ex presidenta Cristina Fernández de Kirchner será indagada por juez Claudio Bonadío en el marco de la causa "Los Sauces".
Una coincidencia que la ex presidenta no dudó en atribuir a una jugada con interés político. La reacción de Cristina fue pedir a sus militantes que no fueran a los tribunales a expresarle su apoyo, sino que se sumaran a la manifestación contra la política económica macrista.
Por lo pronto, la decisión del juez Bonadío y la reacción de Cristina resultan funcionales al discurso de Cambiemos, que intentará neutralizar la manifestación del martes adjudicándola de “política” y vinculándola al kirchnerismo.
Siguiendo esa línea política , el viceministro del Interior, Sebastián García de Luca, polarizó con el kirchnerismo y dejó entrever una de las tácticas de Cambiemos de cara a la movilización sindical.
El funcionario afirmó que el objetivo de la protesta de la CGT es "político" y consideró que "lo hacen quienes se callaban con la inflación y la pobreza kirchnerista".
De Lucca, quien secunda en el Ministerio del interior a Rogelio Frigerio, aseguró que quienes fogonean la marcha y el paro "son los que se olvidaron de los trabajadores durante 12 años, los que no entienden todavía que la Argentina empezó un proceso de cambio a través del diálogo y la búsqueda de consensos".
"Quizás al kirchnerismo le molesta que dialoguemos y que estemos bajando la inflación", sentenció en una polarización clara con el espacio que lidera Cristina Fernández de Kirchner.
"No está en discusión la protesta como forma de ejercer la ciudadanía. Pero el chip es viejo, ellos se resisten a entender que la sociedad pidió un cambio, ahora tienen un gobierno con el que, si quisiesen, pueden dialogar y trabajar".
El viceministro del Interior pidió "mirar qué dirigentes políticos están apoyando el paro". Y enmarcó la protesta en la contienda electoral de octubre.
En la misma sintonía, se manifestó el presidente del Interbloque de diputados de Cambiemos, el raidcal Mario Negri, quien en pos de deslegitimar la movilización, sostuvo que "hay dirigentes gremiales que parecen salidos del Canal Volver". Fue la forma que eligió la UCR de respaldar a su líder político.
"Las convocatorias a paros nacionales y marchas a un solo año de gobierno solo se explican cuando alguien del PJ no está gobernando", remarcó. Y advirtió que muchos de los líderes sindicales han salido de "las catacumbas K", lo cual denota la "intencionalidad política" de las medidas de fuerza.
A las claras está que la corriente política que encabeza Cristina Fernández de Kirchner se transformó en el adversario político ideal para Cambiemos, con el que decidió polarizar de cara a los comicios legislativos.
Ante la caída en las encuestas, el macrismo decidió refugiarse la estrategia que le deparó réditos políticos en 2015.
La respuesta
Desde la CGT, la CTA y los espacios políticos opositores la respuesta es homogénea.
Para este amplio abanico de actores políticos y sociales, la crisis económica es evidente y de continuar el rumbo elegido por Cambiemos, el colapso de varios sectores de la economía es inevitable.
“Los dos vemos un caballo pero para unos es un ‘pura sangre’ y para otros un ‘ponny’”, sintetizó Héctor Daer y graficó con el ejemplo la distancia que separa a la CGT del Gobierno. “Tenemos perspectivas ideológicas distintas”, completó el triunviro de la CGT, quien también es diputado nacional por el Frente Renovador, el espacio de Sergio Massa.
La cita de Daer en realidad es de su par en la central obrera, Juan Carlos Schmid, moyanista de “pura cepa”, un ala sindical que desde hace mucho tiempo rompió con el kirchnerismo.
Lo que Cambiemos pretende hacer es usufructuar, desde el discurso, la convergencia del kirchnerismo en este amplio espacio que solo parece tener en común el cuestionamiento del modelo macrista.
El Presidente en su laberinto Con la polarización con el kirchnerismo de fondo, el macrismo analiza diversas opciones para enfrentar la avanzada sindical.
Una, la más lineal, es confrontar de forma directa con los movilizados. Pero el costo a pagar con esta opción puede resultar alto.
Si bien en el Gobierno saben que los dirigentes sindicales no mueven el amperímetro en las encuestas, enfrentar una fuerte movilización social por problemas económicos con un discurso que pretende paritarias a la baja no pareciera ser una buena estrategia. Sobre todo cuando casi ningún gremio cerró una recomposición salarial para el 2017. El riesgo es que los focos de conflicto se multipliquen y se retroalimenten.
“Ceder antes los reclamos” nunca es la mejor opción, según los manuales de conducción política y liderazgo. Y menos si se agita el fantasma de “un presidente débil”, como hace, cada tanto, la oposición.
Dejar que pase la movilización y llegar a un acuerdo con los docentes, sin abrir la paritaria nacional ni perforar el techo del 18% pero otorgando sumas no remunerativas que conformen a los gremios, aparece como la salida más elegante que podría impulsar el Gobierno.
Sobre todo porque sería una forma de tirarle un salvavidas a la gobernadora bonaerense, María Eugenia Vidal, que amenaza con entrar en una escalada con los cinco gremios docentes.
No obstante, la “pelota” pasaría al campo de los sindicatos que con el fantasma del paro nacional podrían ocasionarle un nuevo dolor de cabeza al Presidente.
Ocurre que en 20 días, la Casa Rosada podría tener que enfrentar una huelga general de envergadura. El suceso podría arrastrar a Macri a un escenario complejo, en medio de un año electoral, donde la polarización podría transformarse en un armar de doble filo.
Si lograse persuadir a la opinión pública que se trata de una medida política, fogoneada por el kirchnerismo, el triunfo sería claro. Pero si tropieza en el intento, el margen de maniobra de cara a octubre se reduce. Y crece la posibilidad de que el conflicto social se multiplique.