El "índice Falabella" confirma que la Argentina volvió a ser el país más caro de la región
El debate sobre lo caro que continúa siendo el país en dólares hoy está más vigente que nunca, en un contexto en el que el Gobierno presiona para reconvertir sectores productivos que hoy no son competitivos.
Un cálculo muy simple permite entender cuán elevado es el “costo argentino” que preocupa y mucho al macrismo.
Un consumidor que se dirija a un local de la cadena Falabella en Buenos Ares, podrá adquirir cinco artículos electrónicos (como un televisor HD de 32”, una notebook HP, una tableta de 8GB, una consola Xbox 360 y un teléfono inteligente Samsung) y abonar por ellos el equivalente a u$s2.700.
Pero, por el mismo monto, podrá optar por el siguiente plan: pagarse un pasaje a Chile, reservar un hotel cuatro estrellas durante dos noches en Santiago e ir de shopping a una de las sucursales Falabella para comprar exactamente los mismos artículos.
Una vez que el avión haya aterrizado en Buenos Aires, este consumidor se encontrará con que gastó alrededor de u$s2.000.
Al cruzar migraciones y declarar todas sus compras ante la Aduana, deberá abonar cerca de u$s700 extra por estos cinco equipos.
Es decir que al final de su periplo -exceptuando los gastos necesarios para moverse y comer en el país vecino-, habrá gastado prácticamente lo mismo viajando a Chile para hacer sus compras allí que si hubiese optado por quedarse en la Argentina.
Así de amplia es la diferencia de precios entre ambos países.
Pero este análisis no se limita a la nación trasandina.
Si se considera la misma canasta de artículos y se toman en cuenta los valores vigentes en las diferentes tiendas que Falabella posee en otros dos países de la región como Colombia o Perú, la Argentina sigue posicionándose como el mercado más caro en términos de dólar.
Y este comparativo excede a los dispositivos tecnológicos. Lo mismo aplica para artículos del hogar, como heladeras, cafeteras, así como para zapatillas y hasta colchones.
En la actualidad, un comprador que se dirija a alguna sucursal porteña de Falabella deberá pagar el equivalente a u$s1.130 por una heladera de 318 litros de primera marca.
En Perú y en Colombia, esta cadena ofrece equipos similares a un valor de u$s500. Es decir que el precio en la Argentina es cerca de un 130% más elevado.
Si se considera un televisor LED marca Samsung de 50 pulgadas, las diferencias se mantienen: en un Falabella porteño se tendrá que abonar casi u$s1.250 por este equipo.
¿A cuánto cotiza en Chile? Menos de u$s550. En este caso la brecha también se estira hasta cerca de un 130%, tal como se puede observar en el siguiente cuadro:
Ahora bien, si los valores vigentes en las tiendas Falabella de la Argentina se los compara con el promedio de los otros tres países (Chile, Perú y Colombia), las grandes diferencias quedan a la vista.
Salvo en el caso de los celulares liberados (que en la Argentina sufrieron una sensible baja de precios), en el resto de los artículos las brechas escalan del 25% al 110% (ver cuadro).
Ser el mercado más caro no necesariamente significa que para los consumidores de ese país sea más dificultoso acceder a determinados productos.
Por eso resulta clave cruzar el valor de los bienes –en este caso, la canasta de 10 artículos comercializados por Falabella- con los salarios vigentes en cada nación.
En el caso de Chile, el sueldo promedio del sector formal ronda los u$s860. Considerando que dicha “canasta” –que incluye desde electrónicos hasta calzados- suma unos u$s3.170, se requerirán de 3,6 remuneraciones para cubrirla.
En la Argentina, el salario promedio en dólares es 30% más elevado (u$s1.100) pero el mismo combo supera los u$s5.400.
De modo que será necesario el equivalente a casi 5 mensualidades hasta alcanzar ese valor.
Atraso cambiario: se reaviva el debate El hecho de que la Argentina lidere cómodamente el “índice Falabella” como el país más caro en dólares de la región no es nuevo.
iProfesional ha venido realizando este mismo comparativo en los últimos cuatro años y en cada una de las ediciones los valores vigentes en el mercado local siempre estuvieron al tope del ranking.
Lo llamativo es que este resultado vuelva a repetirse luego del sinceramiento del tipo de cambio con el que avanzó el macrismo hace nueve meses y que incluyó una devaluación de casi 45%.
Allá por diciembre, justo el día después de esta depreciación, los precios de los productos comercializados por esta cadena –así como los de la economía en general- se abarataron sustancialmente medidos en dólares.
Sin embargo, esa “foto” no permaneció estática: el índice inflacionario -que se fue acelerando durante las semanas y los meses posteriores, hasta superar el 40% interanual-, fue empujando los valores de todos los productos, desde electrónicos hasta indumentaria.
Esto, combinado con un peso que no sólo no siguió devaluándose, sino que en los meses posteriores se mantuvo debajo del récord alcanzado en marzo ($16,20), llevó a que la Argentina recupere posiciones en este índice.
El ranking, en definitiva, es un ejemplo práctico que sirve para mostrar cómo se deterioró la competitividad cambiaria frente a la de otros socios comerciales, como consecuencia de una alta presión impositiva e inflacionaria, altos costos de logística, en combinación con un billete verde amesetado.
Según cálculos de la consultora Economía & Regiones, antes de la liberación del cepo, el tipo de cambio real –restada la variación de precios- era de $0,98 por cada dólar. Es decir, un nivel similar al del fin de la convertibilidad, allá por 2001.
Tras el sinceramiento que propuso Prat Gay, la relación saltó a $1,32.
Sin embargo, dado que la inflación ha sido mayor que la depreciación nominal, el tipo de cambio en términos reales ya está en $1,16, es decir, muy cerca del punto de partida.
Esto explica, en parte, por qué los productos que se venden en el país se han ido volviendo cada vez más caros, medidos en dólares.
El problema es que, bajo la perspectiva del tipo de cambio, los analistas le atribuyen pocas chances a la posibilidad de que mejore la posición de la Argentina en el concierto regional.
Para el economista Gabriel Caamaño Gómez, del Estudio Ledesma, “la tendencia es que se profundice el atraso cambiario".
"Para que esto no suceda, se necesitaría tener de ahora en más y todos los meses una inflación del 0,5%. Pero mientras el ajuste fiscal sea más lento de lo previsto, la política monetaria seguirá funcionando como ancla”, añade.
Los analistas de E&R coinciden con este diagnóstico: estiman que la política fiscal expansiva será "más agresiva en 2017 porque la obra pública despegará fuertemente".
Esto constituirá un obstáculo para que la inflación baje de manera más abrupta. En consecuencia, la meta planteada por el oficialismo de un índice del 17% "podría no cumplirse", advierten.
“Según nuestra visión, el dólar se seguirá abaratando en 2017. En otras palabras, la inflación le seguirá ganando a la depreciación nominal durante el próximo año”, es el cuadro que trazan desde la consultora que supo comandar Rogelio Frigerio.
Esto significa, desde el punto de vista de la competitividad cambiaria, que no hay argumentos sólidos para suponer que la Argentina mejorará su posición en el ranking y que seguirá siendo el país más caro de la región para adquirir tecnología o indumentaria.
El impacto del “costo argentino” Pero la variable tipo de cambio no es la única causa que explica el cuadro actual.
En el caso de la industria manufacturera, los analistas hacen hincapié en cuestiones estructurales, comenzando por el elevado costo laboral interno, en un contexto en el que desde hace una década se viene trabajando muy poco en materia de productividad.
Esto, debido a factores como:
-Cierre de las importaciones: al restringirse la competencia, bajó el estímulo entre empresas a ser más competitivas.
-Elevada inflación: que hizo cada vez más difícil trabajar en una “sintonía fina” sobre los costos al interior de las industrias.
-Cepo cambiario y estancamiento del PBI: dos factores que desalentaron la inversión en “fierros”.
Fernando Baer, de la consultora Bconomics, destaca que "una de las variables que permite pagar salarios elevados sin afectar la competitividad es la productividad. Si no se pelea por salarios, como lo hace China, entonces se compite por productividad”.
El problema es que la Argentina arrastra una larga cuenta pendiente en esta materia.
Alberto Schuster, director de la Unidad de Competitividad de Abeceb, coincide en este diagnóstico. Incluso, asegura que el mayor inconveniente no es el costo laboral.
"Si a los salarios domésticos se le suman factores como la tasa de ausentismo, cargas sociales, ART y otros conceptos, la Argentina se ubica en el medio. No está entre los países más caros del mundo ni entre los más baratos”.
“El problema –apunta- es cuando esto se divide por la productividad. En este caso sí tenemos uno de los peores niveles a nivel global, por detrás de países como Turquía, México, Polonia o República Checa” (ver cuadro).
El cruce de ambas variables (costo laboral y productividad), según Schuster, genera que el costo total del trabajo que demanda fabricar un bien en la Argentina sea muy elevado en el comparativo internacional.
De hecho, la Argentina se ubica entre las naciones más caras, tal como se puede ver en el siguiente cuadro:
A la luz de estas cifras, ¿hay manera de que una heladera "Made in Argentina" no cueste un 130% más que un equipo similar comercializado, por ejemplo, en Perú sin que esto implique liberar completamente el ingreso de productos asiáticos?
Para Schuster, la clave es trabajar en la productividad. “Pero esto no es mágico y lleva tiempo", advierte.
"Duplicar esta variable insume no menos de diez años. Hay que modernizar la maquinaria, bajar impuestos a la inversión, reducir el nivel de ausentismo, mejorar rutas y puertos y achicar los costos de la cadena de comercialización, entre otras cosas”, afirma.
Frente a este cuadro, asegura que “en el corto plazo, no es posible mejorar la competitividad estructural de muchas industrias instaladas en la Argentina".
Lo importado también sufreLa particularidad del “Índice Falabella” es que varios de los productos que se comparan son de origen asiático.
Es decir, no se fabrican en la Argentina y no están afectados por los elevados costos industriales domésticos. Pero, así y todo, aquí pueden costar –en dólares- 50% o 60% más que en Chile, Perú y Colombia.
Al evaluar las causas, desde Abeceb hacen referencia a un cúmulo de variables.
“La presión tributaria, los sobrecostos de las cadenas de valor y las elevadas tarifas logísticas tienen una gran influencia en la conformación del precio”, indican.
Respecto del primer punto, el Gobierno de Macri está comenzando a desplegar una agenda de trabajo para ir reduciendo la carga impositiva que recae sobre las empresas.
Para los analistas de Economía & Regiones, se trata de un punto decisivo: "El sector privado argentino no es competitivo por culpa -en parte- de la presión tributaria, que ha llegado a niveles récord”, señalan.
Según la consultora en base a datos del FMI, la carga impositiva en la Argentina alcanza casi el 37%, entre 10 y 17 puntos por encima de los otros tres países que componen el “Índice Falabella”.
Para terminar de armar el “rompecabezas” del llamado “costo argentino”, otra variable que hay que tener en cuenta son los aranceles de importación. En la Argentina –junto con los socios del Mercosur- son de los más elevados de la región.
Por ejemplo, un par de zapatillas, un jean o una notebook que ingresan desde cualquier país asiático, tributan una tasa del 35%, el valor máximo autorizado por la Organización Mundial del Comercio.
En cambio, Chile, que tiene firmados Tratados de Libre Comercio (TLC) con 14 países –entre ellos Estados Unidos, China y Vietnam- la tasa es cercana al 0%.
En el macrismo existe interés por reducir algunos de estos aranceles. Según adelantó iProfesional, el Ministerio de Producción tiene en carpeta la reducción del arancel externo común para la importación de notebooks y tablets del 35% actual al 16%.
Esta baja de casi 20 puntos, según cálculos oficiales, impactaría en una reducción del precio “de bolsillo” del orden del 10%.
Claro que esta estrategia ya despierta críticas, especialmente por parte de CAMOCA, la cámara que nuclea a las empresas que producen estos equipos en territorio argentino.
Argumentan que dan empleo a 5.000 personas y que un abaratamiento de las importaciones los puede poner en seria situación de riesgo.
Frente a esto apelan al argumento gráfico de que una portátil más barata en una vidriera es sinónimo de menos trabajo argentino y salarios más bajos en el mercado interno.
Así, el "Índice Falabella" no sólo es un recordatorio de los problemas de competitividad de la Argentina, tanto cambiarios como estructurales. También es la punta del ovillo de un intenso debate que hoy enfrenta al Gobierno y a los industriales.