Cristina vs. Cristina: las contradicciones del discurso de la Presidenta
Uno de los rasgos que el kirchnerismo se vanagloria de tener es la disposición a defender ideas más allá de modas o presiones.
El propio Néstor Kirchner en su dicurso inaugural de su presidencia del 25 de mayo de 2003, aseguró: "No voy a dejar mis convicciones en la escalinata de la Casa de Gobierno". Un eslogan que su esposa, la actual mandataria Cristina Kirchner reclama a diario que le reconozcan como una virtud que ella tiene.
Sin embargo, es difícil resistir el archivo. La ex diputada del Frente para la Victoria, Vilma Ibarra, se zambulló en el pasado de la jefa de Estado y encontró grandes diferencias en sus declaraciones actuales comparadas con las que hacía hace no tanto tiempo, durante la década menemista de los '90.
En el libro "Cristina versus Cristina. El ocaso del relato", desmenuza los discursos e intervenciones de Cristina Kirchner y enfrenta unas 500 citas.
"La supervivencia del relato es el objetivo central para Cristina. Ella cree que de ello depende el lugar que ocupará en la historia y también la posibilidad de conservar importantes cuotas de poder para condicionar a futuros gobiernos. Necesita que pueda sobrevivir un espacio político relevante en el escenario nacional que la siga teniendo como referente. Por eso, su esfuerzo hasta el final del mandato estará destinado a salvar el relato", destaca Ibarra, ex mujer de Alberto Fernández, ex jefe de Gabinete kirchnerista.
Algunas contradiccionesEn medio de la pelea del Gobierno con los jueces de la Corte Suprema llama la atención que a diferencia de la propuesta de reforma judicial de 2013, donde se planteaba la elección de los jueces por mayoría simple a diferencia de los dos tercios exigidos en la Constitución de 1994, en 2005 la entonces senadora destacaba la necesidad de "conservar las mayorías calificadas de las dos terceras partes para la selección y destitución de jueces con el objeto de evitar la conformación de mayorías fáciles".
Cuando Raúl Alfonsín y Carlos Menem alcanzaron en 1994 un acuerdo para reformar la Constitución que permitía, entre otras cosas la reelección presidencial, Cristina salió en defensa del llamado Pacto de Olivos: "Se levanta fundamentalmente la conceptualización del acuerdo político no con connotaciones de pacto espurio, sino como un acuerdo entre partidos mayoritarios para abordar una situación política e institucional". Pero en 2005, durante su campaña a senadora habló de "pactos de perpetuación en el sillón de Rivadavia, no para seguir haciendo cosas, sino para seguir con el latrocinio". Y después sostuvo que "La intención (del Pacto de Olivos) no fue atenuar el hiperpresidencialismo. Fue ver como se distribuía el poder en Argentina".
Otro ejemplo de que el "relato K" no siempre fue antiliberal se encuentra en declaraciones hechas por Cristina en 1992. En tiempos de la gestión menemista, sostenía que la privatización de la petrolera YPF "va a oxigenar a nuestro gobierno y va a representar una bocanada de aire puro que fortalecerá al Presidente Menem".
Pero dos décadas después, en 2012, ordenó la expropiación de la firma y declaró que "proseguir con esta política de vaciamiento, de no producción, de no exploración, prácticamente nos tornaríamos en un país inviable, por políticas empresariales y no por recursos".
De la misma forma, en 1996, como integrante del Congreso defendía apasionadamente la convertibilidad de Domingo Cavallo, que estableció que un peso argentino equivalía a un dólar.
"Nosotros hacemos nuestro planteo apoyando la convertibilidad, el equilibrio fiscal y los sucesivos pactos fiscales. ¿Por qué razón? Porque sostuvimos y sostenemos que la convertibilidad no es, como algunos dicen, una cuestión de regla cambiaria. Es nada más ni nada menos que el compromiso del Estado de no financiarse a través de la emisión". Pero 12 años más tarde hablaba en Mar del Plata del "exterminio de la convertibilidad".
Y hace dos semanas se refería a la "pesadilla neoliberal" de los años del menemismo, algo que ella misma apoyó con fervor en el pasado: En 1989 "hubo que abordar una tarea muy difícil: reformular el Estado, reformarlo; reconstruir la economía; retornar a la credibilidad de los agentes económicos en cuanto a que era posible una Argentina diferente".