Siete de cada diez compañías sufren fraude por parte de sus empleados, según relevamiento privado
El fraude corporativo es un problema más común de lo que se piensa. Se estima que, a nivel global, siete de cada diez empresas sufrieron al menos algún tipo de fraude en el último año, según un relevamiento realizado por Kroll, empresa dedicada a las investigaciones corporativas, mitigación y control de riesgos.
Para Kroll, la intervención de la empresa rápida y determinante disminuye de forma concreta el número de fraudes ya que reduce la sensación de impunidad y aumenta la alerta entre los empleados. La rotación continua del personal, la investigación profunda, la supervisión con ejecutivos ajenos a la organización y los exámenes pre laborales exhaustivos pueden ser algunas de las medidas tácticas más importantes para aumentar el control dentro de la empresa.
En lo que respecta a los rangos, el fraude puede ocurrir tanto en la cúpula de las empresas como en los niveles más bajos. La compañía identificó algunas características comunes a los posibles defraudadores dentro de las empresas, que pueden servir como "alertas tempranas" para la prevención. "Si bien no son todos iguales, hay ciertas características que podemos notar se repiten en cada uno de los casos trabajados y nos permiten hablar de un perfil del ladrón corporativo", explicó Matías Nahón, country manager de Kroll Argentina a El Cronista.
Uno de los patrones de conducta identificados por Kroll es que estos empleados no se suelen tomar vacaciones. "Prefieren no tomar un receso para no ser descubiertos cuando no están en la oficina", aseguró el informe. Además, son empleados de confianza, que generalmente se acercan a los dueños o presidentes de empresas. Otra característica identificada por Kroll es que son los últimos que salen de la oficina. "Es en esos periodos de tiempo en los que la oficina está vacía o con menor afluencia de público y empleados, en los que se cometen las arbitrariedades", señaló.
También se los caracteriza como empleados que mantienen un bajo perfil dentro de la empresa. "Logran despistar por completo. Los defraudadores, en general tienden a tener una educación por encima de la media, son de trato agradable y representan al ciudadano común al simular una vida familiar estable –indicó– Van más adelante que todos. Los defraudadores día a día se están adelantando a los controles, pues suelen tener un conocimiento muy detallado de la forma en cómo opera la organización y sus sistemas de información".
Por otro lado, se manejan como "dueños" del sector donde trabajan y rechazan "injustificadamente" ascensos o rotaciones. Generalmente no buscan ser promovidos ni cambiados de sector para no perder la relación con el proveedor con el que está haciendo su negocio paralelo.
"Si bien todas estas características son ciertas, no se puede dejar de responsabilizar a las empresas ya que generalmente para que el defraudador pueda cometer el delito debe haber un ámbito propicio", aclaró Matías Nahón. Según el ejecutivo, hay tres pilares que propician la comisión de un ilícito: la oportunidad, la motivación y la justificación. "Si las empresas identifican al ladrón corporativo y en lugar de denunciarlo solo lo despiden sin causa y con indemnización, en definitiva están generando un escenario de fraudes continuos ya que el resto de sus compañeros se sentirán impunes".
Para el ejecutivo, las empresas deben estar atentas a identificar el fraude rápidamente. "Con un castigo legal podemos terminar con el problema de raíz. Lo importante es que la empresa esté dispuesta a invertir dinero y tiempo en los procesos judiciales", concluye Nahón.