Economía electoral: el "plan K" para que los indicadores arrimen más votos al Gobierno
El kirchnerismo ya ha dado muestras de saber cuáles son las condiciones económicas que ayudan a ganar elecciones: entiende qué medidas caen simpáticas y, sobre todo, aquellas que no debe implementar, pues cuentan con el alto riesgo de espantar a los electores.
El encuestador y politólogo Artemio López, uno de los más cercanos al Gobierno, lo ha expresado con claridad. Afirma que -salvo por la aparición de una crisis en el mercado laboral o por un fuerte bajón en la capacidad adquisitiva del salario- el oficialismo no debe preocuparse por cambiar sus lineamientos principales.
Según López, hay un 25% de los votantes, de ingresos medio-bajos, "que decide su voto en función de sus condiciones materiales de existencia, en especial por el nivel de empleo y consumo".
Y si bien en ambos indicadores se observan desmejoras, sostiene que todavía no revisten la gravedad suficiente como para que la opinión pública perciba una crisis y le dé mayoritariamente la espalda en las urnas.
Por otra parte, el Gobierno también ha demostrado su voluntad de respetar una máxima que Néstor Kirchner había sabido aplicar: no deben permitirse fluctuaciones bruscas en el dólar, porque un billete verde en aumento siempre es "piantavotos".
Este clásico principio, según el cual no se puede atravesar exitosamente una campaña electoral con una fuerte corrección cambiaria, tuvo -por si no alcanzara con los ejemplos de la historia argentina- un recordatorio desde Venezuela.
Los intelectuales y periodistas que influyen sobre Cristina Kirchner se han referido ampliamente al tema.
Como el economista Alfredo Zaiat -autor del libro "Economía a contramano", recomendado públicamente por la Presidenta-, quien atribuyó el retroceso electoral del chavismo a la brusca devaluación decidida a fines del año pasado.
Desde ese punto de vista, la pérdida de 700 mil votos que tuvo Nicolás Maduro se explica no por el fallecimiento de Hugo Chávez -alegan que, por el contrario, este tipo de eventos aumentan la simpatía hacia su movimiento político- sino, fundamentalmente, por el efecto pobreza que generó la devaluación, que llevó abruptamente la moneda de 4,3 a 6,3 bolívares por dólar.
Y advierte sobre el riesgo de que, entre los funcionarios kirchneristas, una arriesgada solución devaluatoria pueda entusiasmar a economistas que viven "encerrados en el microclima de papers, de clases universitarias o de asesoramiento empresario".
El peligro de que el dólar juegue en contra no sólo está bien claro entre los seguidores del Gobierno. Por caso, el ex ministro Ricardo López Murphy, uno de los más ácidos críticos del kirchnerismo, argumentó que habrá estabilidad cambiaria, justamente, para evitar el efecto Venezuela sobre las elecciones legislativas.
"¿Cómo es posible que en la segunda elección haya habido casi un empate? No es que los votantes venezolanos redescubrieron el mensaje de la libertad. Es que cuando se reveló el problema, ya el clima había cambiado drásticamente", afirma el ex ministro.
Para López Murphy -con el ejemplo del chavismo como referente- queda claro que no habrá medidas que tiendan a corregir los desequilibrios, ya sean los derivados del dólar o los vinculados con las tarifas de los servicios públicos.
"Ahora es muy difícil persuadir a los argentinos de que los costos de los servicios tienen que ser pagados por los usuarios. Después de todos estos años, volver a cobrar lo que las cosas cuestan va a ser traumático", agrega López Murphy.
Y también en este caso hay un notable ejemplo cercano del cual el kirchnerismo tomó debida nota: los gigantescos disturbios callejeros en Brasil (que llevaron la popularidad de Dilma Rousseff a un mínimo histórico) tuvieron su inicio en un aparente leve aumento del boleto de colectivo.
"Las recientes manifestaciones en Brasil harán que se vuelvan aún más cautelosas las decisiones del Gobierno a la hora de racionalizar el gasto público", vaticina Marcelo Capello, economista de la Fundación Mediterránea.
Programa electoral
De manera que el Ejecutivo tiene claro cuáles son los temas económicos que debe evitar en medio de una campaña. Y, actuando en consecuencia, ha elaborado una estrategia tendiente a maximizar el efecto electoral de la economía.
Es, en realidad, un plan simple, que consiste en impedir que los motores del "modelo" puedan fallar y en suavizar el impacto de posibles turbulencias causadas por el escenario internacional.
En síntesis, los puntos centrales son:
- Consumo: detener la caída e inyectar dinero en el mercado para fomentar las compras de las familias.
- Precios: extremar el intervencionismo y los controles, de manera de atenuar en el corto plazo la presión inflacionaria.
- Dólar: sostener un ritmo uniforme de suba y no generar la sensación de que sobrevendrá una abrupta devaluación que afecte el poder adquisitivo.
- Blue: atenuar su escapada, apelando a una batería de medidas que incluye desde la presión sobre operadores de la city, suba de tasas de interés y venta de títulos en manos de Anses.
- Balanza comercial: mantener arriba el saldo (exportaciones menos importaciones). Esto, aunque el freno al ingreso de insumos y bienes de consumo pueda enfriar el ritmo de actividad y fogonear la inflación.
La apuesta al consumo
La gran pregunta es si el timing económico volverá a coincidir con el político o si, esta vez, las cosas se pondrán más complicadas para que el Gobierno alcance sus objetivos.
En lo que respecta al consumo -una variable fundamental- hay razonables expectativas en el sentido de un repunte, aunque muy lejos de los niveles de boom que caracterizaron a los meses de la campaña electoral de 2011.
Por lo pronto, el flojo primer semestre -con una caída de 3,4% en las cantidades vendidas respecto del año anterior- hace que, en términos comparativos, no sea difícil generar una sensación de mejora.
Ocurre que, en los primeros seis meses, los sueldos habían sufrido la pérdida de poder adquisitivo -consecuencia del retraso en las negociaciones paritarias- de manera tal que primó la fórmula "precios nuevos con salarios viejos".
A partir de junio, casi todos los asalariados recibieron la primera cuota del aumento, del orden del 15%, y algunos tuvieron un retroactivo. Además, cobraron los aguinaldos.
A esta situación debe sumarse el efecto de los incrementos de hasta 35% en los planes de asistencia social, que comenzaron a regir en junio y que implicarán una inyección de $16.800 millones, y el anuncio sobre el reajuste de las jubilaciones.
Todo esto se complementa con dos medidas de alto impacto recientemente anunciadas: el aumento del salario mínimo y la devolución del impuesto a las Ganancias correspondiente al medio aguinaldo.
Una ayuda adicional vendrá de parte de la reciente modificación que dispuso el Banco Central en la aplicación de comisiones por servicios bancarios. Desde el punto de vista del Gobierno, es una forma de abaratar indirectamente el financiamiento al consumo.
Si bien la recuperación, medida en cantidades vendidas, todavía es incipiente, sí se ha notado una mejora en las encuestas que miden el humor de los consumidores.
La de la Universidad Católica muestra que en julio hubo cierta reversión en la tendencia pesimista y que hay un clima más favorable en cuanto a la predisposición a comprar bienes durables.
De todas formas, todavía un 36% afirma que es mal momento para hacer adquisiciones importantes, un nivel alto en comparación con el 22% que se registraba hace dos años.
Por lo pronto, en el Gobierno hay cierta confianza en que el consumo se fortalecerá y jugará a favor desde el punto de vista electoral.
Así lo expresó el diputado -y ex viceministro de economía- Roberto Feletti: "Ese repunte se va a dar en el segundo semestre, ya que el Ejecutivo de manera pertinaz -y a diferencia de otros gobiernos argentinos- mantiene los estímulos a la demanda".
El tono optimista es compartido por Artemio López, quien confía en que las subas salariales y las mejoras en los programas sociales harán que el nivel de compras crezca con fuerza, principalmente, a partir del tercer trimestre.
Todo al corto plazo
Claro que esta confianza está fundada sobre la ocurrencia de ciertas condiciones: que no se descontrole la inflación, que no se escape el dólar blue, que no se acelere la caída de reservas y que no se agudicen los problemas de competitividad de las empresas.
Es allí donde los economistas independientes plantean sus dudas, dada la magnitud del desequilibrio fiscal y el cambio en el entorno internacional.
"El Gobierno es consciente de estos desafíos, pero actualmente se topa con dificultades para llevar a cabo las políticas necesarias para combatirlos: partidas inflexibles de gasto, pérdida de credibilidad de las cifras oficiales y, sobre todo, incertidumbre acerca de la racionalidad de las decisiones públicas", plantea Eduardo Fracchia, docente de la Universidad Austral.
En particular, el tema que destacan es que sobre finales de año el Estado tendrá una acumulación de obligaciones financieras, que llevará a la administración K a poner a funcionar a plena capacidad "la maquinita" de imprimir billetes.
"Ahora va a haber que emitir $10.000 millones por mes para cubrir las obligaciones fiscales. Ese es el tema de fondo", señala Nicolás Dujovne, ex economista jefe del Banco Galicia, quien advierte que esto inyectará una fuerte presión alcista sobre el dólar blue.
Otros analistas, como Eduardo Levy Yeyati, de la consultora Elypsis, declaran abiertamente su pesimismo al pronosticar que en los meses venideros la inflación recuperará la velocidad que tenía antes del congelamiento de precios.
"Las respuestas oficiales a los desequilibrios externo (de dólares) y fiscal (de pesos) marca nuevos récords de cortoplacismo. Esta vez, con miras a ganar tracción para la elección de medio término de octubre", señala el economista.
Peor aun, pronostica que habrá mayor inestabilidad en el dólar paralelo y que continuará la caída de reservas, que bajarán a u$s35 mil millones hacia fin de año. Para colmo, el Cedin no arranca.
En ese contexto, una de las pocas buenas noticias para el Gobierno ha sido la confirmación de una línea crediticia del Banco de Francia. Son u$s3.000 millones a disponibilidad que ahuyentan la posibilidad de tener que tomar medidas drásticas -un ajuste muy fuerte de la tasa de interés, por ejemplo- en plena campaña electoral.
El "plan elecciones" no está exento de riesgos. De todas formas, el Ejecutivo ya insinuó que allí donde no alcance el plan, habrá "relato".
Si fallan los controles de precios o hay escasez de algún producto, ya están listas las teorías conspirativas para tener a quién echarle la culpa.