Pregunta incómoda: ¿por qué se gastan millones en importar energía y la Argentina está sin luz?
Mientras que en Capital e interior se multiplica el malestar social por lo que es otro fin de año signado por los cortes de energía, se amplían también los interrogantes respecto de la capacidad energética de la Argentina.
Sucede que, más allá de las deficiencias en el servicio, el país incrementó exponencialmente las compras de combustibles al exterior para poder abastecer a las centrales térmicas, sobre las que hoy reposa gran parte de la generación de electricidad.
Este año, la "factura" por importaciones de energía totalizará u$s13.000 millones, un récord histórico y que contrasta con el superávit que exhibía este rubro hasta 2009.
Descontadas las exportaciones -en baja- que realiza el sector, el "rojo" que contribuirá a achicar las reservas del BCRA será cercano a los u$s7.500 millones que, se prevé, podría superar los u$s9.000 millones el año que viene, según estimaciones de Montamat y Asociados.
En ese contexto, basta decir que en la actualidad el monto destinado a los subsidios de servicios públicos representa un 20% del presupuesto estatal y casi un 5% del PBI nacional.
De acuerdo a un estudio de la Asociación Argentina de Presupuesto (ASAP), los subsidios al sector energético aumentaron un preocupante 75% en los primeros diez meses del año, en comparación con igual período del 2012.
Si se recortara por completo, desaparecería el déficit fiscal, algo nada desdeñable para un Gobierno que debe hacer frente a una oleada de reclamos salariales en el sector público. Pero está claro que eliminarlos es algo que, a esta altura de las circunstancias, Cristina Kirchner no puede siquiera permitirse pensar.
En el plano corporativo -según el informe realizado sobre la base de datos del Ministerio de Economía- la mayoría de los beneficios los consume la Compañía Administradora del Mercado Mayorista Eléctrico (Cammesa) como así también Energía Argentina (Enarsa).
Ambas recibieron entre enero y agosto de este año la friolera de $33.924 millones. La mayoría de ese dinero fue destinado a la importación de combustibles.
•Cammesa (una de las grandes responsables de pagar las compras de gasoil y fueloil al exterior) gastó $25.449 millones hasta el octavo mes del año, un 75% más que en el mismo período de 2012.
•Enarsa también compra combustibles fuera del país. Hasta agosto, sus erogaciones crecieron casi 77%. En cifras, nada menos que $8.025 millones más que los $10.450 millones del año pasado.
Las cifras impresionan. Vale un dato: por cada minuto que pasa, la Argentina debe destinar casi $100.000 a subsidios vinculados con la importación de energía.
Semejante desembolso parece no servir de mucho, al ver el escenario de cortes que se extienden a todo el país. O al observar que se debe recurrir a desesperados planes de contingencia, como lo fue la compra de energía a Uruguay.
La magnitud de las cifras destinadas a cerrar acuerdos con otros países que a la vez conviven con los cortes de luz masivos, llevan a una pregunta casi obligada: ¿por qué si la Argentina compra cada vez más afuera, el problema del suministro no sólo no se resuelve sino que incluso empeora?
La distribución, el gran inconveniente
En diálogo con iProfesional, Alieto Guadagni, ex secretario de Energía de la Nación, hizo referencia a una serie de decisiones del kirchnerismo que, a su entender, pusieron de rodillas a la infraestructura energética disponible.
"Hay que pensar que aunque se compre más energía, todo puede fallar. Porque el principal problema no está en el insumo sino en el tendido y en la distribución de la electricidad", señala el experto.
Y agrega: "Por supuesto que hay inconvenientes con la generación, pero el tema más grave está en lo que hacen las compañías que distribuyen la energía".
Guadagni subraya que faltan inversiones por cerca de 800 millones de dólares.
"¿Por qué se llegó a este punto? Porque Edenor, Edesur y sus pares en todo el país, apenas recaudan para cubrir los gastos de mantenimiento. Técnicamente están en cesación de pagos", agrega.
La situación financiera de las empresas, según Guadagni, derivó en una total carencia de mejoras de la infraestructura instalada, lo que explica por qué los apagones son cada año más comunes.
Desde la consultora Abeceb, en tanto, aseguran que "la falta de actualización de tarifas ha afectado a todos los eslabones del sector. El de transporte y distribución enfrentan crecientes dificultades para cubrir sus costos operativos".
La situación de las empresasDesde el año 2007, tanto Edenor como Edesur -las principales distribuidoras de Capital Federal- comenzaron a mostrar abultados déficit y preocupantes rojos en sus balances.
Más aun. Llegaron a perder $4 millones por día, dejando en clara evidencia un panorama de grave asfixia financiera.
De hecho, Edenor, Edesur y Edelap acumularon pérdidas del orden de los $2.000 millones sólo en 2012. Un rojo que llevó a la primera a informar un patrimonio neto negativo en el primer trimestre, y a la segunda a registrar un quebranto por $378 millones en ese período.
Recién en julio de este año, Edesur sorprendió con un cambio de color en su balance semestral. Según lo informado a la Bolsa de Comercio, tuvo una ganancia extraordinaria de $1.500 millones en el primer semestre, frente al déficit de $280 millones del mismo período de 2012.
Sin embargo, el cambio de color en los números de la compañía no tuvo que ver con una mayor eficiencia operativa ni con una corrección del cuadro tarifario.
En realidad, ese pase inesperado del rojo al azul se debió a una modificaciòn en la forma de contabilizar ingresos que la firma recibió por la aplicación del Programa de Uso Racional de Energía Eléctrica (Puree).
Hasta principios de este año, ese dinero era considerado como una deuda. En mayo, el Gobierno habilitó a Edesur y a Edenor a utilizar el monto del Puree acumulado por ambas (desde 2007) para compensar el déficit provocado por el congelamiento tarifario.
Estos cambios normativos hicieron que Edenor contabilice a favor $2.237 millones y Edesur $2.144 millones, algo que sin dudas, mejoró las cuentas de las compañías.
Sin embargo, en el mercado advierten que se trata de un paliativo de corto plazo, ya que la caja de las distribuidoras sigue siendo deficitaria y la preocupante situación de fondo se mantiene.
De hecho, tanto Edesur como Edenor siguen registrando deudas con Cammesa, la compañía que se ocupa de cobrarles la energía a las firmas que la distribuyen para luego pagarle a las centrales que la generan.
Una situación prácticamente idéntica enfrenta, por ejemplo, Edelap, que presta servicios de electricidad en La Plata.
Gasto térmico
Ahora bien, y dado que las empresas del sector enfrentan un endeudamiento dramático, ¿adónde están yendo a parar los miles de millones de dólares que el Estado destina a la importación de energía?
Alieto Guadagni explica a iProfesional que el grueso de las compras de combustibles al exterior como el gasoil y fueloil que demanda Cammesa tiene por objeto asegurar el funcionamiento de alrededor de veinte centrales térmicas.
Es en esa estructura que reposa hoy buena parte de la generación de electricidad que se produce en la Argentina.
"En estos diez años se instaló la mitad de la generación que se emplazó en los años 90. En esa década se pusieron en marcha 10.000 megavatios, mientras que en estos años apenas se agregaron 5.560", detalla.
"Para colmo, todo lo que se agregó fue de tipo térmico. Es decir, ninguna represa hidroeléctrica. ¿Y qué utilizan las centrales térmicas? Gas, petróleo, carbón", sostiene.
Y añade: "Todo lo que se está pagando es para alimentar esas centrales térmicas. Y se han dado casos absurdos, como el de la central Río Turbio, que requiere un millón de toneladas para funcionar plenamente y aquí apenas se produce la quinta parte. Sin embargo, el Gobierno invirtió ahí y defendió el proyecto".
Aun con estas falencias, para Guadagni, el inconveniente de los cortes hay que enfocarlo en cómo se direcciona la energía.
"El problema está en las distribuidoras. Toda su infraestructura es vieja y no hay fondos para mejorarla o ampliarla. El consumo se incrementó y eso también resiente el tendido", expresa.
Guadagni remarca que -según datos de la propia Secretaría de Energía- desde 2003 a hoy los reclamos de los usuarios se sextuplicaron y las horas de cortes se multiplicaron por cuatro.
¿Qué se compra a otros países? Hasta 2010, la Argentina importaba muy poca energía, básicamente electricidad. De modo que, durante años, se pudo aplicar el lema "vivir con lo nuestro".
Sin embargo, conforme se agudizó el problema del autoabastecimiento, el Gobierno necesitó complementarla con más y más compras al exterior.
Esta crisis que vive el sector llevó a que hoy la producción interna de gas alcance para cubrir sólo el 75% de la demanda, en tanto que el 25% restante debe ser sí o sí importado.
¿Y qué es lo que importa concretamente la Argentina? Tal como ya diera cuenta iProfesional, al trazar una radiografía sobre la canasta "energética", se observa que el 42% corresponde a compras de gas, seguido por gasoil (32%), fueloil (14%), energía eléctrica (4%) y luego combustibles especiales, destinados a barcos y aviones (ver gráfico).
Respecto a los proveedores, el origen del gas natural licuado (GNL) importado es una suerte de "lotería".
En general, son colocaciones de oportunidad, compras que se hacen en el mercado spot, es decir, al contado. Se realiza la operación y después llega la embarcación. No hay una constante en cuanto al origen.
Según Abeceb, el principal proveedor en 2012 fue Trinidad y Tobago, una isla del mar Caribe que aportó más del 50% del GNL.
En el ranking, le siguió Qatar (27%), Nigeria (4%) y Egipto (4%), entre otros.
Además del GNL, la Argentina importa Gas natural no licuado, que llega desde Bolivia y es más económico. Este recurso ingresa a través de un gasoducto que conecta a ambos países y que está trabajando "a full", representando el 40% de la oferta de gas importado y cerca del 10% de toda la demanda doméstica.
Paralelamente, la Argentina compra combustibles líquidos: gasoil y fueloil.
El gasoil se utiliza tanto para abastecer al transporte como para hacer funcionar las plantas eléctricas de ciclo combinado. En tanto que el fueloil, un combustible pesado y de menor calidad, únicamente se utiliza para esta última finalidad.
El origen de estos combustibles líquidos está muy concentrado: Estados Unidos es el principal proveedor, con un share del 36% en el caso del gasoil y de casi el 70% para el fueloil.
El resto de los derivados se compra a los Países Bajos (26%) y a Rusia (27%).
¿Se resolverá la crisis energética en el corto plazo? De cara a los próximos meses, los analistas se muestran pesimistas. Desde Abeceb, la economista Carolina Schuff alerta que "son escasos los proyectos de inversión a escala, con posibilidades concretas de ejecución, que permitirían contar con una oferta energética acorde y más eficiente".
Guadagni también se muestra escéptico respecto de que el panorama de cortes e interrupciones de suministros pueda normalizarse a corto plazo.
"Cada año que pasa la situación empeora. Hay que esperar un verano con más apagones. Creo que nada cambiará en el corto plazo. Lamentablemente, así están dadas las cosas", concluye.