Alfonsín sufrió 13 paros de Ubaldini, pero nunca hubo una relación más tensa que la de Cristina y Moyano
"Mantequita y llorón" le decía Raúl Alfonsín al líder de la CGT, Saúl Ubaldini, en los agitados días de su presidencia, en los años '80.
A su vez, el sindicalista respondía: "Llorar es un sentimiento, mentir es un pecado".
Así, entre chicanas, desafíos y pulseadas políticas transcurrió la tensa relación entre el primer presidente de la restauración democrática y el líder sindical, que se oponía férreamente a los intentos de reforma laboral, a la regulación sindical y a los planes de estabilización económica.
En ese contexto, Ubaldini convocó a 13 paros generales. Es decir, un promedio de uno cada cinco meses.
En comparación con esa etapa de la historia de la Argentina, puede parecer que la relación entre gobiernos y sindicatos ha mejorado o que, al menos, se ha atenuado la propensión a tomar medidas de fuerza.
Sin embargo, al bucear en el tipo de relacionamiento se ve que no necesariamente la cantidad de paros va en proporción directa con la tensión.
A fin de cuentas, Alfonsín y Ubaldini nunca dejaron que sus polémicas públicas afectaran su relación personal. De hecho, cuando abandonaron, respectivamente, el sillón presidencial y la conducción de la CGT, tuvieron palabras de reconocimiento mutuo.Da cuenta de ello la reunión que tuvieron en la sede de la CGT, ya en la etapa final del gobierno de Fernando de la Rúa, cuando ambos coincidían en criticar la política económica de Domingo Cavallo.Cuando a Alfonsín le recordaron los 13 paros, el ex presidente dijo, con una sonrisa: "Está todo bien, muchachos; son cosas de la democracia".
Mientras que Ubaldini, si bien ratificó que no se arrepentía de todas sus convocatorias a huelga, no dejaba de expresar su admiración por Alfonsín: "Se expresa con grandeza y por eso es tremendamente respetado en la política".El surgimiento de un "duro"
Un tono, por cierto, difícil de imaginar hoy entre Cristina Kirchner y Hugo Moyano que, pese a haber sido aliados políticos -o acaso por eso mismo- hoy se profesan una animadversión que llega a la evidente antipatía personal.Cristina ha dejado en claro varias veces que considera ciertas acciones de fuerza sindicales como intentos de desestabilización de su gobierno.
Palabras duras, sobre todo si se considera que la década K ha sido la que ha sufrido menos paros generales.Néstor Kirchner no tuvo ninguno, mientras que Cristina, en los seis años y cuatro meses que lleva gobernando, recién se enfrenta a su segunda huelga general.
Antes, hubo ocho paros durante la gestión de 10 años de Carlos Menem, nueve en el período de dos años De la Rúa y uno en el año y medio de Eduardo Duhalde.
Pero está claro que hay paros y paros. Los del período de Menem se producían cuando la CGT oficial apoyaba mayoritariamente al Gobierno, mientras que la oposición fuerte era protagonizada por los estatales que se oponían a las privatizaciones.
El primer paro general en contra de Menem ocurrió recién cuando el riojano transitaba el mes número 40 de su gestión, lo cual llevó a que se generalizara la idea equivocada de que durante los '90 no ocurrió huelga alguna.
El propio Héctor Recalde, cuando todavía era aliado político de Moyano, publicó una columna donde reivindicaba la férrea oposición del entonces dirigente minoritario."Moyano nunca fue menemista y estuvo protagónicamente en todos los actos en los que se enfrentó el modelo económico neoliberal y la flexibilización laboral", escribía hace seis años, cuando en los medios se le reprochaba al sindicalista no haberse opuesto a las políticas de Menem.
Pero si un mandatario sufrió el activismo sindical, ese fue De la Rúa. El primer paro llegó cuando apenas tenía tres meses en el cargo y había adelantado que impulsaría una reforma laboral.
Fue recién allí cuando Moyano pasó a ser una figura conocida a nivel masivo. El punto más fuerte del enfrentamiento fue la huelga de dos días, en la cual el sindicalista demostró que tenía más convocatoria que "los gordos" y que contaba con poder para "paralizar el país".
Luego, durante la emergencia económica que condujo Duhalde, y en medio de una inédita crisis de desempleo, los sindicatos se mostraron más indulgentes con el Gobierno.
A partir del cambio de mandato, las movilizaciones ordenadas por Moyano tenían básicamente dos motivaciones: si eran paros generales, eran para apoyar los actos de Néstor Kirchner; y si eran sectoriales de los camioneros, era para ensanchar su base de poder mediante la incorporación de más gremios dentro de su órbita de influencia.Enemigos íntimos
El acelerado ritmo al que Moyano incrementó su poder, bajo la complacencia de Kirchner, siempre fue resistido por Cristina, que acataba en silencio porque el fallecido presidente le recordaba que era mejor tener al líder camionero en la lista de los amigos y no en la de los adversarios.
"A partir de su llegada, multiplicó la cantidad de afiliados. Todo lo que marchaba sobre ruedas se convirtió en camión y este sindicato ampliado ejerció una fuerte presión sobre otros sindicatos y empresas para ampliar su área de incumbencia. Suele decirse, no sin razón, que Moyano puede parar el país. Pero con sus métodos directos logró que los camioneros se cuenten entre los trabajadores mejor pagos", argumenta Julio Burdman, director de la consultora Analytica.
Pero la mala relación personal entre Cristina y Moyano siempre fue evidente. Como en el acto realizado en el estadio de River Plate, pocos meses antes del fallecimiento de Kirchner.
En ese entonces, el sindicalista, alentado por el ejemplo de Lula Da Silva, dejaba entrever su sueño de llegar a presidente. Luego de pronunciar su discurso -en el cual se preguntaba por qué un trabajador no podía llegar al más alto lugar en la organización del Estado- Cristina le recordó "yo laburo desde que tengo 18 años".
A partir de la muerte de Kirchner, la relación fue cuesta abajo. Circuló la versión -imposible de comprobar- de que la Presidenta responsabilizaba a Moyano por haber provocado indirectamente la fatal crisis cardíaca de su esposo, tras una discusión telefónica.
Lo cierto es que la relación se enfrió notablemente y, además, Moyano empezó a sentir la persecución judicial por causas de presunta adulteración de documentos en las obras sociales.
Fue allí que el sindicalista tomó distancia y comenzó a criticar la política económica.Cristina, que en su acto de asunción del cargo para el segundo período recordó que durante el gobierno de Juan Domingo Perón no existía el derecho de huelga, aseguró que no permitiría "el chantaje ni la extorsión".
"Alguien me dijo que parece ser que en la Constitución peronista de Sampay no estaba el derecho de huelga. ¿Podrá ser posible? Ah, no había conflictos con Perón. O sea que cuando estaba Perón no había derecho a huelga... digo, por los que lo reivindican a Perón y nos critican a nosotros", ironizó Cristina en un mensaje que tenía un destinatario con nombre y apellido.
En el mismo tono, se permitió dudar de las convicciones peronistas de Moyano cuando éste priorizó en la agenda sindical el reclamo por aliviar el impuesto a las Ganancias.
Fue el momento más tenso de la relación, cuando líder sindical decidió hacer una demostración de fuerza al desabastecer las estaciones de servicio, lo cual dejó la imagen de largas colas de autos esperando turno para cargar nafta."Qué injusta es la actitud de algunos y qué poco solidaria con lo que han logrado", se quejaba Cristina, para quien la postura de Moyano desconocía que la recaudación de Ganancias permitía sostener los programas de asistencia social.
La dureza de la Presidenta ha logrado efectos impensados, como la alianza de líder camionero con sectores -en princpio- irreconciliables, como la facción liderada por Luis Barrionuevo y los izquierdistas de la CTA que conduce Pablo Miceli.El de hoy es el segundo paro que enfrenta Cristina. El anterior, realizado el 20 de noviembre de 2012, se producía en medio de la conmoción creada por los "cacerolazos" de la clase media autoconvocada por las redes de Internet.A partir de allí, no ha dejado de llamar la atención la coincidencia entre la agenda del líder camionero y ciertos reclamos de la clase media anti peronista.
En esta oportunidad, la economía está en una situación bien distinta a la que caracterizó a la década K: ahora corre un plan calificado por los críticos como "de ajuste", que afecta particularmente a los sectores medios que antes habían sido beneficiarios del boom consumista.
Difícil predecir si el paro de hoy será el último del período de Cristina.
Aunque a esta altura ya puede afirmarse que pocas veces ha habido una relación tan tensa y de mutua antipatía entre un mandatario y un líder sindical.
En esta pulseada, ninguna de las partes quiere quedar como "mantequita ni llorón".