China: ¿Cómo pasó de un insólito crecimiento de 10% anual a ser una economía normal?
Durante el quinquenio 2006/2009 la economía china, a través de un proceso que dio en llamarse "el milagro chino", venía creciendo a un ritmo promedio del orden del 10 por ciento.
Sin embargo, el comienzo del 2010 marcó una clara visagra en este sorprendente sendero de expansión: en efecto, a partir de allí se sucedieron diez semestres consecutivos de bajas en el ritmo de crecimiento; con un mínimo de 7,4% en el tercer trimestre del 2012 (ver gráfico)
Este claro escenario de desaceleración llevó a los "agoreros" de siempre -liderados por el inefable Roubini- a pronosticar que había llegado el fin del crecimiento extraordinario del gigante asiático, el cual -según ellos- se encaminaba necesariamente a un peligroso "hard landing" con posteriores expansiones anuales no mayores al 5 por ciento.
Por el contrario, quien esto escribe, sostuvo que el "enfriamiento recesivo" iniciado en 2010 no era una catástrofe sino -más bien- el resultado de una correcta decisión de las autoridades chinas a los efectos de evitar una brusca recesión inflacionaria en el corto plazo. En efecto:
- Como ya se ha dicho, hacia fines del 2009, la economía continuaba expandiéndose a tasas del orden del 10%. Sin embargo, a esa fecha, ya presentaba claros excesos de recalentamiento: niveles de inflación crecientes (8%), burbuja inmobiliaria en las grandes ciudades (25%), exceso de inversión (40%) y expansión desmedida del crédito (30%)
- A esa fecha, pues, la disyuntiva que se les presentaba a las autoridades era bien clara: mantenían la tasa de crecimiento en el orden del 10% (con un claro peligro de incremento de la inflación, "hard landing" y ciclo recesivo en el mediano plazo); o bien enfriaban la demanda, de manera de reducir los niveles de precios a guarismos compatibles con un inicial "soft landing" que luego, a mediano y largo plazo condujera a un crecimiento sustentable
- La decisión tomada fue la correcta. Se optó por la segunda alternativa: a partir del inicio mismo de la aparición de los síntomas de recalentamiento, el Banco de China (BoC) comenzó a "enfriar" la economía mediante ortodoxas políticas anticíclicas: tanto monetarias, como fiscales
Sin duda tuvieron éxito en su cometido: los niveles de actividad se fueron enfriando gradualmente (de ahí la desaceleración mencionada al inicio de esta nota) y, simultáneamente, la inflación comenzó a ceder. Así las cosas, a principios de 2012, el objetivo se había alcanzado: la economía había salido de su recalentamiento, creciendo durante el primer trimestre a "sólo" 8,1% y reduciéndose la inflación a niveles del orden del 3 por ciento.
Este cambio positivo de escenario fue rápidamente advertido por las autoridades, las cuales -conscientes de que la incipiente desaceleración se podría convertir, por inercia, en una peligrosa recesión- de inmediato revirtieron las políticas de "enfriamiento" mencionadas anteriormente por las opuestas: baja de tasas, recortes en los requerimientos de efectivo mínimo, aumento de créditos y subsidios, incrementos de salarios y planes de obras viales, entre otras.
¿Qué sucedió a partir de este significativo cambio de estrategia? Como era de esperarse, y debido a los clásicos rezagos entre la implementación de políticas macroeconómicas y su impacto en los niveles de actividad, estas adecuadas medidas de estímulo recién pudieron revertir la desaceleración en el último trimestre del año pasado.
En efecto, en ese período, se alcanzó una tasa de crecimiento del 7,9% superior-luego de 10 caídas consecutivas- a la del período anterior (7,4%). En términos anuales, se logró un crecimiento del 7.8% con una inflación del 2,5%. Asimismo, es dable de destacar, que en enero -en términos interanuales- importantes indicadores de actividad muestran que la recuperación se está consolidando: inversión (+20,6%), ventas minoristas (+15,2%) y producción industrial (+10,3%).
Queda claro pues, que los "pesimistas" fallaron en su predicción de catástrofe y que la economía china ha logrado readecuar su crecimiento a una tasa del orden del 8% compatible con una inflación objetivo no mayor al 3 por ciento.
Ahora bien. ¿Está todo resuelto? Claramente no. Más allá de las eventual implementación de correctas y coyunturales políticas monetarias y fiscales, resulta evidente que desde un punto de vista estructural China debe cambiar su actual modelo -originalmente basado en la exportación de mano de obra barata y un flujo creciente de inversión externa- por otro, en el cual, las variables dinámicas se despeguen de los factores externos y se concentren en el crecimiento del consumo interno y en un fuerte estímulo de la inversión pública en infraestructura.
Esta será, en materia económica, la misión fundamental de la nueva administracion de Xi Limping. Asimismo, al "nuevo modelo" se le deberían agregar: una profundización de las reformas pro mercado, un fuerte aumento de la participación de la actividad privada en todos los sectores económicos y una crucial liberalización de su ya arcaico sistema financiero.
De lograrse estos objetivos -no menores, por cierto- la economía china se encaminaría en el mediano y largo plazo a un nuevo modelo que, más allá de las estrategias cíclicas coyunturales, le permitiría lograr un sostenido crecimiento del orden del 8% anual; sumado a una adecuada estabilidad de precios. Si este fuera el caso, las nuevas autoridades habrán logrado transformar un milagro económico -inestable y de patas cortas- en un modelo de crecimiento normal y sustentable.