Conozca algunas claves que ayudan a que un líder sea más carismático
El carisma es el resultado de conductas no verbales específicas. No es una cualidad personal intrínseca o mágica y, como muchas otras habilidades sociales, se aprende desde una edad temprana de forma inconsciente. Probamos nuevos comportamientos, vemos los resultados y los refinamos.
Olivia Fox, columnista de Forbes y de Huffington Post, experta en desarrollo de liderazgo, disertante en Yale, Harvard, MIT, Berkerley y Stanford, entre otras universidades de prestigio, en su último libro, "El mito del carisma", facilitó claves para comprender el concepto de carisma y para potenciar nuestro magnetismo personal y desarrollar un liderazgo carismático.
Diversas investigaciones, según la autora, demuestran que este aspecto de la personalidad es sumamente importante. Nos da una ventaja competitiva para atraer y conservar a las personas con más talento y hace que los demás quieran trabajar con nosotros. También evidenciaron que, al contrario de lo que suele creerse, no nacemos carismáticos.
En diálogo con Emprendedoresnews.com, Fox planteó que el carisma se produce si conseguimos transmitir la impresión de que poseemos mucho poder y mucha cordialidad unido a una dimensión fundamental: la presencia.
Tres conductas carismáticas1. Presencia
Cuando no estamos plenamente presentes en una interacción, los demás lo notan. Nuestro lenguaje corporal envía un mensaje claro que nuestros interlocutores pueden captar y al que reaccionarán, por lo menos en su subconsciente.
La falta de presencia no sólo puede ser visible, también se puede percibir como falta de autenticidad, lo cual tiene consecuencias emocionales incluso peores.
Cuando nos perciben como faltos de sinceridad, es prácticamente imposible generar confianza, comunicación o lealtad.
La presencia es una destreza que se puede aprender con práctica y paciencia. Estar presente significa simplemente ser conscientes, en cada momento, de lo que sucede, en lugar de estar ensimismados en nuestros propios pensamientos.
Fox recomendólas siguientes técnicas para estar presente, que únicamente necesitan un lugar tranquilo donde se puedan cerrar los ojos y dedicar un minuto para concentrarnos en:
a).- Sonidos: Buscando sonidos del entorno.
b).- La respiración: Concentrándonos en nuestra respiración y en las sensaciones que se producen en la nariz o en el estómago al entrar o salir el aire.
En este ejercicio es necesario prestar atención a una inspiración cada vez, pero procurando percibir todo en esa respiración aportando nuestro máximo poder de concentración.
c).- Los dedos de los pies: Centrándonos en las sensaciones que experimentan los dedos de los pies, obligamos a nuestra mente a recorrer todo nuestro cuerpo percibiendo todas las sensaciones físicas.
Permanecer presente no es fácil por dos razones. Nuestro cerebro está programado para prestar atención a nuevos estímulos, sean visiones, olores o sonidos y nuestra sociedad alienta la distracción.
La entrada constante de estímulos que recibimos empeora nuestras tendencias naturales. Esto puede acabar conduciéndonos a un estado de atención parcial continuada, en el cual nunca nos concentramos en una única cosa. Siempre estamos parcialmente distraídos.
Ser carismático no depende del tiempo que tengamos sino de lo presentes que estemos en cada interacción. La capacidad para estar plenamente presentes hace que destaquemos de los demás y que se cree una conexión emocional ya que las personas con las que estamos sentirán que disfrutan de toda nuestra atención y que, para nosotros, son lo más importante del mundo en ese momento.
2. Poder
Significa que los demás nos perciben como alguien capaz de afectar al mundo que nos rodea, ya sea por influencia o la autoridad sobre los demás, o bien por poseer mucho dinero, conocimientos, inteligencia, fuerza física o elevado nivel social.
3. Cordialidad
Consiste en la benevolencia hacia los demás. Nos dice si esa persona querrá utilizar el poder que tiene en nuestro favor.
Se asocia a las siguientes cualidades: benevolencia, altruismo, interés o disposición a tener un efecto positivo en nuestro mundo. Se valora casi por completo a través de la conducta y el lenguaje corporal.
En nuestras interacciones con los demás buscamos instintivamente pistas que nos permitan evaluar la cordialidad o el poder y luego adaptamos nuestras suposiciones en consecuencia. Por ejemplo, la ropa cara la podemos asociar a riqueza y un lenguaje corporal amistoso nos induce a suponer buenas intenciones.
Si somos capaces de proyectar poder y cordialidad unidos, maximizaremos nuestro potencial de carisma personal.
Diversas investigaciones demostraron que son las dos dimensiones que evaluamos en primer lugar y a las que damos más importancia al valorar a los demás.
Fox destacó que tanto el poder como la cordialidad son condiciones necesarias para el carisma.
Alguien que es poderoso pero no cálido, puede impresionarnos pero no le percibiremos necesariamente como carismático y nos puede parecer frío, arrogante o distante.
Alguien que posee calidez sin poder puede ser agradable, pero no consideraremos necesariamente que tiene carisma ya que nos puede parecer demasiado ansioso por agradar, obsecuente o desesperado por caer bien.
El Media Lab del MIT, tras numerosos estudios, llegó a la conclusión de que podemos predecir el resultado de negociaciones ventas o presentaciones con un acierto del 87% sólo con analizar el lenguaje corporal de los participantes, sin escuchar ni una sola palabra del contenido.
Esto ocurre porque la comunicación no verbal está grabada en nuestro cerebro mucho más profundamente que las capacidades de procesamiento del lenguaje, que son de aparición más reciente.
Para el carisma, nuestro lenguaje corporal importa mucho más que nuestras palabras. Con frecuencia, lo único que necesitamos para que nos perciban como carismáticos es proyectar presencia, poder y calidez por medio del lenguaje corporal.
En ocasiones surge el problema de no poder controlar nuestra expresión no verbal conscientemente por lo que no podemos emitir un lenguaje corporal carismático a voluntad.
Expresamos nuestro estado mental y emocional en todo momento a través de nuestros gestos, nuestra voz, nuestras posturas. Como no controlamos estos estados lo que tengamos en la cabeza se manifestará en nuestro lenguaje corporal.
Aunque logremos controlar las expresiones principales de nuestra cara o movimientos, si éstas no coinciden con nuestro estado interno, antes o después aparecen las "microexpresiones", que pueden ser fugaces pero que al ser incongruentes con las principales pueden ser captadas aunque sea de forma subconsciente por nuestros interlocutores.
Por tanto, para ser efectiva cualquier conducta carismática debe originarse en la mente, por lo que el primer paso debe centrarase en aprender a desarrollar los diversos estados mentales que producen conductas y lenguaje corporal carismático.
Superando obstáculos
Existe una serie de factores que pueden impedir que tengamos el estado mental adecuado para proyectar carisma:
1. Malestar físico
Cualquier malestar físico que afecte a nuestro estado externo visible puede influir negativamente en la percepción de los demás sobre nuestro carisma, ya que nuestro interlocutor va a sentir, aunque sea de forma subconsciente, que todo lo que hacemos guarda relación con él.
Contrarrestar el malestar físico que perjudica el carisma es sencillo, para ello sólo tenemos que prevenir y hacer planes por adelantado para evitar que el malestar se produzca.
Por ejemplo, antes de una reunión elegir un lugar en que se sienta cómodo, con la temperatura correcta y la ropa adecuada para sentirse bien.
Reconocer y mantenerse alerta. Comprobar nuestra cara de vez en cuando para evitar que traduzca tensión.
Actuar, remediando antes de que los demás puedan malinterpretar nuestros gestos o actitudes o explicando las causas que están originando nuestras reacciones.
2. Malestar mental
Éste puede actuar en todo nuestro cuerpo aunque se origine en la mente. Afecta tanto a la manera en que nos sentimos como al modo en que nos ven.
Puede ser resultado de la ansiedad, la insatisfacción, la autocrítica, la duda sobre uno mismo, todas ellas formas de expresión de negatividad interna y que pueden ser un obstáculo para el desarrollo de nuestro carisma personal.
El estado de duda o incertidumbre puede ser una situación incómoda. Nuestra incapacidad para tolerar la situación acarrea múltiples costes.
Puede hacer que tomemos decisiones prematuras, puede ser un obstáculo en las negociaciones, llevándonos a revelar más de lo que deberíamos para tratar de llenar el silencio, incapaces de soportar no tener la certeza de lo que está pensando nuestro interlocutor o peor aún, puede producirnos angustia.
Ésta es un serio inconveniente para el carisma porque afecta a nuestro estado interno y es difícil estar presente mientras se está experimentando un sentimiento negativos También influye en nuestra confianza disminuyéndola y reduciendo nuestra capacidad de transmitir cordialidad.
La autora planteó que nuestro malestar natural ante la incertidumbre es otro legado más de nuestro instinto de supervivencia, Tendemos a estar más cómodos con lo que es familiar que con lo que es desconocido o incierto ya que podría resultar peligroso.
Propone la técnica de transferencia de la responsabilidad para aliviar este malestar: Sentarse o tumbarse cómodamente y cerrar los ojos.
Respirar hondo dos o tres veces. Mientras inspiramos imaginar que llevamos aire limpio hacia la parte superior de la cabeza. Al espirar, dejar que el aire nos recorra de arriba abajo, limpiando todas las preocupaciones e inquietudes.
Elegir una entidad (Dios, el destino, el Universo,...) que encaje en nuestras creencias, a la que podamos imaginar como benevolente.
Imaginar que transferimos todo el peso de lo que nos inquieta a esa entidad para que ella se encargue de solucionarlo.
Visualmente sacar todo de encima y sentir la diferencia ahora que ya no somos responsables del resultado de ninguna de nuestras preocupaciones. Alguien se encarga de todo, por lo que podemos relajarnos y disfrutar de lo que vayamos encontrando en el camino.
Esta técnica no disipa la incertidumbre ya que el resultado sigue siendo incierto pero hace que ésta sea menos incómoda, nos ayuda a sentirnos menos afectados por ella, sacándonos de los estados mentales y físicos negativos que suelen acompañar una situación de no saber.
Al ofrecer a nuestra mente la posibilidad de que la responsabilidad haya sido transferida estamos utilizando el efecto placebo, fruto de la incapacidad del cerebro para distinguir, en ocasiones, entre la imaginación y la realidad.
Por naturaleza los seres humanos tenemos la tendencia a comparar nuestras experiencias actuales con otras pasadas, con otras ideales o con las de los demás. Esta tendencia se agudiza más cuando nos ofrecen varias opciones y queremos tomar la mejor decisión posible, buscando optimizar el resultado.
El acto de comparar entorpece nuestra capacidad de estar plenamente presentes. El intento de optimizar daña nuestra presencia y crea ansiedad debido a la presión por encontrar la mejor opción posible.
Si la evaluación que hacemos es negativa nos puede conducir a un estado mental negativo como la insatisfacción, la envidia o el resentimiento.
Luchar contra esta tendencia es complicado, por lo que Fox recomendó hacer comparaciones y utilizar la técnica de transferencia de responsabilidad para aliviar cualquier malestar interno que haya podido surgir.
Pocas cosas tienen un mayor impacto en nuestra actuación que cómo nos sentimos con respecto a nosotros mismos. Cuando una voz interior empieza a criticarnos, arremetiendo contra nosotros, puede parecer que sufrimos un ataque.
Como el cerebro no distingue entre imaginación y realidad, nuestra mente percibe estos ataques internos como si fueran un auténtico ataque físico y puede generar una reacción automática conocida como respuesta a una amenaza o respuesta de lucha o huida y el pensamiento inteligente es desconectado.
David Rock, fundador del Neuroleadership Institute, explicó que la respuesta a una amenaza bloquea el pensamiento analítico, la percepción creativa y la solución de problemas.
Esta clase de negatividad no afecta sólo a nuestra actuación, sino también a la manera en que nos perciben los demás.
La autocrítica es uno de los obstáculos más comunes para una gran actuación en cualquier campo.
Por otra parte, la duda de uno mismo consiste en la falta de confianza en nuestra propia capacidad para lograr algo. Una de las manifestaciones más comunes es la conocida como el síndrome del impostor, por el que personas competentes crean que, en realidad, no saben lo que están haciendo y esperan que alguien los delate como fraudes.
Este sentimiento se manifiesta con mayor intensidad entre quienes tienen un rendimiento alto y suele estar directamente relacionado con el progreso profesional, ya que una mayor responsabilidad puede hacer que surja una mayor duda interior, conforme el coste del fracaso crece y crece.
Cierto grado de duda de nosotros mismos puede ser beneficioso si nos impulsa a la acción, puede ser una herramienta de motivación para trabajar mejor, pero por sus connotaciones negativas es mejor aprender a manejar este síndrome y que la motivación llegue por la confianza en nuestra capacidad y por la alegría del logro.