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Cristina y Francisco: el desafí­o de superar el pasado y aprovechar la atención mundial sobre Argentina

La elección de Bergoglio como nuevo Papa coloca al Gobierno en situación incómoda por la mala relación con el pontífice, crítico del estilo K
14/03/2013 - 10:01hs
Cristina y Francisco: el desafí­o de superar el pasado y aprovechar la atención mundial sobre Argentina

La sorpresa por la elección de Jorge Bergoglio como nuevo Pontífice fue tan grande que algunos canales de televisión llegaron a demorar una par de eternos minutos la noticia, por temor a haber entendido mal el anuncio en latín y estar confundiendo el nombre con el de otro cardenal "papable".

Pero, una vez asimilado el impacto y pasado el estupor inicial, se notó una alegría, con un esperable -y podría decirse justificado- orgullo nacionalista.

El analista internacional Jorge Castro, pocos días después de la renuncia de Benedicto XVI, cuando se especulaba con la posibilidad de Bergoglio, había afirmado: "Sería un inmenso honor, una ayuda muy importante para elevar la autoestima de los argentinos. Por ese simple hecho, ojalá que lo sea".

Y, precisamente, la palabra "orgullo" fue una de las más mencionadas en los primeros mensajes que escribieron en twitter dirigentes políticos de las más diversas extracciones.

Desde opositores furibundos, como Elisa Carrió -que reivindicó su "profecía" de que Bergoglio un día sería Papa- hasta oficialistas, como el gobernador sanjuanino José Luis Gioja y referentes de la izquierda, como Fernando Pino Solanas, todos coincidieron en plantear la elección del nuevo pontífice como un legítimo motivo de orgullo para los argentinos.

[nb]Orgullo nacional y confrontación[nb]

La sorpresa, la alegría, el orgullo y las felicitaciones forman parte del impacto inicial. Pero luego llega el efecto del "día después", con su cúmulo de análisis y especulaciones sobre cómo influirá, en la Argentina y en la región, la ascensión de un compatriota a la máxima autoridad de la Iglesia católica.

En el mundo, en estos días, se discutirá respecto de si Bergoglio será o no el hombre que flexibilice las rígidas posturas eclesiásticas sobre una larga lista de problemas sociales. En ese análisis, muchos recordarán la férrea oposición que adoptó en el debate sobre el matrimonio gay, mientras que otros pondrán el énfasis en su acercamiento a los pobres.

En cambio, en la Argentina será inevitable otro tipo de análisis con un componente político. Y nadie lo dejó más en claro que Cristina Kirchner.

Tras el primer mensaje formal de felicitación, la Presidenta se refirió a la elección de Francisco I (Francisco, según la página del Vaticano) durante un discurso que tuvo todos los ingredientes kirchneristas:

-Primero, sabiendo la ansiedad que despertaba su alocución, eligió no referirse al nombramiento del Papa y extenderse sobre la falta de cobertura periodística sobre las recientes inauguraciones de obras públicas y sobre sus políticas de inclusión social.

-Luego, tras decir que el de ayer había sido un "día histórico", mencionó a Bergoglio, ante un público que respondió con silbidos, de la misma manera que reacciona cuando Cristina menciona a un dirigente opositor. Y, como en esas ocasiones, rápidamente instó a no continuar las manifestaciones de reprobación.

-Finalmente, el deseo de "buenaventura y buena misión" vino acompañado de esa actitud que en política suele denominarse "chicana" o deseo de "marcar la cancha".

La Presidenta manifestó su deseo de que ese mismo espíritu combativo que demostró Bergoglio -y que lo llevó, por ejemplo, a poner en duda la estadística oficial sobre la pobreza- se mostrara también "ante los poderosos del mundo".

Su pedido de que el nuevo Papa "lleve el mensaje a las grande potencias del mundo para que dialoguen y dirijan la mirada a sus ciudadanos y a los pueblos emergentes" hizo pensar, inevitablemente, en la larga lista de conflictos que la Argentina mantiene abiertos en sus relaciones internacionales, desde los desencuentros con Gran Bretaña en torno a las islas Malvinas hasta los reproches a organismos internacionales como el FMI.

[nb]El pasado no ayuda al Gobierno[nb]

Lo cierto es que el futuro de la relación entre el Gobierno y la Iglesia es todavía un misterio y, sin dudas, uno de los temas sobre los cuales los analistas políticos pondrán su máxima atención.

En sus primeras reflexiones, lo que surge es esa situación contradictoria para el kirchnerismo.

Por un lado, la oportunidad excepcional que implica el hecho de que la Argentina esté en el centro de la atención internacional y reciba una corriente de simpatía por parte de la religión más difundida del mundo.

Y, por otra parte, la innegable realidad de una muy mala relación entre el flamante Papa, Néstor y Cristina.

Tal es así que durante toda la década kirchnerista evitaron estar en Buenos Aires cada 25 de mayo, de manera de eludir el tradicional tedeum, para así no tener que escuchar las críticas de Bergoglio.

Al respecto, el politólogo Rosendo Fraga recuerda: "En despachos oficiales se había respirado con alivio cuando recientemente dejó la presidencia del Episcopado argentino. Políticamente, el gobierno siempre lo vio con malos ojos y lo consideró la cabeza pensante de una línea de la Iglesia muy crítica del Ejecutivo, tanto en lo doctrinario como en lo social y político".

No obstante, Fraga considera que, más allá de las diferencias, "un Papa argentino es una gran oportunidad para el país, su proyección, consideración y conocimiento en el mundo. Y esta es la visión que debería primar".

Un aporte optimista al respecto es la de Juan Navarro Floria, profesor de derecho eclesiástico de la Universidad Católica, para quien el Gobierno "va a saber aprovechar esta situación de que el nombre del país esté en los medios de comunicación del mundo".

Para este analista, la relación con Bergoglio pasará a una nueva etapa, en la cual el sumo pontífice ya no se manifestará públicamente sobre la situación política argentina. Y confía en que el kirchnerismo "entenderá que esta noticia mejorará el humor social, con lo cual evitará caer en enfrentamientos".

Por lo pronto, el anuncio de que Cristina viajará el 19 de marzo para la primera misa celebrada por el flamante Papa fue recibido como un mensaje de acercamiento.

Esto no quita que algunos mantengan dudas. Como Marcos Novaro, director del Centro de Investigaciones Políticas, quien afirma: "Pelearse con la Iglesia sería para el Gobierno argentino una locura, en la cual la sociedad no lo acompañaría. Pero en la naturaleza del kirchnerismo está la confrontación, por lo que imagino que la relación no va a ser fácil".

Para este analista, el hecho de que el nuevo Papa sea argentino no necesariamente supondrá una intención de mayor influencia por parte de la Iglesia en la situación política y social argentina.

"Es probable que la Iglesia impulse una moderación y facilite la negociación, pero no creo que intente convertirse en referente de la oposición militante. Eso no va a ocurrir. Lo que sí creo es que la institución tratará de recuperar algo de terreno perdido en temas que le importan específicamente", agrega Novaro.

[nb]Primera misión K encomendada[nb]

La elección de un Papa latinoamericano despierta una lógica expectativa en el sentido de que la Iglesia elige poner su foco en los "postergados del mundo" y en los "efectos secundarios" de la globalización y del avance tecnológico.

Pero seguro que no todos tienen la misma idea sobre qué tan lejos puede llegar ese cambio. La Presidenta fue enérgica respecto de su deseo de que Bergoglio pueda influir sobre un giro en la actitud de las grandes potencias hacia el mundo emergente.

No es una expectativa menor para una jefa de Estado que libra una batalla contra los "fondos buitre" en los tribunales estadounidenses, que está tratando de que el país no sea expulsado del FMI y que en el Banco Interamericano de Desarrollo no se suspendan sus líneas de crédito.

La pregunta que muchos se plantean es si un Papa argentino podrá mejorar la percepción que el mundo desarrollado tiene sobre la Argentina y si, eventualmente, podrá llevar a que haya un poco más de comprensión hacia actitudes del país que hoy son interpretadas como hostiles.

Para Navarro Floria, de la UCA, todo dependerá de la habilidad con la que el Gobierno maneje el tema a nivel diplomático, pero no oculta cierto escepticismo: "No creo que el FMI o el BID, ante la circunstancia de decidir una sanción contra el país, se conmuevan mucho porque el Papa sea un argentino".

Otros creen que la clave del asunto será la relación del Ejecutivo con la Iglesia.

"Si en el mundo se percibe un distanciamiento, entonces nadie tendrá pruritos en tratar a la Argentina como algo separado del Papa. En cambio, si se nota una sintonía, no descartaría que se observe alguna influencia favorable en el trato de los gobiernos y organismos internacionales para con el país", apunta Novaro.

[nb]Sensación dual en la izquierda[nb]

El correr de los días aportará claridad en estos temas que todavía aparecen confusos. Lo que se nota, de momento, es una sensación dual, hasta contradictoria, entre el grupo de gobiernos de orientación izquierdista en América latina.

Es que un Papa latinoamericano implica un reconocimiento mundial al nuevo rol de esta parte del mundo y a la magnitud de sus problemas.

Pero también puede suponer una intención de que se reafirmen los valores occidentales y evitar que el continente aparezca alineado en el eje de países que manifiestan agresividad hacia el primer mundo.

Para algunos, resultó inevitable el paralelismo histórico con el nombramiento de Juan Pablo II en 1978, y lo que implicó la elección de un polaco en plena guerra fría.

Sobre este tema se manifestó Luis D'Elía, un referente del kirchnerismo que se caracteriza por decir "sin filtro" lo que otros dirigentes políticos piensan pero se cuidan de no mencionar en público."Francisco I es a América latina lo que Juan Pablo II fue a la Unión Soviética: el nuevo intento del imperio por destruir la unidad sudamericana", escribió el temperamental dirigente.

Pero, en lo que es todo un símbolo sobre los sentimientos encontrados que existen en la región, el presidente venezolano Nicolás Maduro prefirió hacer otra interpretación: "Alguna cosa influyó Chávez para que se convoque a un Papa sudamericano, alguna mano nueva llegó y Cristo le dijo ‘llegó la hora de América del Sur'", afirmó con humor.

En todo caso, los incipientes debates dejan en claro una cosa: la elección de Bergoglio como nuevo Papa es un síntoma incuestionable del cambio a nivel regional y mundial.