• 23/11/2024

El Gobierno "se rindió" ante la evidencia y tuvo que convalidar la mayor devaluación de la década

La medida, tomada justo en la reaparición de Cristina ante los medios, supone la aceptación del fracaso de las medidas tendientes a achicar la brecha
23/01/2014 - 07:05hs
El Gobierno "se rindió" ante la evidencia y tuvo que convalidar la mayor devaluación de la década

Era lo que faltaba para que el verano mereciera el calificativo de "ochentoso": una devaluación propiamente dicha.

Ya no una adecuación, ni mini devaluaciones, ni correcciones ni ninguno de los eufemismos que los funcionarios utilizan para referirse a la suba del tipo de cambio oficial.

Contradiciendo el discurso kirchnerista que hizo del dólar barato una bandera del proyecto nacional y popular, y en el mismo día del esperado regreso de Cristina Kirchner, se produjo la mayor devaluación en una década.

El momento tuvo sus toques de ironía involuntaria por parte de la Presidenta. Como cuando destacó que el salario mínimo de la Argentina es de u$s600 y el más alto de la región.

Nadie le observó una pequeña desactualización en sus datos. Como el valor (en pesos) es de $3.600, para llegar a los u$s600 había que aplicar una tasa de conversión de un dólar igual a $6, algo que quedó superado hace varios meses.

Ayer, a la hora que habló la Presidenta, y con un dólar en $7,125, el salario mínimo argentino era de u$505. Y si se lo calcula al tipo de cambio paralelo, se ubicaba en u$s296.

Un detalle menor, por supuesto, para el público que atiborraba la Casa Rosada y que concurrió para "ver" el verdadero mensaje que se esperaba de la Presidenta, el que estuvo subyacente en su anuncio de un nuevo plan de asistencia social para los jóvenes: el mostrar que está bien de salud, que está al mando, que sigue siendo la Cristina de siempre... y que sus apariciones serán para dar las noticias buenas.

Ninguna mención a los cortes de luz, a la inflación ni a la fuerte suba del dólar que acababa de convalidar unas pocas horas antes del discurso.

En su regreso, no habló de la verdadera noticia del día: la mayor devaluación en toda una década.

Cambio de estrategia

La paridad se deslizó 23 centavos en un solo día, como consecuencia de que el Banco Central no atendió la ola de órdenes de compra por parte de importadores.

En otras palabras, luego de venir sacrificando dólares del Banco Central -llegó a vender hasta u$s120 millones en una jornada-, el Gobierno decidió priorizar la estabilidad de las reservas y cedió a la devaluación.

Desde que asumió el nuevo equipo económico, el ritmo devaluatorio se había estabilizado en una "velocidad crucero" de 2,5 centavos por día. De manera que el monto de la devaluación de ayer equivale a haber adelantado el precio que se esperaba para dentro de dos semanas.

La abrupta suba de la divisa oficial tomó por sorpresa al mercado financiero. Un operador de una mesa de cambios afirmaba, luego de terminada la jornada: "Lo que está pasando, tanto con el blue como con el oficial, está muy influido por el contexto político y por las expectativas".

El giro ocurrió luego de reuniones de Cristina Kirchner con los funcionarios del área económica, particularmente con el nuevo titular del Banco Central, Juan Carlos Fábrega, con quien estuvo analizando la situación del mercado cambiario el pasado viernes en los despachos de la Casa Rosada.

La versión que circulaba con insistencia en la "city" financiera es que existían dos posturas dentro del equipo económico: por un lado, la liderada por el ministro Axel Kicillof, que favorecía una devaluación gradual mientras se buscaban vías alternativas de ingreso de divisas; por el otro, la de Fábrega, que prefería una corrección de una vez y luego estabilizar la cotización.

En definitiva, lo ocurrido ayer se pareció mucho a la asunción de una derrota: en unas pocas jornadas de enero quedó en claro que la estrategia había fracasado: el "dólar bolsa" no pudo evitar que siguiera en alza el "blue", que se volvió a disparar y ya supera los $12.

Por otra parte, la entrada de dólares de las cerealeras fue mucho menor a la prevista. Y, para peor, las reservas del Banco Central, que se habían estabilizado sobre fin de año, rompieron el "piso psicológico" de u$s30.000 millones y no alcanzan para cubrir cinco meses de importaciones.

La aceptación del argumento opositor

Todo hace suponer, en consecuencia, que el Gobierno se rindió ante la evidencia y adoptó la estrategia que estaban reclamando desde hacía tiempo la mayoría de los economistas críticos.

Lo que se señalaba es que, en un esquema de devaluación gradual, la presión sobre el Banco Central se hace más grave, porque los importadores se apuran a "stockearse", en previsión de que en el futuro les costará más caro hacer las compras en el exterior.

Y, en el sentido inverso, todos los exportadores que tienen sus activos retenidos -por ejemplo, los productores sojeros con existencias en los silobolsas-seguían con incentivos a guardar sus existencias, ya que valdrían más en el futuro.

Al decir de Javier González Fraga, ex titular del Banco Central, la política oficial mezclaba "lo peor de la tablita de Martínez de Hoz con lo peor de los controles de los años ‘80".

Ayer, luego de conocida la devaluación, la reacción de los economistas osciló entre el apoyo al giro impulsado por Fábrega y la crítica por haber permitido que la situación llegara a esta instancia.

"La ‘década ganada' te lleva al punto de partida: la última vez que el dólar oficial subió tanto como hoy fue el 25 de junio de 2002", escribió Alfonso Prat-Gay, otro ex presidente del Central, quien destacó que el Gobierno equivoca la estrategia al seguir esquivando un ataque frontal a la inflación.

Pero también hubo quienes vieron señales de racionalidad en la medida de ayer.

Para el economista José Luis Espert, lo que quedó en evidencia es que el Banco Central se encuentra en una encrucijada: "O deja caer las reservas o deja que el dólar oficial suba, está metido en un brete y va a tener que elegir".

Había también otro punto importante entre quienes propugnaban un sinceramiento del tipo de cambio: que no había que temer que una devaluación tuviera un arrastre inflacionario, porque en realidad el efecto sobre los precios ya había ocurrido con la escapada del "blue".

En definitiva, el argumento era que una corrección relativamente importante no tendría un costo inflacionario y serviría para cambiar los incentivos de importadores y exportadores.

Claro que, para que esta premisa se cumpla, la condición que debe darse es que, a partir de ahora, la cotización muestre mayor estabilidad.

Es lo que resta por verse en los próximos días, en los cuales el mercado hará un monitoreo "minuto a minuto" de cómo evolucionan las brechas entre los cuatro tipos de cambio: el oficial, el "turista", el "bolsa" y el "blue".

Los caminos por delante

Por estas horas, el mercado es un hervidero de rumores y conjeturas.

Están quienes creen que la de ayer fue la única corrección brusca y que, a partir de ahora, se estabilizará el tipo de cambio oficial. Pero también, aquellos que consideran que pueden darse nuevas subas.

Y además están los piensan que puede haber bajas y nuevas subas, en una estrategia de "serrucho" cuyo objetivo sea impedir la previsibilidad que hasta ahora se había criticado.

"No sería descabellado pensar que lo suban pero después lo bajen, como una señal a los exportadores que venían especulando con que el tiempo les jugaba a favor, porque la cotización siempre sería ascendente", analiza Francisco Gismondi, ex ejecutivo del Central.

Pero afirma que, para que esa estrategia sea posible, el organismo que dirige Fábrega tiene que mostrar una posición lo suficientemente fuerte como para poder jugarle pulseadas al mercado y debe transmitir credibilidad.

"Les va a costar mucho. En realidad, lo que hicieron ahora está a mitad de camino, porque no fue una devaluación lo suficientemente fuerte como para decir que llegaron al tipo de cambio de equilibrio, pero tampoco fue una medida que vaya a pasar inadvertida. En todo caso, si hay algo positivo es que están intentando algo diferente a lo que ya fracasó", agrega.

Algo que los analistas destacan es que en las próximas horas hay que seguir con atención, además de la política devaluatoria, los movimientos de las tasas de interés. En los últimos días ha habido incipientes subas, en la medida en que el Central empieza a absorber parte de los pesos que había inyectado al mercado sobre fin de año.

De consolidarse esta política, entonces la presión al alza del blue sería menor y se cumpliría el objetivo de achicar la brecha con el tipo de cambio oficial.

Pases de facturas

Pero más allá de los análisis financieros, está claro que en la Argentina el dólar es, ante todo, un tema político.

Y en ese sentido, la situación actual deja muy mal parados a los funcionarios, empezando por la propia Cristina, que durante la campaña para las elecciones legislativas de 2013 había acusado a la oposición de pretender forzar una devaluación.

En ese contexto, había planteado que la estabilidad cambiaria era algo así como una cuestión de principios.

"Cuando dicen que hay que tocar el tipo de cambio lo que están diciendo es que quieren devaluar, y sabés dónde se va tu salario cuando devalúan", había dicho en un discurso de campaña.

También en un tuit del año pasado había escrito esta expresiva frase: "Los que pretenden ganar plata a costa de una devaluación que tenga que pagar el pueblo van a tener que esperar a otro gobierno".

Tampoco quedó bien parado el jefe de Gabinete, Jorge Capitanich, que ayer mismo había fustigado a quienes propiciaban una devaluación, en el entendido de que su verdadero objetivo era "comprar bienes a precio de remate".

Lo cierto es que, desde que él asumió en su cargo, el tipo de cambio oficial avanzó 17%, lo que equivale a decir que los bienes perdieron, en dólares, un 14,5% de su valor.

Semejante contradicción ya está haciendo las delicias de los opositores al kirchnerismo en los medios de comunicación y las redes sociales, con ironías como la del economista Tomás Bulat, que escribió: "De eso no se habla, pero existe aunque no se mencione". 

O como Federico Sturzenegger, que pidió: "Seamos misericordiosos y no les preguntemos qué opinan de la política cambiaria", en referencia a sus colegas del grupo oficialista "La Gran Makro".

Queda en evidencia que para el kirchnerismo empieza una doble batalla: en el mercado financiero, contra el blue; y en los discursos y los medios, para tratar de justificar este nuevo giro.

En definitiva, este verano sigue trayendo reminiscencia de los años '80: a los saqueos, los cortes de luz y los congelamientos de precios, se suma ahora la brusca depreciación del peso.

Sólo falta la suba de tarifas para que se pueda completar la fórmula clásica de política económica en casos de crisis: "devaluación y tarifazo".

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