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El dólar y las elecciones 2013: los riesgos de oscilar entre Maduro y De la Rúa

La Presidenta se apega al principio según el cual no se puede ganar una elección luego de una devaluación. Pero eso no la deja libre de riesgos
21/05/2013 - 10:02hs
El dólar y las elecciones 2013: los riesgos de oscilar entre Maduro y De la Rúa

Si el apego al retraso cambiario resulta difícil de justificar desde el punto de vista económico, es plenamente explicable desde el punto de vista político. Al menos en el corto plazo de una campaña electoral.

La máxima de que no hay posibilidad de obtener una buena votación tras una devaluación esta en el manual de cualquier político argentino con aspiraciones de ascenso y supervivencia en el poder.

Tanto que, en las últimas semanas, una de las recomendaciones más fuertes hechas al Gobierno por parte de los analistas oficialistas es observar lo ocurrido en los comicios venezolanos.

El sociólogo Artemio López, a la hora de explicar la pérdida de 700.000 votos del chavismo en apenas seis meses atribuyó un rol preponderante a la devaluación que había decidido Nicolás Maduro pocos después de las elecciones de fines de 2012.

En aquella ocasión, la paridad pasó de 4,3 a 6,3 bolívares por dólar. En un país que es importador neto de alimentos, esa depreciación de 46% impacta de lleno en las clases populares.

Ese detalle fue tomado muy en cuenta por la prensa afín al kirchnerismo, que advirtió sobre el riesgo político de que en el seno del Gobierno se impusieran las corrientes de pensamiento proclives a una corrección cambiaria brusca.

Cuestión de prioridades

Ha quedado en claro entonces que, si había una facción pro-devaluación, ésta quedó ampliamente derrotada.

Tanto que, en aras de la estabilidad cambiaria, los moldeadores del "relato" no han tenido empacho en exponerse al costo político de un inédito blanqueo para los evasores tributarios.

Está por verse cuánto le costará este tema al Gobierno en términos electorales. Pero lo que queda claro, en todo caso, es que el tabú de mencionar la necesidad de una corrección cambiaria no es exclusivo del kirchnerismo sino de toda la clase política.

Si alguien llega a mencionar la "palabra prohibida", se expone a una lapidación mediática, como le ocurrió a Federico Sturzenegger, titular del Banco Ciudad. Después de todo, el Gobierno debería "darle las gracias", porque consideró que el tipo de cambio de equilibrio sería de $7,30, muy por debajo del dólar blue.

Lo cierto es que hasta quienes históricamente han defendido la conveniencia de un tipo de cambio competitivo, como Roberto Lavagna y Javier González Fraga, se han cuidado de aclarar que una devaluación, como medida aislada, no corregiría el problema de la pérdida de competitividad. Por eso plantean que la solución debe ser integral.

"Si se deja que los desequilibrios fiscales, atraso cambiario y exceso de gasto público, se resuelvan de manera espontánea a través del mercado, entonces viene la devaluación y la inflación como en el 89 o 2001. Y esto trae aparejado una oleada de pobreza", argumenta González Fraga, quien en una de sus últimas entrevistas tuvo un sintomático lapsus, al decir que la gente va al dólar blue porque no quiere tener "australes".

En la misma línea, Jorge Remes Lenicov, quien en enero de 2002 asumió el costo político de "desenchufar el respirador" al moribundo sistema de convertibilidad, también cree que hay margen como para intentar mejorar la competitividad sin caer en una devaluación brusca, pero advierte que el tiempo se está agotando.

"A priori nadie quiere devaluar, pero cuando la realidad del balance de pagos es tal que lleva a que la moneda pierda tanto valor, se asume la devaluación", señala.

Advertencias de la historia

Para muchos analistas, lo que queda en claro es que la Presidenta prioriza la máxima según la cual no se puede ganar una elección después de haber devaluado.

Ella misma ha señalado en varios discursos esa particularidad cultural de los argentinos, que pueden tolerar volatilidad en todos los indicadores menos en el del tipo de cambio.

En una recordada intervención ante empresarios del sector agrícola, cuando todavía faltaba un año para la instauración del cepo cambiario, la Presidenta hacía esta descripción: "Ustedes van a Brasil y ahí nadie les habla de dólares. Hablan de reales, piensan en reales, gastan en reales, sueñan en reales y quieren ganar reales (...) Y a nadie se le mueve un pelo ni pierde una ojota por ir a comprar dólares, siguen yendo a la playa".

"Acá en la Argentina -agregaba-, una oscilación de cuatro o cinco centavos de un día para otro en el dólar produce un efecto estampida, la gente se agolpa frente a las casas de cambio".

Ahora, con su firme compromiso público de resistir una devaluación, Cristina ha demostrado tener en claro que la corrección cambiaria es el gran temor de los argentinos, en cuya memoria histórica persiste el recuerdo de las megadevaluaciones como forma de ajuste tras largos períodos de distorsión de precios.

Claro que esta postura no significa que su endiosamiento del dólar a $5,25 no sea una jugada políticamente arriesgada.

Basta recordar el tumultuoso diciembre de 2001.

Al día siguiente de su fuga en helicóptero, el ex presidente Fernando de la Rúa fue a la Casa Rosada para completar el trámite de su renuncia. Y, ante el acoso de los periodistas, sólo se limitó a repetir una frase: "Yo no devalué".

Era una afirmación que sonaba al alegato final de un enjuiciado. Y que daba a entender que su renuncia debía ser interpretada como el precio a pagar por el apego a un principio superior. Es decir, a mantener el "uno a uno".

Hoy, nadie recuerda al ex presidente como un héroe que resistió la presión de las corporaciones, sino que, por el contrario, nunca se libró de la pátina de constructor de la crisis.

Ironías de la historia: las palabras de Cristina Kirchner asegurando que quienes aguardan una devaluación tendrán que esperar a otro Gobierno, mantienen un peligroso parecido con aquellas de 2001.

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