El dolor de ya no ser: la soja, de negocio brillante a dar una renta menor que un departamento
Durante la era kirchnerista, la soja se convirtió en el gran epicentro de amores y odios.
Por un lado, allá por 2008, desató una de las mayores crisis políticas que debió enfrentar la presidenta Cristina Fernández de Kirchner.
Como contrapartida, no fue otro sino el "yuyito" el que le "salvó las papas" al Gobierno en numerosas ocasiones, posibilitando que durante años el gasto público se expandiera sin freno.
"Mientras el precio de la soja siga siendo alto, esto no explota". Con matices, esta fue una de las frases más repetidas por economistas y gurúes a lo largo de los últimos años, dejando en claro cuán dependiente se había vuelto el Ejecutivo del llamado "oro verde".
Sin embargo, lejos del "brillo" de otras campañas, en la actualidad la oleaginosa parece haber quedado relegada al papel de mera proveedora de dólares que tanto necesita la plaza local.
Sucede que, si bien continúa jugando un rol clave y gravitante en la economía doméstica, los crecientes costos de producción y logísticos, el peso de las retenciones a la exportación y la irrupción del cepo cambiario, generaron que la soja perdiera gravitación y su "efecto derrame" fuese cada vez menos palpable en otros sectores estratégicos, tal como sucedía en campañas anteriores.
Así las cosas, el "yuyito", que ayer nomás contribuía a explicar el boom inmobiliario en la Argentina, el récord de patentamiento de 4x4 en el campo y el explosivo crecimiento en la comercialización de maquinaria agrícola, hoy se convirtió en una sombra de lo que supo ser.
"La soja claramente ya no es el gran negocio que fuera hace dos años. Actualmente, gran parte de los productores, que antes tenían ganancias y podían seguir cosechando, en esta campaña ya están trabajando a pérdida. Para muchos, esto es una tragedia", disparó el consultor en temas agropecuarios Salvador Di Stefano, en diálogo con iProfesional.
Este experto, muy escuchado en el sector, trazó una radiografía clara y elocuente de la realidad del negocio de la soja en la actualidad, separando la línea entre ganadores y perdedores:
•Dueños de campos que alquilan: según Di Stefano, "hoy son los que siguen ganando mucha plata porque se quedan, en promedio, con el equivalente del 50% de lo que se produce".
•Dueños que trabajan su propia tierra: de acuerdo al experto, "paradójicamente, ganan menos que los primeros, pero igual hacen una diferencia positiva". Esta es la modalidad que se utiliza para el 30% de las hectáreas bajo cultivo en el país.
•Productores que deben alquilar: para el consultor, "son los que están en peor situación. Algunos salen hechos, otros están perdiendo mucha plata y atraviesan una realidad desesperante. No sabemos cómo van a hacer para encarar la campaña 2014". Se estima que cerca de 7 de cada 10 hectáreas cultivadas se realizan bajo el sistema de arrendamiento.
En este contexto, Sebastián Villagra, director de un fideicomiso agrícola y un empresario que conoce el paño desde hace más de una década, confirmó que "el sector está muy golpeado. El principal problema ya no es el clima, sino todo el menú que incluye restricciones cambiarias, alto nivel de retenciones y costos en dólares en continuo aumento que hacen que la actividad pierda cada vez más su atractivo".
¿Cuánto se gana con la soja?
En la actualidad, un productor pequeño-mediano que alquile unas 350 hectáreas deberá desembolsar de manera directa unos $740.000 para cultivar un mix de soja, girasol y maíz; granos que, una vez comercializados, le reportarán ingresos brutos por $1,4 millones.
Descontando los costos administrativos, comerciales y logísticos (que en parte se pagan con la cosecha), a este productor promedio le quedará un margen de $53.000.
Sin embargo, a esta cifra luego habrá que restarle más de $27.000 por pago de impuestos, de modo que en el bolsillo, tras haber realizado una inversión de $740.000, le habrán quedado $26.000 por esas 350 hectáreas trabajadas a lo largo de toda una campaña.
El punto central es que, una vez vendida la cosecha a los exportadores, que son los que envían la mercadería al exterior, el productor únicamente recibe pesos al tipo de cambio oficial, de modo que no tiene ninguna posibilidad de acceder a divisas estadounidenses por la vía legal.
Así las cosas, este pequeño empresario, en caso de tener buen clima y buenos rendimientos, en casi 10 meses habrá obtenido una magra rentabilidad del 3,5% en pesos, un nivel que claramente lo ubica muy por debajo del índice inflacionario real que afecta a la economía, tal como se puede observar en la siguiente infografía:
Al respecto, Di Stefano señaló que márgenes de ese nivel para la soja se pueden obtener considerando campos en la zona núcleo y con un buen régimen climático, "porque en lugares más alejados, como Entre Ríos, por ejemplo, directamente hubo una enorme cantidad de ruralistas que sólo tuvieron pérdidas".
Según el consultor, "en campos de esa provincia, para esta campaña hubo quienes rentaron la hectárea a un valor de 12 quintales (1.200 kilos). Con los costos fijos que se fueron por las nubes y todos los gastos de comercialización, los productores tuvieron que pagar el equivalente a 22 quintales. El problema es que, en promedio, estarán levantando 18 quintales por hectárea. Están un 18% abajo del nivel para salir hechos. Esto es un drama".
En términos comparativos, la soja hoy día ofrece una renta similar al del alquiler de un departamento ubicado en la Ciudad de Buenos Aires.
"En la actualidad, una rentabilidad bruta `aceptable` de una vivienda se ubica entre el 4% y el 5% anual", señala José Rozados, directivo de Reporte Inmobiliario, al tiempo que desde la consultora ubican al margen neto en una cifra cercana al 3%.
Soja: de inversión de moda a "actividad de riesgo"El punto central es qué hace hoy en día un productor con la rentabilidad que obtiene, si es que logra algo de margen.
En este sentido, el 90% de quienes explotan la tierra manejan volúmenes menores a las 1.000 toneladas, un nivel de producción con el que se podría aspirar a una rentabilidad del orden del 3,5% para quienes deben alquilar campos.
Así, en un contexto en el que quedarse con pesos en la mano equivale a resignarse a aceptar que la inflación erosione parte de su valor, son pocas las opciones que le quedan a los productores.
Y esto está impactando no sólo entre los ruralistas genuinos -es decir, aquellos que dependen de una buena cosecha para vivir- sino que también se convirtió en un factor de desaliento para aquellos profesionales y comerciantes que, en los últimos años, se venían sumando a la moda de los pooles de siembra.
En efecto: parte del boom de los fideicomisos fue alimentado por inversores que no pertenecían al sector agrícola y que incluso, hasta poseían muy escaso conocimiento del mercado de granos.
De este modo, muchos de los que tenían algunos ahorros bajo el colchón se sumaron al tren de la soja con el objetivo de lograr rentabilidades superiores al 10% en dólares. Sin embargo, hoy estos pequeños potenciales inversores se muestran reticentes a entrar.
"Antes del cepo se podían atesorar divisas estadounidenses. Esto favorecía a que creciera el interés por los pooles, porque se lograba una buena tasa de retorno en dólares. Esto atraía a particulares, se ganaba en escala y se podían bajar costos. Pero hoy la realidad ya no juega a favor", disparó Villagra.
Según Di Stefano, el escenario actual, que conjuga cepo cambiario con bajos márgenes de ganancia, fue lo que llevó a una retracción de los fideicomisos agrícolas.
"Antes estaban dispersos en todo tipo de áreas: con buenos y bajos rendimientos. Ahora se concentran sólo en las zonas núcleo y, si no, otros directamente pusieron sus fichas en Brasil, Paraguay o Uruguay", aseguró el experto, quien volvió a recalcar que "el gran problema es de aquél cuyos ingresos sí dependen del agro, que es el productor pequeño y que hoy, en general, atraviesa graves dificultades financieras".
¿Qué hacer con la soja?
Villagra destacó el hecho de que "durante las últimas campañas, quienes estaban en el negocio del agro podían sacar plata, invertir en ladrillos, comprar camionetas y renovar el tractor o la cosechadora. Pero eso hoy se enfrió mucho".
En esta dirección, el empresario destacó que la compra de viviendas era una opción para quienes se hacían de una buena diferencia: "Hoy al 85% de los productores no les sobra ni le alcanza para nada".
El experto agregó que "obviamente tampoco es tan viable comprar dólares, por el gran desfasaje que hay con el blue".
Sucede que, al liquidar la cosecha y descontar las retenciones, por cada billete verde que liquida un productor en la plaza doméstica, recibe alrededor de $3,25.
De modo que la brecha entre el "dólar soja" y el paralelo trepa a un nivel del 160%.
Así las cosas, si atesorar divisas no le es tan buen negocio, si el ladrillo está cada vez más lejos y hay un bajo incentivo a invertir en "fierros", ¿qué alternativa le queda entonces al productor? A primera vista, la respuesta parecería ser simple: "wait and see", es decir, esperar y no desprenderse de la cosecha.
"Estamos seguros de que este año los productores van a dosificar las ventas para poder mantener su poder adquisitivo hasta la próxima cosecha. Tendrán mucha prudencia al momento de vender y van estudiar cualquier compra e inversión antes de realizarla", aseguró días atrás el presidente de la Sociedad Rural Argentina (SRA), Luis Miguel Etchevere.
En otras palabras, "sentarse sobre la cosecha" y guardar los granos en los silobolsas parecería ser la estrategia más acertada para quienes no saben qué hacer con los pesos en la mano una vez liquidada la producción.
Sin embargo, hay una mala noticia para los hombres de campo: los pronósticos hablan de una potencial caída del valor del "yuyito", muy por debajo de los u$s520 actuales, lo que implicaría que el día de mañana esos granos atesorados cada vez costarán menos.
Según Di Stefano, la soja a futuro -que es una estimación que realiza el mercado sobre lo que valdrá este grano en los próximos meses- está arrojando un precio de u$s450 para mayo de 2014.
"Se trata de una pésima cotización para la Argentina. Nuestro país necesita un valor muy por encima de los u$s520 de hoy día para poder trabajar con certidumbre de cara a la próxima campaña", disparó.
En la misma línea, Raúl Ochoa, ex subsecretario de Comercio Internacional, fue preciso al señalar que "hay una luz de alerta. Ojo con los precios futuros porque hay una clara tendencia hacia la baja. Se está hablando de una soja de entre u$s460 y u$s480. En otra situación sería un buen valor, pero hoy es un muy mal precio para la Argentina".
De este modo, frente a la recomendación de las entidades rurales de no vender, Di Stefano fue categórico: "El productor que no tenga deuda y no salga a vender, está predestinado a perder. No veo una estrategia sana en no hacerlo".
Una nueva etapa: ajustarse los cinturones
Paradójicamente, la suerte de miles de productores (y tambén de la caja oficial) no sólo se juega en estas tierras, sino que además dependerá de lo que suceda muy lejos de aquí. Concretamente, en los Estados Unidos.
"Si la campaña en el país del norte resulta floja por temas climáticos, habrá precios más elevados y va a ser un alivio. Si en cambio es muy buena, entonces ahí sí estaremos en problemas", disparó Di Stefano.
Igualmente, aseguró que sea cual fuere el resultado, se va hacia un escenario en el cual indefectiblemente todos deberán ajustarse: "El que alquila tendrá que comenzar a trabajar en la estrategia de arreglar precios más bajos de renta, apurarse a comprar insumos y cuidar muy bien el dinero o la soja que le queda".
El experto aseguró que, paralelamente, los dueños de las tierras también deberán achicarse el cinturón: "Es imposible seguir pagando el equivalente al 50% de lo que produce un campo. Los alquileres tendrían que bajar a una proporción del 35% de la cosecha", lo que implicaría un fuerte descenso del 30%.
Para Di Stefano, sin este ajuste en los valores, no habrá quien alquile. En definitiva, terminará ajustándose por la ley de oferta y demanda.
Frente a esto, el experto aseguró que comenzó la era en la cual sólo los más preparados podrán enfrentar el temporal: "Hoy hay que estar diversificado financieramente, tener una buena planificación de siembra y de los seguros agrícolas (granizo, seca y precios); y estar muy informado, para cambiar la estrategia cuando sea necesario".
"Los márgenes se caen. Por eso, sin estrategia es imposible seguir. No se puede ganar plata como en el pasado. Sin planificación estamos listos", disparó.
Está claro que, con pooles en retroceso, costos en alza, un mercado cambiario restringido y productores con márgenes muy finitos -y especulando ante las escasas alternativas de refugio-, la soja siente el "dolor de ya no ser" y de haber perdido el brillo que supo tener en los últimos años.