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Vida laboral: ¿cómo lidiar con el "efecto contagio" de un empleado improductivo?

Expertos aseguran que el poder de estos "activistas del desapego" es mayor cuando sus compañeros y superiores permiten la creación de estructuras tóxicas
10/10/2014 - 14:09hs
Vida laboral: ¿cómo lidiar con el "efecto contagio" de un empleado improductivo?

Pensar que la improductividad de un compañero de trabajo es un problema exclusivamente de la compañía o el empleador, es en realidad, un concepto erróneo.

En una organización estos empleados son "manzanas podridas", pero para los colegas, suelen ser además un lastre que impacta directamente en el desempeño personal y además, ladrones de tiempo. 

Según los describe el portal Expansión, son personas que aparentan estar ocupadas todo el tiempo y que sobreviven una y otra vez los recortes de personal, aportando lo mínimo a la empresa, con una única habilidad profesional: acabar bajo el paraguas de jefes mediocres.

Son expertos en librarse de asumir cualquier tarea concreta en la que se les pueda exigir o medir.

Por otro lado, también están los apáticos que jamás persiguen grandes objetivos. Son enemigos de la flexibilidad, la organización horizontal, o la pasión. Y aquellos que dedican demasiadas horas pero no llegan, ni logran resultados, o que trabajan duramente pero son incapaces de integrarse en la cultura de la compañía.

En cualquier caso, su incapacidad obliga al resto de compañeros a cargarse con más trabajo.

Montse Ventosa, presidenta de la consultora española Truthmark, añadió que el típico compañero improductivo nunca está cuando se le necesita, pero siempre tiene una buena coartada; es fan de la crítica y el chisme, y nadie sabe muy bien qué hace.

Ventosa cree que, en un equipo, esto puede tener una consecuencia muy clara, que se traduce en que el que es altamente productivo acaba sobrecargado, con el riesgo de sufrir estrés o burn-out, mientras que el improductivo termina viviendo muy bien: "Nunca está, no se queja tanto, y el jefe acaba pidiéndole todo al productivo, mientras él vive cómodamente".

La experta explicó que "aunque las personas de alto rendimiento estén motivadas y comprometidas, eso no resulta suficiente. Por adaptación, pensarán que es mejor ser ineficaz y terminarán contagiándose de los que menos hacen, lo que se traduce en una merma de talento. Terminarán yéndose de la compañía, bien porque los reclama otra empresa, o porque no aguantan más. Incluso pueden llegar a ser despedidos, convirtiéndose en víctimas de aquellos personajes reductores del crecimiento".

Marcos Urarte, socio director de la consultora española Pharos, resume las tipologías de oficina en "motivadores", "vegetadores", "amargados" y "saboteadores".

Para el experto, las especies tremendamente tóxicas son los dos últimos, especialmente los saboteadores, que continuamente van buscando cómplices en su actitud negativa y hacen proselitismo de la misma. Pero Urarte considera que "el problema principal no viene de estos últimos, sino de la postura poco beligerante de las personas con actitudes positivas y comprometidas con el proyecto.

"De la misma manera en que nos encontramos con activistas del desapego y de la falta de compromiso, las organizaciones necesitan activistas que trasladen confianza, ilusión, motivación y compromiso al resto de la organización", sentenció.

El experto recuerda que "una manzana podrida pudre al resto", pero advierte de que una persona contaminante no tiene la capacidad de infectar al resto de la organización, a no ser por la inactividad del resto de compañeros: "El problema no son las manzanas podridas, sino los cestos podridos, es decir, aquellas organizaciones que han creado un sistema que permite y facilita los comportamientos tóxicos".

Montse Ventosa añade otro riesgo que puede estar detrás de la baja calidad de liderazgo existente en muchas organizaciones: la "paradoja de la promoción del incompetente". Esto se produce cuando el jefe debe decidir a quién promociona, en vez de ascender al de mayor talento o al más productivo se decanta por el menos talentoso.

Ventosa explica que "esto no sólo desmotiva al eficaz -supone una falta de reconocimiento por su trabajo-, sino que crea una cultura tóxica que reduce la capacidad de crecimiento de la organización, al demostrar que la recompensa es para quien menos trabaja". Ante esto, los más eficaces, o se suben al vagón de la improductividad o se van con su alto rendimiento a otra parte.

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