La lógica del "año impar": Macri recurrirá a la obra pública y al dólar barato para mejorar la economía
Ya se transformó en un clásico argentino:
-Los años pares -en los que no hay elecciones de medio término ni presidenciales- son dominados por la economía, con predominio de las medidas de ajuste.
-Los impares, en cambio, revisten una tónica más política. Entonces se propende a las políticas expansivas, con protagonismo del consumo y la obra pública.
Hay economistas que vieron en este ciclo una reproducción a escala pequeña de los grandes períodos de "stop and go" que han caracterizado la historia económica reciente en la Argentina.
Es una lógica dictada por el calendario político, que hace que cada dos años el Gobierno se someta al test electoral. Ese ciclo dominó todo el kirchnerismo, que alternó años recesivos con otros expansivos:
-En 2011 el PBI creció fuerte, un 6%, cuando Cristina Kirchner fue reelecta en medio de un boom consumista.
-Luego, en 2012, sobrevino una recesión de 1,1%, calificada por muchos economistas como "auto-inflingida".
-En 2013, sobrevino una recuperación de 2,3%, en coincidencia con las legislativas.
-En 2014, con Axel Kicillof al mando de la economía, hubo una recesión de 2,6%
-En 2015, confirmándose la repetición del ciclo, se observó un rebote del 2,4%
Ahora, el macrismo espera no ser la excepción. Confía en que al recesivo año que acaba de terminar -con caída superior al 2%- le siga una recuperación de alrededor de 3,5 puntos del PBI.
Después de todo, era algo que estaba previsto en los planes. El 2016 estaba condenado a ser un año de números negativos, porque la "herencia recibida" obligaría a tomar una serie de medidas inevitables, como la devaluación y el tarifazo de los servicios públicos.
Recién una vez que se haya ordenado el panorama económico, se podría retomar una senda de crecimiento.
Claro está que en este ciclo de años pares recesivos e impares de crecimiento, no todo es infalible. Y, sobre todo en los cálculos políticos, la fórmula "puede fallar".
Lo sabe bien Cristina Kirchner, que no pudo evitar que le fuera mal en sus dos elecciones legislativas de medio término -en 2009 y 2013- a pesar de haber forzado todo lo que pudo la maquinaria consumista.
A veces el impulso fiscal no alcanza, ya sea porque los recursos escasean y la receta no da resultado, o bien porque el contexto internacional se torna desfavorable.
No por casualidad, los buenos resultados electorales del kirchnerismo coincidieron con momentos de altos precios de las agroexportaciones argentinas, mientras que las derrotas estuvieron en línea con caídas de la soja y otros granos.
¿Hacia un 2017 keynesiano?Todos tienen asumido que, así como el año que termina fue de inevitable recesión, el 2017 será de crecimiento.
Esto, aun cuando el repunte no esté basado en una expansión "genuina", basada en una lluvia de inversiones, sino producto de un efecto rebote con varios componentes "keynesianos". O, para ir más cerca, a raíz de la aplicación de "recetas kirchneristas".
Algo de eso ya se está viendo. En parte, para garantizar la paz social y en parte por la voluntad de mostrar señales de reactivación económica, el gobierno de Macri ha decidido volcar más dinero a la calle.
Concretamente, unos u$s3.000 millones, sólo para complementar planes de asistencia social dirigidos a sectores de bajos ingresos o alivios impositivos para la clase media.
Es verdad que como su objetivo es achicar el gasto, lo hizo un poco a regañadientes. Pero, al igual que el kirchnerismo en su momento, espera que al menos estas medidas contribuyan a mejorar el consumo.
Esto, en un contexto en el que los supermercados experimentan una caída del 7% en las ventas de alimentos y artículos de higiene y las de electrodomésticos, un 8%.
Nadie se mostró sorprendido por estos descensos. Una inflación en torno del 40% anual y subas salariales que corrieron 10 y hasta 15 puntos por debajo, no dejaron margen para pensar en una situación diferente.
Para colmo de males, ante el cuadro recesivo y el mayor temor a perder el empleo, aquellos que sí tuvieron capacidad de compra adoptaron una actitud más cautelosa y se volcaron a cuidar su patrimonio.
Para los argentinos, desde hace ya hace varias generaciones, la gran forma de ahorro es adquirir dólares. Esto hizo que la "fuga" promedio sea de u$s1.500 millones por mes durante 2016.
Puntos fuertes y débilesLo que diferencia a Macri de las administraciones kirchneristas es que, de cara a otro año electoral, pretende lograr simultáneamente dos cosas que no parecen compatibles: crecimiento económico y achique del rojo fiscal.
De hecho, la llegada de Nicolás Dujovne al Ministerio de Hacienda es vista por el mercado como la confirmación de que el recorte del gasto será prioritario en la agenda gubernamental.
Es cierto que no parece fácil alcanzar esos objetivos, pero también es verdad que Macri cuenta con algunas ventajas con respecto a los Gobiernos previos, como la del acceso al crédito externo.
Por lo pronto, los factores que se enumeran a continuación incidirán en el año electoral del jefe de Estado:
1. Dólar (jugará a favor)
El hecho de que hayan ingresado al blanqueo más de u$s90.000 millones -con un ingreso en cash superior a los u$s6.000 millones- sumado a las divisas que aporten el campo y el crédito externo, hará que el tipo de cambio vuelva a "plancharse".
Hay una máxima de la política argentina que indica que un Gobierno no puede tener éxito electoral si no es apelando a un dólar barato que aliente el consumo y el turismo.
2.- Contexto mundial (neutral o negativo)
El "efecto Trump" no deja muchas esperanzas de que el mundo pueda ayudar a la economía argentina.
Por lo pronto, ya hubo subas en las tasas de los bonos argentinos, lo que presupone un mayor costo para tomar deuda. En cuanto a los precios de las exportaciones albicelestes, las expectativas son de leves bajas.
3.- Salarios (neutro a levemente positivo)
La caída del salario real en 2016 hizo que el consumo sufriera un desplome de más de 4%.
La expectativa del macrismo es que en el arranque del 2017 los sueldos empiecen a ganarle a la inflación, si bien aún no hay certeza de que se vaya a cumplir esta premisa.
En todo caso, hay dos cuestiones que hacen dudar sobre si el consumo podrá ser una carta electoral del macrismo.
Primero, porque la magnitud de la recuperación puede ser marginal para que se note un cambio. Segundo, porque un factor fundamental para su repunte es la sensación de estabilidad, algo que no mejorará en la medida en que la economía no crezca.
4.- Campo (a favor)
Es la gran esperanza de los macristas y por un motivo doble.
Primero, porque confían en que se transforme en la "locomotora" que saque a la economía de la recesión. Según estima el consultor Salvador Di Stefano, entre abril y julio se cosecharán unas 33 millones de toneladas de maíz y 50 millones de toneladas de soja.
Segundo, porque en las provincias productoras han empezado a aparecer "brotes verdes" ligados a la venta de maquinaria y fertilizantes. Esto predispone a una mejora del humor social en territorios tradicionalmente peronistas, en los que el Gobierno puede aspirar a mejorar su performance.
5.- Obra pública (a favor)
Es un rubro en el que el macrismo se emparenta con el kirchnerismo.
A pesar de las críticas de quienes ven un agravamiento del frente fiscal, el Gobierno apuesta al poder reactivador de la inversión estatal y al rédito político que ello supone.
Esto alimenta los pronósticos de los analistas más críticos, que prevén un rojo fiscal primario del 6%, a los que se debería sumar 2 puntos (por pago de intereses de deuda), y otro 1,5% (por déficit de las provincias).
No debe excluirse de la cuenta al déficit del Banco Central -el llamado "cuasifiscal", un clásico de los años 80- que ya estaría en 2 puntos del PBI.
Estos guarismos se alejan bastante de la meta oficial, que da cuenta de un agujero en las cuentas públicas de "apenas" 4,2% del producto.
6. Inversión privada (neutra a levemente positiva)
Puede darse una mejora respecto del flojo 2016, pero pocos creen que los u$s60.000 millones de inversiones previstas, que se anuncian en la página web del ministerio de Hacienda, se hagan realidad en el corto plazo.
El Gobierno pronosticó un crecimiento del PBI de 3,5% en 2017, algo no muy ambicioso después de un período previo que mostró un retroceso del 2%.
Aun así, el mercado se muestra escéptico de que la meta oficial se cumpla.
Mientras tanto, el nivel de inversión sigue muy bajo, en torno del 15% del PBI, bien lejos de la meta oficial, que se propone llevarlo a cerca del 25% hacia el final de su gestión.
La elección, prioridad de los inversoresA pesar de todas las críticas, Macri parece estar convencido de mantener la línea de los años pares y los impares.
Acaso los números que más le preocupen no sean los que vienen de la economía sino de las encuestas de opinión pública.
Todavía hay una relativamente alta aprobación para su gestión -en torno del 55%- aunque en clara tendencia declinante.
Los asesores políticos del Presidente lo convencieron respecto de que, puesto en la disyuntiva de tener que elegir entre privilegiar el objetivo electoral o en poner en orden la economía, no debería dudar en optar por el primero.
A fin de cuentas, hasta los propios empresarios y el mismísimo FMI se lo han hecho saber con claridad: todas las señales "market friendly" son insuficientes si no hay una certeza de que el cambio tendrá apoyo político y perdurará en el tiempo.
Los ejecutivos de negocios, esos en los que Macri tiene cifradas las esperanzas del despegue económico, no están dispuestos a hundir su capital hasta no tener en claro que los actuales cambios no serán apenas un interregno entre dos gobiernos de corte populista.
Después del llamado "mini Davos" y de su gira por Estados Unidos, Macri decodificó este mensaje.
Por ahora, sólo hay felicitaciones. Para que lleguen los dólares, deberá demostrar que es capaz de consolidar el cambio político y derrotar al peronismo en las legislativas de 2017.