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Ahora se entiende la "obsesión" por Ganancias: sube al 62%, con recesión y recaudación en baja

Las cifras de recaudación tributaria difundida por la AFIP dejan en claro por qué el Gobierno no quiere ceder la recaudación del impuesto más odiado
04/12/2014 - 10:01hs
Ahora se entiende la "obsesión" por Ganancias: sube al 62%, con recesión y recaudación en baja

La obstinación de Cristina Kirchner por sostener el impuesto más impopular de los últimos años tiene bases sólidas de racionalidad económica.

Al menos, eso es lo que dejan en claro las cifras de la recaudación tributaria de noviembre, recientemente difundidas por la AFIP.

Los números revelados son de una expresividad que eximen de mayores análisis políticos o económicos: mientras que la recaudación total creció a un ritmo del 38%, en comparación con el mismo período de un año atrás, Ganancias subió un impactante 62 por ciento.

Es decir, aun comparando contra índices de inflación de 40% anual elaborados por las consultoras privadas -esos que el ministro Axel Kicillof denosta por ser "un dibujo"-, lo cobrado por este impuesto sigue estando muy por encima.

Esto convierte a Ganancias en una fuente de ingresos fiscales que no solamente no cae -en una economía que está en recesión- sino que, por el contrario, crece a una tasa superior al 20% en términos reales.

La propia Presidenta, al anunciar el alivio del medio aguinaldo para quienes se ven alcanzados, recurrió a los números de la recaudación impositiva para justificar que, sin Ganancias, ocurriría un verdadero colapso en la financiación de varios rubros del gasto del Estado, incluyendo programas de asistencia social.

El anuncio de Cristina, motivado por las protestas sindicales, implica apenas una leve mejora en el ingreso de los asalariados alcanzados. 

Una estimación de la Fundación Mediterránea apunta que, en el caso de un empleado soltero con un salario de $21.000 mensuales, pasaría a destinar un 9,1% de sus ingresos anuales al impuesto, en lugar del 9,7% que aporta en la situación actual.

Pero más que anunciar un alivio, lo que hizo la Presidenta fue una confirmación en el sentido de que Ganancias se ha transformado en un tema innegociable para su Gobierno.

Un impuesto a contramano

este tributo representa la tercera parte de la mejora observada en la recaudación impositiva total.

Y es uno de los argumentos fundamentales que explican el repunte en los ingresos que se está observando desde septiembre.

Hace un año el Gobierno, cediendo a las fuertes presiones políticas, tomaba la decisión de exonerar a quienes tuviesen ingresos inferiores a los $15.000. Es por eso que en la comparación interanual de la recaudación el crecimiento luce explosivo.

Pero el dato que más impresiona es que Ganancias crece en un contexto de caída real de los ingresos impositivos.

Según E&R, ya se acumulan 10 meses consecutivos en el que el dinero que entra a la caja de AFIP pierde contra la inflación.

En ese marco, que el Gobierno se aferre a Ganancias como un náufrago a su tabla, suena entendible. De otro modo, las autoridades de la agencia recaudadora no podrían jactarse de que terminarán el año con un exceso de cumplimiento.

Como dijo Angel Toninelli, titular de la DGI, al hablar en las jornadas del Colegio de Graduados en Ciencias Económicas: "Estamos cumpliendo con holgura las metas de recaudación fijadas en el Presupuesto nacional y vamos a terminar el año con un incremento del orden del 6 o el 7%, algo así como $70.000 millones de exceso".Un factor clave

¿Sería posible este "sobrecumplimiento" si el Gobierno no hubiese mostrado su rigidez en Ganancias? Seguramente no.

Se estima que este año este rubro significará un 23% del total recaudado por AFIP, lo cual ratifica que su incidencia mantiene su tendencia creciente.

En sentido inverso, otros tributos, como el IVA o el impuesto al cheque han tenido una importancia relativa descendente (ver cuadro). 

Si se miran apenas las variaciones porcentuales podría acaso parecer que son menores, pero lo cierto es que cada punto en el ingreso total representa $12.000 millones al año.

Ahí empieza a quedar más claro el empecinamiento oficial por sostener el impopular impuesto.

Pero eso no es todo. Cuando se analiza la evolución de la composición interna de Ganancias se llega a otra conclusión más inquietante: la proporción que corresponde al segmento de los asalariados está creciendo en importancia respecto del tributo que pagan las empresas.En 2007, cuando Cristina Kirchner asumió la presidencia, el rubro de la cuarta categoría -es decir, la parte de Ganancias pagada por personas físicas- representaba un 30% del total del impuesto. Hoy esa cifra subió hasta significar un 45%.La explicación a este fenómeno naturalmente reside en que mientras la mayoría de los tributos están ligados al nivel de actividad de la economía -es decir, crecen cuando la producción está "a full" y disminuyen en los períodos recesivos-, eso no ocurre con Ganancias.

Y aquí es donde entra su componente "perverso": tiende a mantenerse siempre en alza porque su recaudación depende, básicamente, de la inflación.

A mayor índice de precios más se recauda, independientemente de si el salario real crece o disminuye.

"Esto ocurre porque al dejar inamovible el piso del impuesto y no ajustarlo por inflación, entonces la base imponible aumenta. No solamente hay gente que antes no tributaba y ahora empieza a hacerlo, sino que además suben de categoría todos aquellos que ya estaban alcanzados. Entonces, el que antes pagaba 20% pasa a tributar 35%", argumenta Diego Giacomini, economista jefe de Economía & Regiones.Cada vez más "ricos" que aportan

En todo caso, lo que aparece como consecuencia de esta situación es que cada vez son más los asalariados de ingresos medios que están alcanzados por un impuesto originalmente pensado sólo para una élite de altos ingresos.

Un estudio de la Fundación Mediterránea detalla cómo la situación se ha agravado con el paso del tiempo.

"Los asalariados solteros que hoy obtienen ingresos brutos por $21.000 mensuales destinan casi el 10% de sus remuneraciones a pagar Ganancias cuando, en 2006, les implicaba un 5,3% y un 0,8% en 1998", señala.

Y agrega: "Para un sueldo bruto de $30.000, el impacto actualmente es de un 17%, cuando en 1998 era de apenas un 2,5%".

Desde Fundación Mediterránea señalan que, si se eximiera del pago del tributo al aguinaldo, la incidencia disminuiría levemente.

En tanto, un estudio del Instituto Argentino de Análisis Fiscal explica con casos concretos cómo este gravamen ha tenido una incidencia central en la pérdida de poder adquisitivo.

En el caso de un asalariado con una remuneración bruta mensual de $16.000 en 2013 y que recibiera un aumento de 30% en 2014, la pérdida de poder adquisitivo tras el pago del este tributo sería de casi 10% este año.

Tres cuartas partes de esa pérdida se explica por la inflación y el resto por Ganancias, afirman los investigadores de Iaraf.

El monto adicional anual que deberían recibir los empleados para mantener el poder adquisitivo del 2013 va desde los $19.500 en el caso del tramo de menor ingreso (con una suba salarial del 32%), hasta llegar a casi $42.000 en el caso del más elevado considerado (con una suba del 28% en el salario nominal del 2014)" concluye el informe.

Con estos números, se hace difícil sostener el argumento oficial respecto de que los salarios muy altos son los que sufren la mayor carga de este tributo.

Sin embargo, el discurso político lo sigue justificando en esos términos. Como dijo recientemente el ministro Kicillof: "Tenemos 11 millones de trabajadores; de ellos sólo pagan Ganancias un millón. Es un impuesto a los altos ingresos, para los que más ganan. A nadie suele gustarle pagar impuestos, pero es una contribución solidaria al Estado de los que más perciben".Desafiando al efecto Olivera-Tanzi

Lo que queda en evidencia, a esta altura, es que Ganancias tiene una importancia vital para el Gobierno en esta etapa de recesión con alta inflación.

No solamente crece cuando los demás bajan, sino que es el que mejor performance muestra en estas aguas turbulentas.

La expectativa es que, a mayor inflación, más grande será la recaudación, porque depende de los ingresos nominales y no de los reales.

Es una forma extraña de eludir el famoso y temido "efecto Olivera-Tanzi".

Materia obligada para los estudiantes de economía en todo el mundo, dicho efecto fue descripto por primera vez por un argentino, Julio Olivera, quien sobre la base de la experiencia de una economía con inflación crónica, explicó que cuando los precios suben, la recaudación cae en términos reales.

Ocurre que, entre el momento en que el Estado registra el ingreso tributario hasta aquel en el que efectivamente se hace del dinero, la inflación erosionó el valor real de lo recaudado.

Este estudio fue usado muchas veces como justificación de las políticas de shock que buscaban disminuir la inflación de manera rápida y brusca: se explicaba que la ventaja era que se podía incrementar la recaudación real del fisco sin tener necesidad de aumentar los impuestos.

En la Argentina de hoy, está claro que nadie -ni el Gobierno ni la oposición- se plantea un shock para bajar la suba de precios.

Pero el Gobierno encontró el antídoto al efecto Olivera-Tanzi: el impuesto a las Ganancias crece junto con la inflación, y no sólo lo hace en términos nominales sino reales. Y, para mejor, con independencia de si la economía está repuntando o de si está en recesión.Hay un costo, claro, bastante visible, como se puede apreciar en al auge de la conflictividad sindical que está alcanzando incluso a las facciones de la CGT cercanas al Gobierno.

Pero el Ejecutivo ha dejado en claro que considera este enojo un costo colateral ante la consecución de un logro mayor: mantener una recaudación relativamente estable aun en un contexto de inflación con recesión.

En definitiva, una demostración de la creatividad del modelo K, que encontró la forma de atenuar un efecto que en el resto de los países se mira con temor.