• 24/9/2024

Anuncios detrás del discurso: "más modelo", salarios como variable de ajuste y pedido de tregua

Las críticas de Cristina a conspiradores y el repaso de logros fueron dirigidos a la propia tropa para contrarrestar la economía fría y caída del salario
03/03/2014 - 08:15hs
Anuncios detrás del discurso: "más modelo", salarios como variable de ajuste y pedido de tregua

Cierta sensación de decepción pudo notarse tras el discurso con el que Cristina Kirchner inauguró la sesión legislativa: tanto los políticos opositores como los economistas y politólogos -y, hasta puede advertirse, también muchos seguidores kirchneristas- se quejaron de la falta de definiciones y anuncios concretos respecto de cómo seguirá la política económica en los meses venideros.

Pero es probable que los próximos meses dejen en claro que esas quejas eran erróneas. El discurso de la Presidenta fue revelador para quien supo leer entrelíneas: sin mencionarlo explícitamente, lo que dejó en claro es que se viene una profundización del modelo económico, en el cual la principal variable del ajuste serán los salarios y las jubilaciones.

Y la radicalización del "relato", con sus ya habituales apelaciones a teorías conspirativas y con sus recuentos nostálgicos de lo que se mejoró en comparación al año 2003, no tiene más que un destinatario: la propia "tropa" kirchnerista.

Para este "núcleo duro" militante que conforma la base de apoyo político de la Presidenta, hubo una sobredosis de argumentos que, en realidad, tienen un objetivo fundamental: contrapesar el hecho de que no habrá una profundización de las medidas radicales que se vienen reclamando.

Como saben los politólogos más experimentados, a veces tan importante como lo que se dice en un discurso, es aquella lista de temas que se evita mencionar. Y es allí donde la presencia de Cristina en el Congreso resultó por demás reveladora.Nada de proyectos de ley que estaticen el comercio exterior de granos, nada de recreación de una Junta Nacional, ni mucho menos del legendario IAPI de los años peronistas. Los "palos" a los productores rurales fueron apenas retóricos, pero no habrá una mano estatal que obligue a quien tiene su soja en silobolsas a desprenderse compulsivamente y liquidarla al tipo de cambio oficial.Nada, tampoco, de estatizar las empresas de distribución eléctrica, un reclamo casi clamoroso desde las filas kirchneristas que, tras los masivos apagones de diciembre, admitieron que un desastre así "no puede pasar nunca más".

Pero, nuevamente, las alusiones a la superioridad estatal en la gestión de la energía quedó sólo en la retórica y en los números sobre cómo YPF quebró la fatídica tendencia de producción descendente. Será porque no confía en la aparición de un "mago Galuccio eléctrico" o porque ya no considere que tiene la fuerza política para impulsar semejante medida. O, tal vez, por el convencimiento de que el Estado no tiene los recursos para mejorar la situación en forma rápida.

Lo cierto es que Cristina no anunció cambios en el régimen que llevó al colapso al sistema eléctrico. Y prefirió contentar a su tropa con la enumeración de obras para aumentar la generación que le escribió Julio de Vido.Tampoco se concretaron las amenazas que había deslizado el jefe de gabinete, Jorge Capitanich, en el sentido de determinar desde el Estado los niveles de rentabilidad considerados "razonables" para el sector privado.

Apenas hubo una vaga mención a la necesidad de contar con una normativa que permita el castigo efectivo a los empresarios que "se abusen" en la remarcación de precios.

Todavía no se sabe qué forma tendrá esa normativa, en cuya efectividad, por otra parte, la propia Cristina ha dicho repetidas veces que no confía. Pero valió, claro, para ganarse al aplauso de la tribuna y para que los diarios afines al Gobierno tuvieran una frase con la cual titular su edición del domingo.

Esa fue, de manera indirecta, la única mención a la inflación, que en febrero, según las estimaciones de las consultoras, podría ubicarse en el peligroso nivel de 4%.

Si se tiene en cuenta que marzo es, por motivos estacionales, un mes tradicionalmente inflacionario, entonces el primer trimestre del año podría completarse en el entorno de un 14 por ciento. Un pronóstico muy inquietante para un país que recién inicia el período de renegociaciones salariales.

El ajuste entrelíneasEs allí donde se notó la preocupación de la Presidenta por enviar un mensaje claro y contundente: después de una década de haber incrementado el poder adquisitivo de los salarios y de haber convertido al consumo en la locomotora de la economía, llegó el momento de sacar el pie del acelerador.

Cristina siempre ha agitado el fantasma del desempleo como argumento para que los dirigentes sindicales moderaran sus pedidos. Y en el discurso del sábado, este punto no sólo se repitió sino que se convirtió en uno de los ejes. Hubo cierta ambigüedad de la Presidenta que, por un lado, rescata la caída del desempleo pero, al mismo tiempo, advierte sobre el riesgo de que este logro pueda revertirse.

Y, de hecho, uno de los datos más fácilmente rebatibles de su discurso estuvo allí, en la mención a la tasa de desocupación, pero sin mencionar que se trató de un efecto estadístico, porque cayó la cantidad de gente que busca trabajo. En cambio, cuando se mide la tasa de empleo -es decir, la cantidad de personas que efectivamente están trabajando-, ya se evidencia una caída.

En un año que se prevé recesivo, las perspectivas sobre el empleo son claramente negativas. Miguel Bein, el influyente economista a quien Cristina acaba de elogiar públicamente, opina que el índice de desempleo podría subir del 6,4% al 7,7%.

Es en ese contexto que la Presidenta, sin mencionar el tema en forma directa, preparo el terreno para que la población entendiera que deberá hacer un alto en su propensión al consumo.

La profusión de cifras que mencionó al respecto tiene el objetivo de atenuar ese impacto. Como las de reducción de la pobreza, para las cuales Cristina eligió al Banco Mundial, como supuesta garantía de objetividad y desestimó otras mediciones de expertos locales, como las del observatorio social de la Universidad Católica.

"Lamentablemente no es cierto que la pobreza bajó durante su presidencia; aumentó de 24 a 29%", apuntó Federico Sturzenegger, flamante diputado y asesor económico de Mauricio Macri. Por otra parte, el economista José Luis Espert también destacó que el mismo informe al que aludió la Presidenta dice que el fenomenal gasto contribuyó poco a moderar la desigualdad".

Pero más allá de esas críticas a su uso de las estadísticas, hay un dato a destacar: la contracara de los años de consumo feliz -en donde "los argentinos han comprado de todo para enchufar", Cristina dixit- es la aceptación de que se vienen tiempos difíciles.

El único momento en el que la Presidenta tuvo un atisbo de autocrítica o de aceptación de fallas en el "modelo" llegó cuando se refirió al cuello de botella en la entrada de dólares. Ese reconocimiento de que no hay divisas suficientes como para seguir sosteniendo "el proceso de reindustrialización" implica tácitamente que habrá que esperar alguna de estas posibilidades:

  • Un dólar más alto que el de los últimos años, con posibilidad de nuevas devaluaciones.
  • La inducción a un enfriamiento de la economía por la vía de reducir importaciones.
  • Una caída de los salarios en relación al valor de los productos importados.
  • La búsqueda de fuentes adicionales de dólares por la vía del endeudamiento externo.

En otras palabras, todo lo que siempre dijo que evitaría, por formar parte del menú "neoliberal".

Lo cierto es que detrás de sus denuncias sobre conspiradores tras las sombras, detrás de su enumeración de la cantidad de corridas bancarias que le ha valido autodenominarse "la chica de las corridas", detrás de sus críticas a los empresarios especuladores, hay un mensaje claro.

El mensaje es que se profundizará la política de ajuste. No hubo, por parte de la jefa de Estado, alusiones burlonas, como en otros tiempos a las teorías que equiparan la expansión monetaria con la inflación. Claro, el Banco Central acaba de aspirar $56.000 millones y subió la tasa de interés a niveles que encarecieron tanto el crédito para el consumo como el de las empresas.

Y en su defensa sobre seguir profundizando el gasto estatal -o la "inversión social", como prefiere llamarlo- Cristina terminó por confirmar que habrá recursos que el sector privado deberá transferirle a un sector público con números en rojo.

Es allí donde la devaluación y el "impuesto inflacionario" juegan su parte. La estimación que hizo el economista Miguel Bein apunta a que, tras el ajuste del tipo de cambio, el gasto público se podrá licuar, al punto que las cuentas mejorarán en $50.000 millones.

Y estima que la inflación le deja al Estado hasta 3 puntos del PBI en las arcas fiscales -esto ocurre por el incremento nominal de la recaudación impositiva que no se corresponde con un aumento en la misma medida de la producción-.

Pedido de treguaEn el plano político, el discurso de Cristina tuvo un tono que llamó la atención de los analistas. Todo el mundo habló de la "moderación" exhibida, con llamados explícitos al diálogo, al entendimiento, con inusuales palabras de elogio a la oposición.

Y hasta con guiños a la clase media crítica del kirchnerismo, como las alusiones al hastío que provocan los piquetes y cortes de tránsito, o a la injusticia de que el gremio docente tome como rehén, cada comienzo de curso lectivo, a los escolares.

Lo cierto es que el cambio de tono, así como el pedido para no perder los logros de sus años de gestión, pueden leerse como un "pedido de tregua" en la fase final de su mandato. Es un mensaje que parece claro en la apelación a que los empresarios "no maten la gallina de los huevos de oro".

Muchos pasajes del discurso de la Presidenta hicieron recordar al pedido que, en su momento, había hecho el gobernador Daniel Scioli para que se pudiera transitar "de la mejor manera posible" el trecho que falta hasta el 10 de diciembre de 2015.Algunos pueden ver en este pedido una demostración de la capacidad de Cristina como estratega política. Otros, en cambio, como una demostración de su momento de debilidad.

Así lo describió Sergio Berensztein, director de la consultora Poliarquía: "Eligió sostener en su penúltimo discurso como Presidenta un conjunto de viejos argumentos, débiles y gastados. Mientras, implementa un giro pragmático que contradice su reconstrucción de la realidad. La política comienza a reorganizarse con ella como una influencia decreciente".

Esta visión está aderezada, además, por la mención que hizo Cristina a la situación turbulenta de Venezuela. Cada referencia a respetar el resultado electoral y las instituciones democráticas por más que a uno no le guste la personalidad del presidente de turno hablaban de Nicolás Maduro, pero, mucho más pareció estar referido a sí misma.

Temas relacionados