Plan canje CFK: ¿podrá reeditar un boom de consumo sin dólares y caja agotada?
Cristina Kirchner volvió al rol que más disfruta, el que la hace sentir "en su salsa" y el que le permite mayor rédito político: la de anunciadora de planes "keynesianos" con los cuales contrarrestar el enfriamiento económico, causado por el contexto externo según su criterio.
No es que se trate de iniciativas originales, por cierto. Tanto los planes para cambiar electrodomésticos como el de las tasas subsidiadas para comprar taxis, las rebajas en los precios de garrafas y otros incentivos al consumo han tenido varias ediciones en las últimas décadas.
Esto, por no hablar de las refinanciaciones "por última vez" de deudas impositivas, un verdadero clásico de la economía argentina que aflora cada vez que la caja fiscal flaquea.
Pero la Presidenta no parece preocuparse demasiado por ser original ni por el hecho de que la historia demuestre que estos planes son apenas una ayuda marginal a la hora de reactivar una economía sumida en el estancamiento.
Es que, con este tipo de anuncios, logra varios objetivos. Empezando por el más evidente, que es el de mantener la iniciativa política, además de reescribir la agenda nacional con "buenas noticias".
La Presidenta mantiene intacta algunas de sus mejores virtudes retóricas, como la de presentar bajo el formato de un logro de su Gobierno iniciativas que, en realidad, implican una admisión tácita de políticas fracasadas.
Por caso, el cambio en la forma de subsidio a las garrafas de gas -aplaudida por la militancia K como un gesto de justicia social- es el reconocimiento de que, durante una década, los supuestos beneficiarios no pudieron tener acceso y que las mismas debían ser adquiridas en el mercado negro y a precio internacional.
En otras palabras, admitió que los más pobres subsidiaron durante mucho tiempo el gas barato a los ricos que lo usaban para climatizar las piletas en sus countries.
También el anuncio de financiamiento en cuotas congeladas para el plan de compra de taxis -algo que, dijo Cristina, garantiza la "previsibilidad y certidumbre"- es el reconocimiento tácito sobre cómo la inflación impide que se pueda tomar créditos a largo plazo.
Pese a estos "detalles", hay otro objetivo político que estos anuncios le permiten a la Presidenta: son un argumento para responder -aun sin referirse directamente- a los reclamos por un alivio en el Impuesto a las Ganancias.
Su argumento clásico para no ceder ante esta petición, en la visión oficial "de clase media-alta", es que resignar un ingreso fiscal de ese tipo la dejaría sin recursos para financiar estas iniciativas que forman el núcleo duro de su política económica. Desempolvando la receta de 2009
Pero, más allá de estos objetivos políticos, la andanada de anuncios de CFK responden a la convicción, muchas veces declamada, de que el consumo interno es la locomotora de la economía y que el Estado debe jugar un rol protagónico a la hora de impulsar esa demanda.
La Presidenta recuerda con nostalgia los días de 2009, su peor momento desde el punto de vista económico, pero en los que pudo lucir y desplegar sus iniciativas "contracíclicas".
Es de esa época el uso de los fondos confiscados a las AFJP para financiar proyectos industriales. Y fue allí cuando se llegó al nivel más alto de líneas de créditos subsidiados para las compras de electrodomésticos, vehículos y otros tipo de artículos de consumo.
Como la Presidenta suele recordar, durante la recesión de 2009 se transformó en una "vendedora de shopping". Cada semana anunciaba en cadena un plan estatal de subsidio para ventas con rebaja en productos de diversos rubros."Salimos a vender, sí, porque hay que vender y hay que consumir, además. Por favor, que se les grabe esto en la cabeza, porque es el consumo interno el que nos salvó y el que nos permitió ese crecimiento del año 2010 y 2011", recordó en un discurso a fines del año pasado.
Aquel año terminó con una fuerte recesión (4% del PBI), según el consenso de economistas independientes. Pero, sobre finales de 2009, ya se vislumbraba un "rebote", merced a una mejora en las condiciones de la economía global.
El gran desafío que Cristina enfrenta en la actualidad es el de poder recrear una situación como la de hace seis años y capear el temporal de una economía donde se imponen las fuerzas recesivas.
Claro que hay varias diferencias entre ambos momentos. La más notable es que en 2009 el Gobierno logró devaluar un 30% sin que ello se trasladara a la inflación, que fue menos de la mitad.
De esa forma, se recuperó competitividad y, al caer las importaciones, se rearmó un "colchón" de dólares, a la espera de que mejoraran los precios de las exportaciones agrícolas.Ahora, en cambio, no hay margen para una "devaluación exitosa". Por el contrario, se pretende lubricar el consumo sobre la base de un dólar barato.
Lo cierto es que ahora luce difícil que las viejas recetas vuelvan a dar el mismo resultado.
Es más, el diagnóstico mayoritario en el gremio de los economistas es que si se logró la ansiada paz cambiaria -y hasta una moderación en la inflación- es, precisamente, porque la variable de ajuste que posibilita esta situación es la recesión, con su inevitable componente de caída en el ingreso y en el ritmo de compras de los argentinos.Los meses de billeteras más gordasResulta altamente probable que a lo largo de 2015 los salarios crezcan si se los mide en dólares (es decir, que suban a una tasa mayor a la que lo hará el billete verde).
Lo que no está tan claro es si podrán aumentar por encima de la inflación. En otras palabras, si habrá una recuperación de los ingresos en términos reales.
El "timing" político dictaría el ciclo salarial, según los expertos, dado que es de esperar que el momento de mayor vitalidad de la capacidad de compra esté acorde con el calendario electoral.
"El poder adquisitivo tendrá una trayectoria en forma de ‘n' a lo largo del 2015. Arrancará mejorando durante la primera parte del año, para luego ir decreciendo sobre el final", destacan desde Economía & Regiones.
La explicación para esta evolución está vinculada con los meses en los que se concentran las paritarias, particularmente entre marzo y mayo.
A esto se suma que este año, por ser electoral, hay altas probabilidades de que las mejoras superen el 30%, tal como ha quedado demostrado con las negociaciones del gremio docente, que son toda una referencia para el sector privado (ya que el Estado oficia de empleador).
Ganancias, clave para el bolsillo
Además de la cuestión salarial, el otro gran factor del cual depende la mejora del ingreso y del consumo es la presión impositiva.
El tiempo transcurrido desde el último ajuste del Impuesto a las Ganancias hace suponer que debería haber algún alivio en lo que resta del año.
También es cierto que la administración K encuentra obstáculos vinculados con la caja para dar ese alivio.
Uno, naturalmente, es de tipo fiscal, dado que es el único gravamen que, a contramano del contexto recesivo, sigue creciendo y aportándole cada día más dinero al fisco.
¿Por qué?, básicamente por dos factores:
1. Porque no depende tanto de si a la economía del país le va mejor o no sino, más bien de los aumentos nominales de salarios. De hecho, este impuesto subió 45% en 2014 y ya representa casi un 25% de la recaudación total (cerca de uno de cada cuatro pesos lo genera este tributo).
2. Porque hay otro argumento de tipo político: como la mayor parte de quienes se ven afectados son asalariados de clase media (segmento en el que no abundan los votantes kirchneristas) entonces se presume que un alivio no tendría un impacto demasiado favorable para el Gobierno.
Al menos, eso argumentaron quienes criticaron una medida similar en plena campaña electoral durante las legislativas de 2013.
Sin dólares, se complica el boom consumista
El tema central es si, aun con la posibilidad de que haya una recuperación salarial, el Gobierno está en condiciones de lograr su ansiado boom consumista de finales de ciclo.
En primer lugar, para que ello suceda, la economía debe mantenerse "mansa y tranquila", de modo que mejore el humor social y los argentinos estén más propensos a comprar.
Y en este punto es donde se da la paradoja: lo que posibilita mantener a la inflación contenida y al dólar anestesiado es, justamente, el clima recesivo.
De manera que cualquier intento por provocar un shock en los ingresos pondría en riesgo ese clima de tranquilidad.
Otra restricción para reditar un boom consumista viene por el lado de la falta de dólares, producto del achicamiento de la balanza comercial, en un contexto en el que los ingresos por exportaciones no ayudan como en otros períodos.
Este aspecto resulta clave, dado que limita las posibilidades de abrir el cerrojo a las importaciones (tanto de insumos y componentes como de productos terminados)- lo impide posibilita aumentar la producción nacional por un lado y, además, hacer frente a una eventual mayor demanda de bienes.
Otra gran limitante que se percibe para apuntalar el consumo interno es la imposibilidad de volver a utilizar al gasto público como "lubricante".
Desde Economía & Regiones advierten que si no se produce más para incrementar la oferta, "existe el riesgo de que surjan presiones de demanda que terminen acelerando los precios y estimulen nuevamente la inflación, haciendo que el poder adquisitivo del salario termine cayendo más".
En definitiva, la posibilidad de fomentar el consumo en el actual contexto aparece cuestionada. El "manual" electoral es claro sobre su conveniencia, pero la cruda realidad económica -signada por la falta de dólares- muestra sus peor cara.