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Sin dólares ni relato: se vació el tanque de reservas antes de que el Gobierno complete su mandato

Sin dólares ni relato: se vació el tanque de reservas antes de que el Gobierno complete su mandato
03/12/2015 - 10:00hs

Como los equipos que pierden por un gol en el último minuto. Como esos corredores de maratón que llegan exhaustos y tambaleantes y se caen justo antes de la línea de llegada, sin fuerzas para levantarse.

Como Carlos Reutemann en el Gran Premio de Fórmula 1 de la Argentina de 1974, cuando lideró con comodidad toda la carrera y se quedó sin nafta justo en la recta final, ante la mirada incrédula del público.

Las comparaciones deportivas abundan, pero aun así se quedan cortas para describir lo que le pasó al gobierno de Cristina Kirchner con los dólares, después de haber vivido una década récord de ingresos de divisas, gracias a los altos precios agrícolas.

El objetivo político y económico trazado para los últimos dos años era claro: llegar con relativa calma al recambio gubernamental.

En un país en el que el dólar es el termómetro del humor social y el gran tabú de los gobiernos, los mandatos auto-impuestos eran:

- No incurrir en otra devaluación "sin éxito" (como la de enero de 2014)

- No privar todavía más de divisas a empresas y ahorristas.

Pero no se logró. Al igual que el tanque de combustible de Reutemann, la caja del Banco Central marca "empty" antes del traspaso de mando.

Es una realidad. Se acabaron los dólares y ya no hay forma de disimularlo. A pesar del exiguo tiempo que le resta para su partida, la administración K no pudo evitar que esto quede en evidencia. Más aun, dictó una serie de medidas recientes francamente deshonrosas.

Para empezar, tuvo que hacer un nuevo recorte (uno más y van...) a los cupos permitidos para importación, generalizando la ínfima cifra de u$s50.000 diarios. Casi nada. En los hechos, varias actividades ya están paralizadas hace rato.

Por citar sólo un caso, las empresas dedicadas a la electrónica que operan en Tierra del Fuego fueron notificadas, informalmente claro, sobre la inutilidad de molestarse en pedir dólares hasta el cambio de mandato.

Por lo pronto, deben resignarse a ver cómo la deuda del Banco Central -por importaciones ya realizadas- sigue subiendo y ya se ubica en los u$s1.300 millones. 

Esto es apenas una pequeña parte, habida cuenta de que la cifra total adeudada a las industrias y comercios se estima en la friolera de u$s9.500 millones.

Estas cifras exponen claramente cómo está la situación hoy día en las empresas, independientemente de la rama de actividad en la que se desenvuelven.

Al corte casi total en el suministro de billetes verdes a compañías y al público en general, se sumó otra noticia que causó sorpresa y conmoción en la city: la frustrada compra de dos firmas petroquímicas por parte de YPF.

La petrolera nacional, símbolo máximo de la gesta reestatizadora, no pudo concretar su plan de expansión porque no le dieron autorización para sacar del país.... apenas u$s122 millones.

Una cifra ridículamente pequeña para:

- La importancia estratégica que reviste esta operación.

- El relato industrialista que pregona Kicillof desde que asumió.

- La imagen que Argentina exhibe en el mundo inversor, que se muestra sorprendido ante la magnitud de la escasez.

Y, por cierto, para el tamaño de la economía argentina.

Qué lejanos parecen aquellos días de 2008 en los que el Banco Central hasta se daba el lujo de ofertar -en una sola jornada- u$s1.000 millones en el mercado mayorista para "domar" al mercado y mostrar su poder de fuego.Ahora, la caja no permite siquiera el "lujo" de darle billetes a las industrias ya no para crecer, sino para importar aquellos insumos básicos que les posibilite seguir en funcionamiento y no tener que desactivar puestos de trabajo.

Lo paradójico es que, en el caso de YPF, los dólares ni siquiera debía ponerlos el Banco Central, ya que la financiación era aportada por una entidad privada.

Aun así, el cepo no permitió la salida de esas divisas.

"¿No era que había cepo?"

Es claro que la venta a los ahorristas fue el último "bastión" que el kirchnerismo trató de defender en el plano cambiario.

Esta prioridad, en términos políticos y para nutrir el "relato", había quedado más en evidencia que nunca el mes pasado.

En ese entonces, la propia Presidenta, en su cuenta de Twitter, se jactaba de la cantidad récord de dólares que se estaban "llevando" los asalariados.

Explicaba cómo en concepto de gastos con tarjeta de crédito habían salido en el año u$s5.140 millones, casi lo que había costado la compra de YPF (u$s5.317 millones en bonos).

"Desde enero de 2014 a la fecha, en el Mercado Único y Libre de Cambios llevamos vendidos a las personas físicas que ahorran en dólares USD 8.968.425.533", afirmaba Cristina.

Y preguntaba, con su clásica dosis de ironía: "¿No era que no se podía comprar dólares?... Mi Dios, que caraduras. ¿Y siguen hablando de cepo?"

Lo cierto es que solamente bajo la lógica de la existencia de restricciones cambiarias es posible referirse a esta forma de salida de billetes verdes como una "concesión" gubernamental.

¿Por qué? Básicamente porque en países sin controles de cambios (casi todos) la demanda es abastecida con una oferta que proviene del propio mercado.

Es decir, lo que la Presidenta no decía -pero quedaba tácito en su argumento- es que esos dólares debían ser vendidos casi en exclusividad por el Gobierno y que, por lo tanto, implicaba el sacrificio de reservas del Banco Central.

Hasta hace unos días, lo que venía quedando en claro era que el objetivo del kirchnerismo -habiendo ya cortado el grifo a las empresas- era llegar al final de su mandato con algo de dólares para ofrecer a los particulares.

Al menos para sostener el "relato" y para poder apoyar el argumento de que se habla de un cepo que, en realidad, no es tal.

Pero la escasez es tan acuciante que ahora el Banco Central debe contradecir al propio discurso oficial. Los números se precipitaron de manera imprevista. 

No hay más, se acabaron. Primero, el racionamiento; luego, el agotamiento. La mala política económica de Kicillof acabó con todo: con su propio discurso industrialista, con el "dólar ahorro", con los fondos del Banco Central, con el crecimiento del país.

El primer día de diciembre, la cantidad vendida fue casi la mitad de la del arranque de noviembre.

Es por eso que había quedado sembrado el interrogante sobre si esa reducción obedecía simplemente al colapso del sistema de la AFIP. Incluso se especuló con que los propios bancos habían ralentizado la entrega (al entender que no eran del BCRA sino del público, por encajes de sus depósitos en dólares).

Pero la segunda jornada ya no dejó espacio para las dudas. El Banco Central no tuvo otro remedio que dejar de abastecer a importadores y a empresas. Y, como si esto fuese poco, sumó la insólita suspensión de la compra de dos compañías por parte de YPF.

La AFIP vendió menos que el día anterior (u$s67 millones). La cifra luce pequeña si se tiene en cuenta la gran demanda por parte de un público que sabe que se agotan las posibilidades de acceder a un dólar "subsidiado" de $11,66 (cotización oficial más un 20%).

Más clara aun es la situación cuando se considera la cantidad de operaciones autorizadas y efectivizadas: apenas 33.000 contra las 215.000 del primer día.

Estos números dejan en claro el criterio de dosificación extrema al que debe apelar el Gobierno. Por lo pronto, Cristina ya no podría repetir ahora esas frases que escribió en Twitter hace apenas tres semanas.

Hoy día, cuando es evidente que en la Argentina ya no hay dólares para nadie, no queda mucho margen para ironizar sobre cómo el cepo era un invento de la prensa crítica. Un límite crítico

En rigor de verdad, nada de lo que está ocurriendo causa demasiada sorpresa en el gremio de los economistas. Por el contrario, algunos hasta se manifiestan extrañados de que este agotamiento no haya ocurrido antes.

Sucede que el nivel de reservas líquidas, tal como viene dando cuenta iProfesional, es cercano a cero.

"Todas estas restricciones y el endurecimiento progresivo de los distintos cepos son claras demostraciones de que las reservas líquidas son casi nulas", afirma el consultor Federico Muñoz.

Gabriel Caamaño Gómez, economista jefe de la firma Ledesma, destaca que los pocos billetes verdes cash que le quedan al Banco Central corresponden, en realidad, a los llamados "encajes".

¿Qué son los encajes? Es una "porción" de dinero que los bancos deben inmovilizar luego de recibir un plazo fijo. Ejemplo: si, por normativa, se fija en 20%, entonces al captar u$s100 sólo pueden prestar u$s80 y los u$s20 restantes, girarlos al BCRA.

"Las reservas tienen como contrapartida un 100% de pasivos; nada de activos. Si se les resta a las tenencias de la entidad todos esos pasivos en moneda extranjera, entonces no le queda nada para ir contra el circulante", argumenta Caamaño Gómez.

En cuanto a los billetes que quedan disponibles, es categórico al afirmar que no son propiedad de la entidad monetaria: "Corresponden a la porción de los depósitos en moneda extranjera que los bancos, por regulación, están obligados a dejar en el Banco Central".

Y completa: "Líquido, y que no tenga como contrapartida un pasivo en moneda extranjera, ya no le queda nada".

Ariel Barraud, economista del Instituto Argentino de Análisis Fiscal, considera que las últimas noticias dejan en clara evidencia que la cifra oficial de u$s26.000 millones es puro "maquillaje".

"Aun cuando tomábamos los indicadores de reservas líquidas netas, siempre nos encontrábamos con números cada vez más bajos. Estas noticias confirman que teníamos razón", afirma Barraud.  

Su conclusión es tan contundente como preocupante: "Evidentemente se ha llegado a un límite crítico".

Para la mayoría de los economistas y empresarios, lo que está ocurriendo refleja que la gravedad es mucho mayor que la prevista tiempo atrás.

Tanto, que los funcionarios K no pudieron siquiera mostrar fluidez en la entrega de billetes faltando casi nada para el traspaso de mando.

Ya no hay dólares para nadie, ni para importadores, ni para compañías de los más variados rubros, ni siquiera para YPF.

Como le pasó aquella vez a Reutemann, "el relato" se quedó sin nafta a pocos metros de la línea de llegada. O de salida.

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