Ganancias, clave para la caja: creció 40% y le "gana" por varios puntos a la inflación
La Administración Federal de Ingresos Públicos (AFIP) informó que la recaudación del mes de marzo creció un 33,9% en comparación con el mismo período del 2014, tras totalizar $105.400 millones.
Los principales rubros fueron el IVA Neto (que incluye una parte impositiva y otra aduanera) con $33.907 millones, los recursos de la Seguridad Social que sumaron $28.403 millones y el Impuesto a las Ganancias con $20.939 millones.
Los ingresos por Comercio Exterior volvieron a bajar, arrastrados principalmente por la caída de casi un 13% en los Derechos de Exportación que totalizaron $4.660 millones y que opacaron el aumento del 32% en los Derechos de Importación ($2.793 millones).
Los datos presentados no hacen más que demostrar una cosa: la importancia que tiene Ganancias. En efecto, el gravamen creció más de un 40% y se posicionó, de esta manera, al menos unos 9 puntos por arriba de la inflación.
Y no sólo eso. En los primeros tres meses representó, nada más y nada menos, que casi uno de cada cinco pesos de la recaudación total. Algo que confirma porqué el Gobierno no puede ceder ante los reclamos de los principales sindicatos del país.
La dura realidad de la caja
Los números de la recaudación impositiva no hacen más que confirmar lo que todos los analistas sospechan y de lo que ya viene dando cuenta iProfesional.
Ganancias se ha transformado en un pilar fundamental de los ingresos públicos. Más aun: en un contexto recesivo, su importancia aumenta frente a la de los demás impuestos.
Se ha transformado en el único gran tributo -junto con las retenciones a la exportación, pero que es menos importante en volumen- que trepa a una velocidad incluso mayor que la inflación, sin importar si la actividad económica está fría o caliente.
En este contexto debe entenderse la obstinación de Cristina Kirchner por sostenerlo y por estar dispuesta a pagar un fuerte costo político.
Este tributo ya el año pasado dejó muy atrás a otros grandes rubros, como el IVA o la Seguridad Social, cuya performance estuvo muy por debajo del índice inflacionario, con crecimientos del orden del 30 por ciento.
Lo que en definitiva dicen estos números, es que el impuesto al salario no sólo crece a un ritmo fuerte, sino que lo hace por encima de la suba general de precios.
No sólo eso, es el único cuyo ingreso real no disminuye aun en un contexto recesivo, ya que no depende de tanto de la actividad en empresas e industrias sino, más bien, de la indexación de las remuneraciones.
En términos de peso relativo respecto de la recaudación total, ya pasó a representar casi uno de cada cuatro pesos que recauda el Estado.
De hecho, su mayor protagonismo no ha cesado en los últimos seis años: desde 2009 (ver cuadro):
Si se miran las variaciones porcentuales podría acaso parecer que las mismas son menores. Pero no es así: cada punto en el ingreso total representa un plus a la caja de $12.000 millones anuales.
Queda entonces más claro el empecinamiento oficial por sostener este impopular impuesto a la renta.
Cuando se analiza la evolución de su composición interna, se llega a otra conclusión también inquietante: la proporción que corresponde a los asalariados está creciendo en importancia respecto de la que pagan las empresas por este tributo.
En 2007, cuando Cristina Kirchner asumió la presidencia, el rubro de la cuarta categoría -es decir, la parte abonada por personas físicas- representaba un 30% del total de este impuesto. Hoy esa cifra subió hasta significar un 45 por ciento.
"Liberados" versus "alcanzados"
Tal como informara iProfesional, luego del decreto 1242, el Gobierno estableció tres grupos de dependientes a los que les asignó una situación diferente frente al impuesto, en base a los sueldos brutos recibidos entre enero y agosto del 2013.
En concreto, el escenario quedó definido de la siguiente manera:
1. Empleados con ingresos inferiores a $15.000 brutos entre enero y agosto de 2013: quedaron liberados del pago.
2. Dependientes con sueldos brutos de entre $15.000 y $25.000 en el período mencionado: aumento del 20% en las deducciones y cargas de familia.
3. Asalariados con remuneraciones superiores a los $25.000 brutos: no sufrieron cambio alguno.
Con esta reforma, aquellos que quedaron en el primer grupo se encontraron con que, sin importar su situación laboral de los años posteriores, quedaron eximidos del impuesto.
Es decir que, independientemente de si hoy día cobran un sueldo que fue ajustándose por inflación o por encima de este indicador, igualmente siguen sin pagar Ganancias.
Por el contrario, los que están en el segundo grupo mantuvieron sus mínimos en $8.326 (empleados solteros) y $11.516 (dependientes casados con dos hijos).
En cambio, los pisos del tercer conjunto quedaron en $6.939 (soltero) y $9.597 (casado con dos hijos).
Estos asalariados sólo fueron beneficiados con la eximición de la segunda cuota del sueldo anual complementario (SAC) a fines del año pasado (a través del decreto 2354). Sin embargo, implicó apenas un pequeño alivio para su bolsillo.
En definitiva, salvo aquellos que fueron beneficiados con el decreto 1242, el resto de los trabajadores ha visto aumentar los mínimos y deducciones aplicables en un porcentaje significativamente inferior al de la inflación del período.
Un impuesto que se lleva bien con la inflación
En todo caso, lo que aparece como consecuencia de esta situación es que cada vez son más los asalariados de ingresos medios que están alcanzados por un impuesto originalmente pensado sólo para una élite de altos ingresos.
Un estudio de la Fundación Mediterránea detalla cómo este fenómeno se agravó en el tiempo.
"Los empleados solteros que obtienen ingresos brutos por $21.000 mensuales vuelcan casi 10% de sus ingresos a pagar Ganancias, cuando en 2006 destinaban un 5,3% y un 0,8% en 1998", señala.
En el caso de un dependiente con sueldo mensual bruto de $16.000 en 2013 -y que recibiera un incremento del 30% en 2014- la erosión de su poder de compra, luego del pago del tributo, sería del 9,6%.
Tres cuartas partes de esa pérdida se explica por la inflación y el resto por Ganancias, señalan los investigadores de Iaraf.
Con estos números, se hace difícil sostener el argumento oficial respecto de que los sueldos muy altos son los que sufren la mayor carga de este tributo.
En palabras de Nadin Argañaraz, director del Iaraf, lo que se está constatando es una pérdida de progresividad: "Más cambio de peso relativo para los que menos ganan".
Lo que queda en evidencia es que Ganancias tiene una importancia vital para el Gobierno en esta etapa de recesión con alta inflación.
No solamente crece cuando los demás bajan, sino que es el que mejor performance muestra aun en aguas turbulentas.
Es que, a mayor inflación más elevada es su recaudación, porque depende de los ingresos nominales y no de los reales.