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¿De a poco o de un saque?: la gran elección que viene será cómo ajustar el dólar, tarifas y gasto público

Empresarios y académicos saben que el próximo Gobierno deberá corregir distorsiones. ¿Shock o gradualismo? Claves para entender lo que viene
01/06/2015 - 09:50hs
¿De a poco o de un saque?: la gran elección que viene será cómo ajustar el dólar, tarifas y gasto público

En los debates entre economistas, cada día queda más claro que la elección que viene no sólo será entre Scioli o Macri, modelo "K" o liberal, populismo o republicanismo.

En el plano económico habrá otra contienda que, por ahora, ocupa un espacio menos protagónico en los medios de comunicación. Es un tipo de "plebiscito" sobre el que los encuestadores casi no preguntan, pero que ocupará un rol protagónico a partir de diciembre: shock o gradualismo.

Es decir, si todos los ajustes en los que necesariamente habrá que avanzar -como en el del dólar, tarifas, gasto público y otras variables clave de la economía-, tendrán que ser hechos "de a poco o de un saque".

Es un debate soterrado, dado que los asesores de imagen les tienen prohibido a los candidatos hablar abiertamente sobre cómo van a realizar estas correcciones impopulares que deberán poner en práctica pasada las urnas.

Por cierto, no pueden hacer referencia sobre a qué velocidad subirán el tipo de cambio, luego de casi dos años en los que la inflación acumulada habrá cuadruplicado la suba de la cotización del billete verde oficial.

También les rige la "veda" respecto a dónde pasarán la tijera en el gasto público para recortar un déficit imposible de mantener.

Tal vez sea por eso que Cristina Kirchner suele repetir su desafío para que la oposición explique con precisión las modificaciones en las que piensa avanzar si el pueblo les llegara a dar la posibilidad de aplicar sus programas de gobierno.

¿Ajusta quien quiere o quien puede?

Por más que los candidatos prefieran evitar estos temas "piantavotos" y, en su lugar, recurran a hablar de generalidades, buena parte de los economistas y empresarios da por descontado que habrá correcciones sobre el actual rumbo económico. 

La gran mayoría cree que esto inevitablemente sucederá, de modo tal que el interrogante ahora pasa por la velocidad con la que se implementarán estos cambios.

¿Es preferible aplicar esas medidas antipáticas de golpe o en pequeñas dosis?. Cada una de estas dos alternativas tiene defensores y detractores.

Los defensores del "ir de a poco" argumentan que es el único camino políticamente aceptable. Incluso, varios de ellos hasta se muestran convencidos de que nada mejor que quede en manos de un gobierno "populista".

La propia Cristina ha dejado en claro la necesidad de ir con pies de plomo en varios de los temas sensibles.

Como ejemplo está lo sucedido con las subas de tarifas para el gas y electricidad. Hubo dos intentos frustrados antes de practicarse un ajuste, que aun siendo suave fue objeto de protestas.

Si algo muestra la historia es que las correcciones son fáciles de diagnosticar pero muy difíciles poner en práctica. Y si no, que lo diga Dilma Rousseff, quien sufrió un caos social en la previa del Mundial de fútbol como consecuencia de una leve suba del boleto de colectivo.

Entre los defensores del gradualismo se destaca Miguel Bein, uno de los principales asesores de Daniel Scioli, quien se muestra partidario de recuperar la competitividad de la economía sin recurrir a la devaluación.

Para ello, ve como posibilidad brindarles alivio a las economías regionales reduciéndoles la carga impositiva liberándolas de las retenciones a la exportación.

Claro, Bein no es un economista cualquiera, sino que su nombre suena como posible ministro y, por lo tanto, es particularmente sensible a las limitaciones políticas que tienen algunos planes.

Otro economista de renombre que ha defendido el gradualismo es Eduardo Levy Yeyati, docente de la Universidad Di Tella y ex director del banco Barclays.

"Aplicar un shock puede ser contraproducente. En política, la destrucción creativa suele ser más destructiva que creadora", afirma.

Para respaldar su argumento, el analista recuerda las dificultades que sufrió Ricardo López Murphy en 2001, cuando pretendió aplicar un ajuste fiscal que, en pleno contexto recesivo, no logró consenso político.

A modo de ejemplo, el economista señala que para recortar subsidios por el equivalente a un 1% del PBI, se deberían triplicar las facturas de gas y electricidad, una medida que generaría un fuerte malestar social.

En cambio, señala, una política gradual dejaría en claro el rumbo de las correcciones pero sin hacerle pagar un alto costo a los sectores de menores ingresos. Privilegiaría el crecimiento por sobre el ordenamiento inmediato de las cuentas.

En cuanto al cepo cambiario y la polvareda que levanta la forma en que sería desarticulado, Levy Yeyati también se muestra proclive a "ir de a poco".

"Sin nada que ordene las expectativas, la devaluación se iría en gran medida a los precios de la economía, obligando al futuro Gobierno a tener que elegir entre una inflación mayor y una recesión", afirma el economista.

Su punto de vista ha sido tomado en serio no sólo por los asesores de los candidatos, sino también por economistas que suelen ser habitualmente críticos de la gestón K.

Por caso, Federico Muñoz coincide en que "los ajustes drásticos sobre el dólar ponen a los argentinos de muy mal humor. Y no es esta una experiencia que un nuevo Gobierno esté deseoso de atravesar".

Observa que los momentos de caídas más bruscas del malhumor social-tomando como referencia al Índice de Confianza del Consumidor de la Universidad Di Tella- coincidieron con las alzas abruptas del billete verde, como la ocurrida en enero del año pasado.

En cambio, aun en un entorno inflacionario como el actual, ese índice puede recuperarse -con su impacto positivo en el consumo- en la medida en que se logre instalar expectativas de mejora.

No obstante, Muñoz advierte lo que muchos de sus colegas piensan: que así como hay limitantes políticas para hacer ajustes "de un saque", también la propia realidad suele condicionar la opción de "ir de a poquito".

"¿Cuántos productores desaparecerán y cuántos empleos se perderán a la espera de encontrar el momento oportuno para hacer el ajuste?", se pregunta el analista, preocupado por las consecuencias del atraso cambiario sobre las economías regionales.

Pero, sobre todo, el punto en el que Muñoz se muestra escéptico es en la aplicación del gradualismo para el tema cambiario.

"Si el Gobierno entrante no descomprime rápidamente las expectativas que habrá sobre una corrección cambiaria, la situación financiera puede tensarse hasta extremos insoportables. Las tasas de interés pueden elevarse de manera sustancial y las reservas quedar bajo intensa presión", advierte.

"Un shock bien planeado"

En el bando de los anti-gradualistas, de los que aconsejan que las correcciones se hagan de golpe, también hay jugadores de peso.

El más connotado es alguien que supo ser protagonista central de la economía: el polémico ex ministro Domingo Cavallo.

Siempre controversial -pero también escuchado- ha advertido sobre el mal asesoramiento que está teniendo Daniel Scioli, en particular de Bein.

El candidato oficialista ha adoptado con entusiasmo el argumento gradualista, como ya lo dejó en claro en una reunión con dirigentes de la Unión Industrial.

"Si hay algo que la Argentina no necesita es una política de ajuste, sino medidas graduales que profundicen el camino iniciado por Néstor Kirchner y continuado por Cristina", sostuvo el candidato.

Para Cavallo, esto es una demostración de cómo los malos consejos pueden llevar por el camino equivocado a "un político con gran intuición y sentido común".

El ex ministro cree que, dados los desequilibrios que ya tiene la economía, el gradualismo no sólo no resolverá los problemas sino que tenderá a agravarlos.

"Se requerirá de tasas de interés muy altas y esa devaluación gradual tenderá a aumentar, con el consiguiente impacto sobre las expectativas de inflación y las pujas distributivas", anticipa.

El ex ministro nunca fue afecto a la autocrítica. Pero, acaso en su consejo haya -quizás en un plano inconsciente- una utilización de su propia experiencia.

En 2001, ya con la economía transitando su cuarto año de recesión y con el régimen de convertibilidad severamente cuestionado, Cavallo eligió eludir medidas drásticas en el plano cambiario y prefirió atacar el problema fiscal, con los resultados conocidos por todos.

Además, señala la "gran diferencia entre un shock bien planeado al inicio de un Gobierno -que puede contribuir a que la economía vaya en la dirección que predomina en el mundo- y uno producido al final de un mandato que ya está desgastado por un largo período de estanflación".

En la misma línea, el economista Luis Secco también se muestra partidario de hacer los cambios "de un saque". 

Más aun, plantea que, analizando la magnitud de los desajustes actuales de la la economía argentina y sus consecuencias, "el gradualismo no será una opción".

"Sin una corrección rápida y sustentable de los precios relativos resultará difícil que vuelva a crecer", sostiene el analista.

Secco considera que el éxito del futuro Gobierno dependerá de su capacidad de persuasión sobre que no seguirá recurriendo a la opción de imprimir billetes para tapar el déficit fiscal.

El difícil camino del medio

Hay quienes intentan esquivar la disyuntiva "shock o gradualismo" y plantean un camino intermedio.

Proponen retoques inmediatos, pero con medidas que neutralicen los posibles efectos negativos.

Un ejemplo paradigmático de este tipo es la propuesta de Mauricio Macri sobre la eliminación express del cepo pero atada a la promesa de que ello no implicará una devaluación.

La explicación que da es que al tomarse medidas muy claras de acercamiento a los mercados internacionales llegará tanta cantidad de dólares al país que no hará falta ajustar la cotización del oficial.

Es, por cierto, una tesis mirada con escepticismo por economistas de todas las tendencias.

"Liberar el cepo es sólo un paso. Porque si el desequilibrio fiscal persiste, la emisión monetaria para financiar el gasto acelerará la inflación, alimentando finalmente, una constante suba del tipo de cambio nominal", advierte Roberto Cachanosky.

Y apunta a otro tema que será centro del debate: el hecho de que el próximo Gobierno consiga crédito en el mercado internacional no es algo que, de por sí, arregle los problemas de la economía. A lo sumo, permitirá comprar tiempo.

Al tocar este tema, todos los expertos recuerdan el ejemplo que ya se ha convertido en un clásico de la historia económica argentina: el de Fernando de la Rúa en su inicio del año 2000.

También en aquel momento se hablaba con insistencia de un cambio de expectativas que le daría oxígeno a una economía recesiva con graves problemas de competitividad y cada vez más dependiente de los préstamos externos.

El entonces presidente anunció orgulloso el "blindaje" con el cual, supuestamente, se podría avanzar en un plan gradual de reformas.

Pero el mercado no dio tiempo a ese cambio paulatino y empezó a adelantarse a los hechos.

Un buen ejemplo para recordar que, más allá de lo que discutan los economistas y definan los políticos, la velocidad de los ajustes siempre la decide mercado.

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