Chevron es bienvenida y se trabaja en un nuevo índice de precios: ¿El relato "pega la vuelta"?
Es un momento complicado para aquellos que pretenden tomar decisiones económicas sobre la base de interpretar las medidas de Cristina Kirchner.
Un día, en un inequívoco gesto de profundizar el intervencionismo, envía a "La Cámpora" como policía anti-inflacionaria, al tiempo que manda a Guillermo Moreno a presionar a los productores de trigo.Otro día -en una decisión criticada pero que, al fin y al cabo, es una demostración de realismo- promueve un acuerdo con la estadounidense Chevron, creando una reglamentación a medida para que la firma "zafe" de restricciones implementadas incluso por su propia administración.Otro día, acusa a los bancos de fomentar la suba del dólar paralelo y promete "descubrir los fantasmas", en una velada amenaza de intervención adicional sobre el sector financiero.Al mismo tiempo, trasciende que el Gobierno está dando los retoques finales para lanzar un nuevo índice inflacionario, un gesto interpretado por varios analistas como un paso importante para amigarse con el FMI y con los mercados internacionales de crédito.
Ante este zigzag, surgen preguntas inevitables: ¿cuál es la Cristina que terminará prevaleciendo?
¿Es aquella que ve que el modelo da señales de agotamiento y entonces apela al pragmatismo? Porque así parecería haber actuado cuando otorgó todo tipo de concesiones a Chevron. O cuando, después de años de reticencia, se muestra dispuesta a cambiar el índice inflacionario del Indec. O bien al querer alinear la suba del dólar, salarios e inflación para evitar un mayor atraso cambiario (ahora corren todos más "parejitos").
¿O es aquella que quiere profundizar el actual modelo bajo la consigna del "vamos por todo"? Porque en esta línea irían la reivindicación pública a Guillermo Moreno, el intervencionismo en el sector financiero (tildado de ser culpable de la brecha cambiaria) o las críticas a empresarios porque aumentan precios. Un relato en zigzag
Al contrario de lo que indica el estereotipo de mandataria "terca y obstinada", Cristina ha dado varias veces muestras de su capacidad para cambiar su discurso. Incluso, hasta sosteniendo argumentos opuestos a los que antes había defendido.
Así, por ejemplo, tras años de sostener una postura "garantista" en el tema de la criminalidad, en sus recientes discursos empezó a repetir una de las frases clásicas de la derecha -"los delincuentes entran por una puerta y salen por la otra"- como parte de su contienda con el Poder Judicial.
También, su principal funcionario en el área de seguridad, Sergio Berni, comenzó a insinuar que el Gobierno recurrirá a métodos represivos para evitar que los piquetes generen caos de tránsito. Algo totalmente opuesto a la clásica postura kirchnerista de "no criminalizar la protesta" (que llevó, por ejemplo, a tolerar el extenso corte del puente internacional de Gualeguaychú-Fray Bentos).Otra "marcha atrás" histórica fue la de la batalla cultural por la pesificación. Después de haber anunciado que pasaría a pesos todos sus ahorros dolarizados -y de obligar públicamente a Aníbal Fernández a hacer lo mismo-, la Presidenta terminó admitiendo tácitamente que esa lucha estaba perdida, al lanzar el plan Cedin.
"La verdad es que la Presidenta, así como algunas veces aparece muy ideologizada, en otras circunstancias ha demostrado flexibilidad y pragmatismo", destaca Sergio Berensztein, director de la consultora Poliarquía.
"Lo ha hecho -agrega- con algunas medidas económicas y también políticas, como cuando cambió rápidamente su actitud inicial hacia el Papa Francisco".
Mismo argumentos, ¿misma realidad?El argumento de defensa esgrimido por los funcionarios K a favor del ingreso de la petrolera es asombrosamente parecido al que dieron todos los gobiernos anteriores para justificar acuerdos impopulares. "Chevron no viene a llevarse un área
Lo más parecido a una autocrítica fue el reconocimiento de que es difícil para el sector energético "seguirle el tren" a una economía que durante una década creció "a tasas chinas".
Curiosamente, hace 55 años, Frondizi había planteado un argumento muy similar.
Con el famoso eslogan "carne + petróleo = acero", afirmaba que la Argentina tenía un fuerte obstáculo en su desarrollo industrial: la falta de autoabastecimiento energético.
Esta situación obligaba a su gobierno a destinar a la importación de combustibles una parte sustancial de los dólares que le dejaba el campo, con lo cual no quedaban divisas suficientes como para que los empresarios compren maquinaria.
Pasaron décadas y curiosamente la historia parecería repetirse.
En octubre pasado el joven Kicillof justificaba enfáticamente el cepo cambiario diciendo: "¿Cómo los dólares que necesito para hacer torres de petróleo se van a gastar en que los sectores más pudientes compren bienes de lujo?".
Sin embargo, el tiempo dejó en evidencia que nada de eso ocurrió. El propio Indec dio cuenta de que, a la fecha, no se registraron mayores importaciones de equipos ni de maquinarias por parte de empresas.
Por el contrario, la gran cantidad de sojadólares que entró fue destinada a financiar el turismo y a cubrir el "bache" de energía.
¿El relato, capaz de "pegar la vuelta"?
Berensztein plantea sus dudas respecto de si en los últimos dos años de mandato, presumiblemente con menor fortaleza política, Cristina mostrará mayor flexibilidad o si, por el contrario, adoptará la actitud que en la Teoría de los Juegos se denomina "acelerar contra el muro", propia de quien siente que "el costo político de hacer locuras es cero".
Quien se muestra más propenso a pensar en la segunda opción es el analista Jorge Asís, quien señala que la jefa de Estado no ha modificado su comportamiento atropellador ni el "mecanismo permanente de la huida hacia adelante".
Otros, en cambio, pueden dar fe de que Cristina es capaz de dar giros de 180 grados. Como Eduardo Curia, uno de los ideólogos del dólar alto en la etapa inicial del kirchnerismo.
"Uno mira este cambio de discurso y no sabe qué pensar", se lamenta Curia."Movido por la necesidad -porque sabe que no le quedará margen de maniobra- creo que el Gobierno avanzará en modificar cosas aunque esto represente un cambio de discurso, pero siempre tratando de que no se note", señala a iProfesional un importante empresario industrial.
"Por ejemplo, hace poco dijo que ella no iba a devaluar y que quien buscaba eso tenía que esperar a otro Gobierno. Pero, por otro lado, el dólar subirá más de un 20% este año", añade.
Este ejecutivo, además, hace hincapié en otra cuestión: cómo Cristina apuntó a moderar salarios, acelerar la suba del dólar oficial y a intentar bajar la inflación para tratar de que no se agrave el problema del atraso cambiario.
Y remarca que el caso Chevron, es una muestra de que la propia necesidad le irá haciendo cambiar algunas posturas.
¿Endeudarse ya no será pecado?
Hoy, con perfil más bajo que el acuerdo con Chevron, avanza otro "pequeño gran" tema que podría dar indicios de un cambio: el Gobierno está dándole los retoques finales a su nuevo índice inflacionario.
No hay garantía alguna de que esto termine con las polémicas respecto de la manipulación estadística, pero al menos sí serviría para normalizar la relación del país con el denostado FMI, cuya directora llegó a amenazar con "sacarle tarjeta roja" al país.
Ese paso sería, a su vez, una condición importante (no suficiente) para allanar el camino a un regreso al mercado de crédito externo.
¿Está ese tema en el menú de opciones del Gobierno? A juzgar por los discursos públicos de los funcionarios K, podría pensarse que no.
Sin embargo, hay indicios que relativizan esa negativa. Por lo pronto, Ricardo Feletti, diputado K y ex viceministro de economía, admitió que el tema está en debate.
"En algún momento alguien decía ´recompongamos tarifas y tomemos deuda´. Era un programa económico y no es una barbaridad, no es que sos un vendido del imperialismo", justifica el locuaz diputado, quien rechaza la tesis de que la Argentina sea "un alcohólico no recuperado que prueba un bombón de licor y ya se toma una botella de whisky".
Por lo pronto, la complicada situación financiera -con una pérdida de reservas en torno de u$s8.000 millones por año- acrecienta la posibilidad de que se busque ese retorno.
Para Curia, será la consecuencia inevitable de la actual política económica: "Este esquema, como está articulado hoy, hace ver como más simpático o más potable políticamente la vuelta a una política de endeudamiento antes que una corrección cambiaria", afirma.
En definitiva, al mismo tiempo que el discurso se endurece, aparecen señales de un viraje político.
Lo que se pondrá a prueba es la elasticidad del "relato" y si éste, movido por las urgencias, tratará de "pegar la vuelta" en algunas cuestiones.
Eso sí, sin que se note.