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El dólar no es el "único culpable": las otras tres causas que también afectan al Made in Argentina

El dólar no es el "único culpable": las otras tres causas que también afectan al Made in Argentina
06/09/2016 - 12:10hs

“La Argentina está cara en dólares”. Se trata de una definición que ya casi nadie la discute. 

En pleno debate sobre el impacto que tendrá el servicio de importaciones "puerta a puerta", un recorrido por páginas de comercio electrónico de cadenas europeas o de los EE.UU. es suficiente para observar la gran brecha de precios que existe en rubros como indumentaria, calzado, tecnología y hasta juguetes

El hecho de que un consumidor argentino deba pagar más –en billetes verdes- que un ciudadano de otros lugares del mundo por un producto similar también alcanza a artículos en los que la Argentina debería sacar ventaja, como los alimentos

Según se desprende de un reciente relevamiento de iProfesional, en Buenos Aires, los valores que se manejan en supermercados porteños para artículos como pan lacteado, leche o gaseosas, pueden ser de más del doble que los que se observan en comercios de otras ciudades, como Nueva York, Madrid, San Pablo o Santiago de Chile. 

El economista Federico Muñoz acaba de hacer su aporte: en su último reporte mensual -titulado “¿Por qué Argentina está tan cara en dólares?"- expone diversos ejemplos.

La particularidad radica en que todos los precios fueron tomados de la cadena Falabella, que tiene sucursales en Buenos Aires y también en Chile, Colombia y Perú.

La detallada investigación de Muñoz dejó en evidencia que, en promedio, los precios en la Argentina se ubican casi 120% por encima de los existentes en los locales que la misma cadena posee en otros países.

Según el informe, una impresora HP Deskjet cuesta en la Argentina 200% más que en los otros países. En el otro extremo, un perfume de la marca Carolina Herrera vale “apenas” el 20% más.

La lista elaborada por el economista incluye calzados, textiles, juguetes, indumentaria y electrónicos.

En ninguno de los ítems la Argentina ocupa el escalón más bajo. Por el contrario, siempre aparece como el mercado más oneroso para el consumidor.

De hecho, al relevar las ventas por metro cuadrado, la filial argentina de Falabella también se lleva el primer puesto: u$s9.500 versus u$s6.000 de Chile; u$s5.500 de Perú y no más de u$s4.000 en Colombia.

¿Esto es atribuible a una exacerbada rentabilidad de la cadena comercial? Federico Muñoz descarta esta última hipótesis.

Al comparar los balances de Falabella descubrió que, si bien los márgenes brutos obtenidos en la Argentina eran superiores a los demás países, el margen neto (EBITDA) “resultó ser el menor de los cuatro países relevados”. 

“Los sobreprecios locales no parecen ser atribuibles a una rentabilidad excesiva del canal de comercialización”, señala el investigador.

Una primera clave: la competitividad cambiariaAl analizar todas las variables, una de las conclusiones de Muñoz es que “la Argentina está cara en dólares”. 

Esta declaración contrasta con un hecho no menor: desde que asumió el Gobierno macrista, el salto de la divisa estadounidense superó el 50% nominal.  

El problema está en el diferencial de inflación entre la Argentina y el resto de los países, que llevó a que apenas quede en pie un cuarto de esa devaluación en términos reales, lo que se conoce como “competitividad cambiaria”. 

“En esos términos, estamos peor que cuando el gobierno anterior puso el cepo”, dispara Agustín Bruno, desde la consultora LCG.

Es verdad que el atraso cambiario es el primer diagnóstico que economistas de distintas extracciones ideológicas coinciden en realizar.  

Sin embargo, los expertos consultados por iProfesional sobre las razones de este fenómeno, coinciden en otro punto: no alcanza con hablar únicamente del valor del dólar para comprender por qué este país es mucho más caro que otros. 

En primer lugar porque los bienes transables podrían importarse y así ayudar a bajar el precio en el mercado local. 

Pero la cuestión es que en la Argentina, un artículo –como una prenda o un dispositivo electrónico- aun habiéndose fabricado en Asia, por ejemplo, termina resultando mucho más costoso en dólares que en otros países.

El “cerrojo” aún influye

Si bien desde que asumió el macrismo se relajaron las trabas a las importaciones, todavía quedan resabios del “cerrojo” que supo imponer el entonces secretario de Comercio, Guillermo Moreno. 

Un reciente informe de la Organización Mundial del Comercio (OMC) da cuenta de que la Argentina es una de las naciones más proteccionistas

Otro dato: el índice importaciones sobre PBI cayó el año pasado al 10% contra el promedio del 13,5% que se dio entre 2005 y 2011, momentos en que había una economía pujante.

Muñoz además hace foco en el arancel promedio para importar, que es de casi 14%, un valor muy superior al de Chile, donde ronda el 6%, Colombia (5,8%) y Perú (3,4%).

Esta protección –si bien se ha ido relajando en los últimos meses- tiene un costo que el consumidor local termina pagando cuando va de compras. 

El efecto de la presión impositivaHay variados ejemplos para graficar que en la Argentina una carga tributaria superior a la de otros países. 

No solamente de parte del Estado nacional. En los últimos años, los gravámenes se multiplicaron en provincias e intendencias de todos los colores políticos.

Fernando Marengo, economista del Estudio Arriazu, le pone nombre y apellido a un caso. El de Ingresos Brutos en la provincia de Tucumán, que castiga con un 7% adicional los precios de los productos que se expenden allí.

En Ciudad de Buenos Aires, en tanto, los préstamos bancarios también cargan con un 7% de Ingresos Brutos.

Un informe del IARAF (Instituto Argentino de Análisis Fiscal) resulta esclarecedor al trazar un análisis sobre el rubro alimenticio

Los productos, afirma el documento, tienen una carga tributaria del 40%, al tomar en consideración no solamente los impuestos nacionales (algunos de los cuales llevan un IVA diferencial del 10,5% y otros del 21%), sino también las tasas provinciales y las municipales, que varían a lo largo y ancho del país.

Paralelamente, una investigación patrocinada por las distintas cámaras empresarias del rubro automotor (como ACARA y ADEFA) destaca que casi 55% del valor final de un vehículo se explica por los impuestos.

Dicho de otra manera: de cada $10.000 que se pagan por un auto, cerca de $5.500 se dirigen al Estado.

En el caso de la indumentaria, un informe de la UADE puso el foco en las cargas impositivas y laborales: en la Argentina, estos conceptos llegan a representar casi el 30% del precio final de un jean. 

Los argumentos para explicar el encarecimiento de los bienes y servicios no terminan acá. Existen otras variables menos visibles pero muy relevantes a la hora de sacar cálculos. 

Marengo detalla algunas de esas otras claves:

● La infraestructura deficitaria, que termina inflando los costos de manera innecesaria.

● La carga financiera que, en muchos casos, suele ser del doble respecto del nivel que se observa en países vecinos.

● El costo logístico, que resulta más elevado en la Argentina que en los otros países de la región, a punto tal que la tarifa por enviar una carga de Mendoza a Buenos Aires puede ser superior a la de un flete marítimo a Europa o Estados Unidos

A su turno, Arnaldo Bocco, ex director del Banco Central durante el mandato de Martín Redrado, expuso otros tres puntos:  

● Los mayores precios (en dólares) que las empresas argentinas pagan por los combustibles

● Los crecientes gastos asociados, por ejemplo, a los seguros, “que son más caros que en el resto de Latinoamérica”.

● El salario industrial en la Argentina -medido en dólares-, que es del doble que en México y un 60% superior al brasileño. ¿Cómo se soluciona? 

Es la pregunta del millón. Un país que busca su desarrollo debe plantearse esta cuestión: cómo ser competitivo y, otro aspecto importante, en qué serlo. Es decir, a qué darle prioridad.

Desde la consultora Abeceb plantean que durante unos años será necesario proteger a ciertos sectores, como el textil, pero no de manera indefinida. 

Un análisis de la consultora revela la fuerte distorsión de costos laborales unitarios que rigen en la Argentina frente a los de otras economías. 

Para Arnaldo Bocco, “no es fácil corregir estas distorsiones; la historia económica local está plagada de estos nudos. Pero lo que sí no se puede hacer es achacarle a los salarios los problemas que tenga la política económica”.

Fernando Marengo hace su aporte: “Lo primero que suelen reclamar los exportadores es una devaluación, pero así no se gana competitividad. Está visto que en la Argentina, los saltos del dólar se van a precios porque todos piensan en esa moneda”. 

"Lo óptimo sería bajar los impuestos y las cargas financieras, que abultan los costos de las empresas y encarecen los productos. Este último punto es el más fácil de abordar. Y es urgente que se haga algo”, señaló. 

La cuestión sobre qué le conviene desarrollar a la Argentina para competir se cuela en el debate. Marengo piensa que debe enfocarse hacia una especialización en la cada vez más demandante industria del software, pero también considera que se debe avanzar hacia una industria agrícola más desarrollada

Bajo la óptica de Alberto Schuster, director de la Unidad de Competitividad de Abeceb, por más que la Argentina corrija en parte los desequilibrios, será muy difícil que pueda competir en productos masivos con China, Tailandia, Vietnam, Malasia e Indonesia, que tienen un costo laboral nominal mucho más bajo y con tecnología de una productividad más alta.

Esto explica, según su análisis, por qué en EE.UU. desapareció la industria textil, de la mano de compañías estadounidenses que se relocalizaron en Asia, en México o en América Central.  

Esto obligaría a pensar una reconversión de parte del entramado productivo, tal como lo dejó entrever el propio ministro de Hacienda, Alfonso Prat Gay, que puso un plazo de cuatro años a los industriales para que trabajen en su propia competitividad

Sin embargo, para Muñoz, dada la magnitud del actual atraso cambiario, la recuperación de dicha competitividad sin una devaluación de por medio, “se convierte en un desafío intimidante”.

El Gobierno de Macri tiene en su agenda de corto plazo algunos de los puntos abordados más arriba: la realización de obras de infraestructura; una reforma impositiva integral y la rebaja de los costos financieros.

No será un abordaje fácil, en medio de una economía global con serias deficiencias. Pero si la Argentina no corrige rápido su falta de competitividad corre el serio riesgo de quedar más rezagada.

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